Capítulo 20

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Carla Walton

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Carla Walton.

Cristóbal está vestido con un pantalón de pijama, el torso desnudo y su cabello, un poco húmedo, perfectamente en su lugar como siempre. Me mira recostado contra la pared, mientras bebe un vaso con un poco de whisky, esperando que vuelva a preguntar por su edad.

—¿Te comió la lengua el ratón, mi amor?—dice burlonamente antes de tomar el último trago de su vaso.

—No, solo espero tu respuesta.

—Aquí tengo trescientos cincuenta años.—dice, mientras se sirve otro vaso de whisky y lo bebe de un solo golpe—. Ahora ya te respondí, así que paga.

—No he terminado.—digo mientras me levanto y camino hasta quedar frente a él—. Dices "aquí", ¿pero en qué otro lugar tienes otra edad? Explícate.—cruzo mis brazos sobre mi pecho y levanto la cabeza para mirarlo fijamente.

—Eres peor que una niña pequeña.—suspira, pero extrañamente responde.—. En Iris tendría ciento noventa y cuatro mil novecientos cincuenta años.

—¡¿QUÉ?! —grito, descruzando los brazos y dando un pequeño salto hacia atrás.

Me toma de la cintura rápidamente mientras grito que me suelte, ya que es imposible decir esa edad y hacerlo de manera tan tranquila, como si no fuera un alma que lleva siglos en este planeta vigilando a los pobres mortales. Me aterra, realmente me aterra. Es una locura, ya no sé con qué cosa he compartido la cama todo este tiempo. Pero debo tratar de calmarme, solo un poco... solo un poco. Trato de respirar pausadamente mientras cierro y abro los ojos, intentando quitar la sensación de una telaraña invisible que recorre mi cuerpo y no me deja conectar con la realidad que debería estar palpando.

—Suéltame, Cristóbal.—digo mientras sigo respirando muy pausadamente, tratando de escapar de esta pesadilla viviente llamada vida, y de sus brazos que me aprietan como los tentáculos de un pulpo aferrado a su próxima víctima.

—Cálmate.—dice, mientras me suelta y sirve un vaso de agua. Yo, con el cuerpo tembloroso, me muevo hacia una esquina de la cama para sentarme mientras él trae el vaso.

Al tener la copa frente a mí, trato de tomarla, pero tiemblo completamente de miedo ante mi realidad. Cristóbal asume la tarea de acercar el vaso a mis labios. Doy un primer sorbo pequeño para humedecer mis labios resecos y un segundo para calmar un poco la sed que siento de repente. Me da una pequeña pastilla, indicándome que la coloque bajo la lengua. Al hacerlo, me ayuda a recostarme y dice:

—Saber tanto te va a matar, te lo he dicho.—me acaricia la cabeza, con una pequeña pizca de tristeza en la mirada, que se desvanece tan rápido como llega.

—Gracias.—le digo, mirándolo a los ojos, sintiendo cómo el sueño empieza a invadirme debido al medicamento. Le pido que me cubra con la manta blanca y luego con la sábana, para dormir profundamente, cayendo en los brazos de Morfeo.

Romper el Sistema (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora