Lur es un chico estudioso y va a lo suyo, odia el contacto físico y solo lo tolera de parte de sus padres, su piel es morena y su pelo ondulado-rizado de marrón oscuro junto a sus ojos verdes oscuros, hacen que tenga mucho potencial de belleza. Su e...
ATENCIÓN: ESTA HISTORIA VA A SER REESCRITA, ESTA HISTORIA TUVO QUE SER FINALIZADA DADA A MALA PLANIFICACIÓN DE MI PARTE SOBRE LA HISTORIA, ESTA VERSIÓN LA IRÉ ELABORANDO DURANTE LAS PRÓXIMAS SEMANAS, SERÁ MÁS MADURA, CON CAMBIOS NECESARIOS PERO NO TOTALES:
*Ya no os vacilaré con lo de cosas que se malpiensan, los personajes serán mayores de edad y habrá escenas sexuales, como la que os dejo aquí, para que os hagáis una idea*
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La imaginación de él lograba que los dedos de ella recorrieran en un lento y dulce masaje el cuero cabelludo de Lur, haciéndolo suspirar suavemente en su habitación vacía, imaginándola a ella, a ese tacto que tanto anhelaba en momentos como este, estaba obsesionado con ella, con la idea de que alguien pudiera hacerle sentir un fuego tan intenso por todas partes, como si su cuerpo fuera a estallar en cualquier momento dado.
La camisa que llevó cuando la vio en la última reunión en su mano mientras la olisqueaba como un perro hambriento y desolado, el perfume intenso de Su se seguía notando en el téxtil y estaba haciendo que él se descontrolara, gimoteando en la oscuridad de su habitación, cascos puestos con audios que se había encontrado on-line que narraban un roleplay de naturaleza sexual, narrada por una mujer que él se convencía de que era Su.
Esa soledad en casa y la velocidad, muchas veces interrumpida para movimientos más tortuosamente lentos, que llevaba al usar una 'fleshlight' que le habían regalado sus amigos a modo de burla, es decir, una vagina artificial, algo que estaba convencido de que jamás usaría, ahora estaba abusando de ella y de un bote de aceite corporal, lo que fuera necesario para sentirla más cerca y más real.
Cualquiera que lo viera pensaría que es un animal en calor, en necesidad, el hombre tan estable que era él, tan enloquecido por la existencia de tal mujer como ella, casi con lágrimas en los ojos y gemidos ahogados en su propia saliva, dejó salir un último sonido de placer en la cumbre de su placer, jadeando y poco a poco dejándose caer sobre las sábanas de su cama.
Tras limpiarse en una breve ducha, sintió la falta de ella, esta vez sin esa necesidad carnal, se sentó de nuevo en su cama, las sábanas cambiadas, y se tumbó, abrazando su cojín, buscando ese cariño tras el acto aún en su soledad.
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