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Parte 1

Minji podía decir ahora, con claridad, que sentía asco por el doctor Nanon Korapat. Ella había tratado de enviar abajo esas sensaciones de repulsión y disgusto, pero a veces, le era demasiado difícil. Para su propia fortuna, al parecer, era una gran actriz ya que el doctor no se había dado cuenta de eso.

Tuvo un respiro cuando el hombre se ofreció en ir a buscar bebidas, y Minji observó a su alrededor a las personas bailando, riendo y conversando a su alrededor. Era el tercer y último día de celebraciones desde la coronación del Emperador, por lo que la fiesta estaba en su punto álgido. Vio a lo lejos al Emperador Pruk, sentado en su trono y comiendo mientras, a su lado, su Señor le parloteaba con una gran sonrisa en el rostro. Nadie había pasado por alto la falta de respeto hacia la futura Emperatriz cuando el Concubino Imperial subió al estrado y se sentó al costado del Emperador.

Jisoo se veía enfurecida y cada tantos minutos observaba hacia el Emperador, como esperando a que le dirigiera una mirada. Minji sabía que eso no iba a ocurrir, pero no dejaba de llamarle la atención dos cosas: la esperanza de la mujer por obtener cualquier atención del Emperador cuando le había dejado claro que eso no ocurriría, y que Ploy no estaba allí. Tampoco la había visto los dos días anteriores y podía sospechar que era por orden de Jisoo, ya que entendía que la futura Emperatriz usaba a su compañera para vengarse de su Señor.

―Tu vino, querida.

Se forzó a sonreír como si nada cuando Nanon apareció con dos copas llenas del líquido carmín, y trató de no moverse de la banca cuando el hombre se sentó a su lado. Bebió del vino para hacer tiempo.

―Ha sido una gran fiesta ―comentó Minji finalmente―, después podríamos dar un paseo luego de...

―Mejor vamos a bailar ―dijo Nanon con tono alegre―, será una larga noche, ¿no lo crees, cariño?

Minji trató de reír, a pesar de que el asco volvió a inundarla. Si había algo que odiaba más que conversar con ese aburrido hombre, era que lo tocara.

Sin embargo, no podía rechazarlo. Ya trató de evitar su toque los días anteriores, sin embargo, tenía más que claro que si seguía así, Nanon podría sospechar que el interés que demostraba no era real, y tenía que impedir eso.

―Está bien ―contestó―, pero no soy una buena bailarina, Nanon...

―¡No importa! ―el hombre se veía más que feliz con su confirmación―, yo tampoco bailo demasiado bien. Ven, vamos.

Tragó lo último del vino y dejó la copa sobre la mesa llena de comida antes de tomarle la mano, dejándose llevar para bailar.

Habían pasado cerca de catorce amaneceres desde que estaba saliendo con el médico Korapat, pero sentía que no estaba teniendo muchos avances con el hombre. Minji se había percatado de eso, que Nanon era muy cuidado al momento de hablar de su trabajo con ella, y no sabía cómo hacerlo hablar o, incluso, poder buscar cualquier cosa en su oficina. Allí debía tener cualquier información importante, pero no había tenido oportunidad de estar sola en ese cuarto.

No quería desesperarse, todavía le quedaba tiempo, sin embargo, temía estar yendo demasiado lento. Ella no quería decepcionar a su Señor luego de haber fracasado en su misión principal, que había sido cuidar de su embarazo.

―Estoy un poco sorprendido ―comentó Nanon de pronto, sacándola de sus pensamientos―, ¿realmente el Concubino Imperial te ha dado tantas libertades por estos días? He visto que tu compañera, Mabel, se ha mantenido detrás de él en todo momento.

Su Señor había hablado con ella de eso. Se lo advirtió: haz lo que sea necesario para que caiga ante ti.

―Pues... la verdad... ―trató de poner una expresión incómoda―, no quería mencionártelo, Nanon, pero... He estado teniendo algunos problemas con él...

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