Debo ser masoquista.
No encuentro otra explicación. ¡Oh, si! Soy pobre y tengo muchas cosas qué pagar.
Tomo otra respiración profunda antes de bajar de mi amado Buck y tocar la puerta de los Graham. En este punto, no sé quién me resulta más molesta: Si John y su actitud bipolar o la ama de llaves que parece estar vigilándome.
Golpeo la puerta y espero a que la odiosa rubia de trenzas abra. ¿Por qué es tan molesta? ¿Está enamorada del chico?
—Agh... Otra vez tú. —dice cuando me ve.
—Si, a mí también me alegra verte, Bertha —agito la mano cuando paso por su lado.
—¡Gisselle! ¡Mi nombre es Gisselle!
—¡Como sea, Roberta!
Sigo mi camino hacia las escaleras y la subo de dos en dos. Hoy traje otra edición de mis favoritas, una de Shakespeare que me encanta: La fierecilla domada.
Toco la puerta dos veces antes de meter la llave para darle el tiempo suficiente para recibirme. No quiero entrar ahí y encontrarlo desnudo o haciendo alguna cosa vergonzosa.
—¡Buen día, rayo de sol!
Corro las cortinas a los lados para que la luz de la tarde entre en la habitación oscura. Cuando lo hago, puedo ver al chico gruñón acostado boca abajo en su cama.
Lleva un pantalón deportivo negro, sin camiseta y puedo ver perfectamente los músculos firmes de su espalda. Mierda. No piensas mal, Liz. No habla, así que me acerco con cuidado a su lado para mirarlo. Parece estar dormido, su respiración es lenta y sus facciones lucen relajadas.
—¿Qué miras? —me gruñe.
—¡Ahh! —doy un paso atrás por la sorpresa—. No miro nada, quería saber si estabas dormido.
—¿Para qué? ¿Vas a robar?
—¿Qué? ¡Claro que no! —exhalo ruidosamente con molestia—. ¿Cómo sabes que estoy tan cerca?
—Soy ciego, no sordo, tonta. Tu respiración se escucha en todo el cuarto y tu empalagoso perfume de rosas seguro molesta hasta a las abejas.
—No uso perfume —ruedo los ojos, aunque no puede verme—. Es mi humectante corporal.
—¿Ahora qué quieres?
—¡Vaya! ¡Como siempre de tan buen humor! —regreso a la silla de su escritorio para sentarme—. Voy a leer para ti, genio.
—Mierda. ¿No hay otra cosa que podrías hacer?
—¿Cómo qué? —pregunto abriendo mi libro y sin mirarlo a él.
—Como quedarte callada y dejarme dormir.
—Yo solo quiero leer. Así que puedes prestar atención o puedes dormir, tú decide.
Detengo la página en el capítulo 1 y comienzo a leer bajito. Si él quiere escuchar o no, es su problema. Mi trabajo es hacerle compañía, aunque él no quiera.
—¿Y qué lees? —pregunta luego se unos minutos.
—Shakespeare.
—Déjame adivinar —me molesta el tono de burla—. ¿Romeo y Julieta?
—No.
—¿No? —gira y se apoya en los codos para levantarse un poco.
—La fierecilla domada —vuelvo mi vista al libro.
—Oh, sí. La recuerdo —estira los brazos largos por detrás de su cabeza—. ¿Te identificas con Catalina por gruñona?
—De hecho, joven Graham —me burlo—. Usted es Catalina Minola, amargado y aislado del mundo.
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Luz y Sombras
RomanceEs solo un trabajo, ¿Cierto? El trabajo más sencillo y una buena paga solo por leer libros a un chico. Sin embargo, siento que hay algo más que no se menciona en el pequeño anuncio del periódico. Pero como ya he aceptado el empleo, tendré que descub...