Pajarito del balcón

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Subimos a casa y cambié mis chanclas por otras que utilizo en casa. 


Con las bolsas en mano entré a la cocina y comencé a sacar sus contenidos, poniéndolos sobre la mesa del desayuno.


Mi madre carraspeó un poco antes de hablar, una sonrisa en sus labios que me habría dado a entender el tema de conversación.


- Así que.... - empezó Lydia a allanar el terreno para la conversación - ayer llegaste tarde, vi el coche de tu... amigo... ahí enfrente - la forma en que pronunció la palabra "amigo" me hizo entender enseguida las intenciones que creía mi madre que podrían existir entre Daniel y yo.


- Si, Dani me trajo a casa, muy amable - respondí, quitándole la importancia que mi madre quería darle - me llegó el ventilador de bolsillo que te mencioné, ¿lo quieres ver? - opté por cambiar el tema de conversación.


-¿Sabes? Hace ya un par de meses que no me cuentas sobre alguien que te guste.


- ¿Y...? - pregunté sin mirarla, aún ordenando los contenedores de precocinados.


- Y nada, solo que se me hace raro, te fijas mucho en las personas, me extraña que no menciones a nadie en específico.


- Es solo... Últimamente tengo otras cosas en mente.


- ¿Quieres hablarlo?


- No ahora mismo, quizás en otro momento.


- ¿Y con la terapeuta?


Me lo planteé por un momento, mi terapeuta de la universidad no estaba disponible en los días de verano, y ya había agotado las sesiones que me otorgaban, pero llevaba ya dos sesiones con otra terapeuta, una más espiritual que también me agradaba.


- ... Quizás si


Después de comer mi madre se tumbó a descansar un rato y yo me senté en el balcón de casa, era pequeño, de un suelo rojizo y con dos sillas de camping con una mesa del mismo estilo. La ropa tendida en un lado para secarla y las vistas a los demás balcones del vecindario. Tomé una de mis lecturas actuales, un libro popular pero en francés para no perder el idioma.


No me podía considerar un ávido lector, me descentran al cabo de 30 minutos y tenía que hacer varias sesiones de lectura para avanzar en capítulos de una historia, esos 30 minutos me podían servir para 2 capítulos, asique tras ellos dejé el libro, rendido, y seguí mirando por el balcón.


Un par de pájaros silbaban y revoloteaban por el vecindario y los árboles en proximidad, a estas horas se respiraba una paz que me gustaba, como la paz de media noche, pero con un sol abrasador, lo único que no me gustaba pero que sabía que iba a echar de menos en invierno.


Comencé a murmurar la melodía de una canción que me gustaba, una que cada vez que escuchaban parecía mística y me relajaba la tensión que podía haber acumulado en su ausencia, con mis ojos cerrados pero consciente de que no podía hacer demasiado ruido comencé a inventarme la letra, suave, en un tono más grave del que solía hacer al cantar.


"Con las trenzas de lado, la cascada fluirá,

Y sin miedo al pasado, hoy lloverá"


"Telaraña de fuego, toma mi libertad

Yo a día de hoy no se quienes, pero alzad"


"Huía hasta el final, gritaba sin parar:

'Nada es igual, no pararé de llorar'"


"Bailaré bajo el sol, en las montañas sin temor,

Llévanos a casa, donde acabe este ardor,

Mi corazón no puede con el dolor"


Suspiré, apoyando mi cabeza en la barandilla durante un momento.


- Bonita voz, ¿eh? - una voz femenina sonó desde la calle, con un tono casi burlesco y me aparté rápidamente de la barandilla, chocando mi cabeza con la pared tras mi, soltando un quejido mientras llevaba mis manos a la parte trasera de mi cabeza.

Mi sumiso heteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora