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Zee no levantó la vista de los papeles que leía cuando las puertas se abrieron y sintió entrar a la princesa Lisa dentro de sus aposentos.

―Mi Señor ―le escuchó decir, y la vio de reojo inclinándose con elegancia.

Juntó esos papeles e informes, echándose hacia atrás en la silla y observándola ahora de manera directa. Estaba muy hermosa: iba con un elegante hanbok rosados y el cabello recogido con una cadena de oro. En el cuello, brillaba el collar que él le había regalado tiempo atrás, y de sus orejas colgaban unos preciosos aretes de oro.

Zee se puso de pie.

―Concubina Manobal ―la saludó, alejándose del escritorio y ofreciéndole la mano, que ella agarró con una sonrisa encantadora―, por favor, acompáñeme a cenar ―le señaló la mesa y cojines, donde los platos ya se encontraban servidos―. Se ve muy guapa esta noche.

―Es para usted ―contestó ella, pestañeando con timidez―, me ha hecho muy feliz su invitación, mi Príncipe.

Ojalá Zee pudiera decir lo mismo. Ojalá hubiera tenido más posibilidades, más alternativas, pero él era un Príncipe, el Príncipe Heredero, y conocía muy bien lo que era el deber. Cuando su padre no estuviera, él sería coronado como Emperador, y su primer deber siempre sería la corona y el Imperio. El amor pasaba a un segundo plano.

Trató de espantar esos pensamientos, porque lo único que haría en ese momento sería deprimirlo. Mucho menos quería pensar en Nunew, que a esas alturas, ya se habría enterado de lo que estaba haciendo. Zee no tuvo el valor de decírselo a la cara, pues sabía que le iba a reclamar y, en el peor de los casos, llorarle y suplicarle que no lo hiciera. Él no era capaz de enfrentarse a sus ojos acusándolo de traición, al menos, no en ese momento.

Se sentaron a comer y, los primeros minutos, fue un poco agradable conversar con ella. Lisa le platicó de las cosas que estaba aprendiendo en el palacio y que su actividad favorita era la pintura. La chica le escuchó atentamente igual, preguntándole sobre lo que había hecho aquellos días e interesándose por sus tareas.

Era... era muy distinto hablar con ella que con Nunew, se le ocurrió sin poder controlarlo. Se notaban las diferencias: Lisa era una princesa, y como tal, fue bien educada e instruida. Sabía de historia, lenguas, artes y música, era muy habilidosa en la poesía y en tocar instrumentos tradicionales, y su voz era grácil y suave al cantar. Por el contrario, y sin querer desmerecerlo, Nunew solía ser más ruidoso y curioso, casi un poco desordenado. Le costaba comportarse con etiqueta, a veces hasta comía de manera desordenada y hacía muchas preguntas ante las cosas que no entendía. Zee sabía que no era culpa de su prometido, al fin y al cabo, provenía de las clases bajas, pero era un poco extraño compararlo con Lisa.

―Princesa ―le dijo cuando ya estaban en el postre―, me gustaría conversar con usted sobre política, si no le parece demasiado denso.

Las mejillas de la chica se encontraban arreboladas por el alcohol y unos mechones de su cabello se habían soltado en su rostro. A la luz de las velas, su belleza era casi exagerada y desmedida. Nunew, por otra parte, siempre sonreía con descaro a esas alturas, colorado y con los ojos medio vidriosos gracias al vino, y se veía adorable y casi etéreo.

―Política ―le vio reír en voz baja― por supuesto, mi Príncipe. Yo estoy aquí por usted, el gran político del Imperio.

―Ese es mi padre ―corrigió Zee.

―Futuro gran político ―aceptó Lisa―. ¿Mi padre se ha enterado del desaire que me ha hecho?

Primera señal roja. La muchacha ya se encontraba al tanto de todo, y esa expresión astuta era lo único que necesitaba para confirmarlo.

👑 JEWEL 🤴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora