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Parte 2

Mi corona de oro,

Mi abrigo en los inviernos más duros,

Volver a verte se ha convertido en una necesidad,

Como si fueras el aire que respiro cada día.

Mi amor de ojos dulces,

Mi...

―Zee.

La interrupción tan sorpresiva provocó que terminara haciendo un rayón de tinta en el papel donde escribía su nuevo poema hacia Nunew, e hizo un mohín antes de voltearse hacia el lugar de donde provenía su voz.

Su padre estaba en las puertas de su cuarto, con una expresión indescifrable pero tranquila. El muchacho se enderezó e hizo una reverencia leve, antes de dejar el papel a un lado. Iba a tener que terminar el poema más tarde, una vez su padre se marchara, ya que no le gustaba escribir esas cosas con más gente presente. Esos poemas significaban volcar sus sentimientos personales, y esos sólo le pertenecían a Nunew. A su Nu.

―¿Ocurre algo, padre? ―preguntó Zee, calmado.

―Vine a cenar contigo ―dijo el hombre, entrando al cuarto, y las puertas se cerraron tras él―, hace mucho no comemos juntos, hijo mío ―Zee miró hacia el exterior, sorprendiéndose de que ya había anochecido―. Ya es tarde, pero me han dicho que ni siquiera has pedido tu cena. Será pronto medianoche.

Zee había estado muy ocupado con sus tareas esos días, además de que no sentía demasiadas ganas de compartir con tanta gente. Sin la presencia de Nunew a su alrededor, sentía que estaba con menos energía, como si el muchacho fuera una especie de sol que orbitaba a su alrededor. Además... Todavía recordaba muy bien las palabras que le dirigió su padre hacia Nunew el día en que partió, y la conversación que mantuvo su prometido con su progenitor. Si había algo que le molestaba en particular a Zee, era que se entrometieran en sus asuntos personales.

―Pediré que...

―No te preocupes, la cena ya viene en camino ―le interrumpió el mayor―, me he tomado la molestia de pedirla por adelantado.

Zee sólo asintió con la cabeza, sin saber exactamente qué decir. Por algún extraño motivo, sentía que debía permanecer a la defensiva en ese momento, eligiendo sus palabras con cuidado.

―¿Cuándo regresará Nunew? ―preguntó su padre pasados unos segundos, sentándose en un sofá cercano.

―Dentro de tres días ―contestó Zee, acercándose luego de dejar su escritorio arreglado―, lo iré a buscar después del almuerzo.

―No es necesario que vayas ―habló Tao, calmo―. Es una tarea tan insignificante, Zee. No pierdas tu tiempo en algo como eso, considerando que irán los suficientes guardias para escoltarlo de vuelta.

Su padre ni siquiera se molestó en hacerlo parecer una sugerencia. Era, de llano, una orden.

―Nunew es mi prometido ―dijo Zee con suavidad― es mi futura Emperatriz. Mi deber es cuidarlo y asegurarme de que siempre esté bien, incluso en una tarea tan insignificante como esa, padre.

Tao no respondió, pero porque en ese momento tocaron a la puerta y se anunció que traían la cena. Los sirvientes no tardaron en acomodar los platos en la mesa del centro, sin decir algo e ignorando el silencio entre ambos hombres.

Sólo diez minutos después volvieron a quedar a solas.

―Tal vez debieras dejarlo más tiempo con sus padres ―dijo Tao.

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