No, por favor. Otra vez no.
Exhalo un suspiro de frustración mientras vierto la leche sobre mi cereal y tomo una cucharada grande que mantenga mi boca cerrada.
—Increíble... —susurro a nadie en particular—. No sé cuánto tiempo más podré resistir así.
Otra vieja canción country de Kenny Rogers suena en el estéreo de la sala, una vieja canción de amor que conozco por mi padre.
Dios, dame fuerza.
Tomo otro bocado de cereal y espero a que la puerta principal se abra, mi lindo esposo volviendo del trabajo como cada día. Lanza las llaves en la mesita de la entrada y se acerca para besarme.
—Hola, nena.
—Hola, bebé —le devuelvo el beso—. ¿Qué tal el trabajo?
Sus hombros se encogen.
—Igual que siempre —besa la cabecita de nuestra bebé a mi lado, en el portabebé—. ¿Cómo está?
—No para de llorar y estoy comenzando a fastidiarme. ¡Lo juro! Solo come, duerme y sigue llorando. —levanto a Grace en mis brazos—. Haz que se detenga, lo digo en serio. Un Graham llorón es suficiente en esta casa.
Señalo con la cabeza hacia la sala, al hombre rubio en mi sillón que desgarra alguna pobre canción con su desafinada voz.
—Y dile que pare con las tostadoras, John. Tres son suficientes.
Hace dos semanas, Kyle apareció en nuestra puerta trayendo una tostadora de regalo por nuestra mudanza de un mes antes. Volvió al día siguiente con otra y tuve qué preguntar, yo y mi gran bocota.
Otra tostadora después, por fin nos reveló que Amanda terminó su breve relación y ha estado en mi sofá desde entonces. No trabaja, no se va y solo está ahí, existiendo.
Camino a la cocina con Grace y mi tazón para darle espacio a John, pero igual lo escucho cuando se acerca a Kyle.
—Hey. —saluda con incomodidad.
—John.
La canción termina y empieza otra, los bajos sollozos de mi cuñado escuchándose por encima de la música.
—Escucha, creo que deberías hablar con Amanda y explicarle el asunto.
—Ella no quiere escucharme, dice que no lo entiendo.
—¿Y? —pregunta mi esposo.
—Tiene razón, no sé qué hice mal ahora. Estaba esforzándome con ella, lo juro.
—Tienes qué parar con los regalos, hermano. No quiero cargar de nuevo todo hasta la tienda de segunda mano.
Kyle ríe bajito, apenas una respuesta.
—Entendido.
Permanecen en silencio por unos minutos, el tiempo suficiente para que acabe mi cereal y lleve a Grace a la habitación para su siesta de la tarde.
Cambio su pañal, toma un biberón y la arrullo hasta que se queda dormida. La coloco en su cuna con cuidado, luego tomo la libreta para seguir escribiendo el cuento infantil que deseo publicar.
—El señor sol y la señora luna decidieron que encontrarían la manera de estar juntos, desafiando a todos aquellos que querían separarlos. Un día...
—¿Nena? —John asoma la cabeza en la habitación de Grace—. Creo que deberías intentar tú hablar con él.
—¿Por qué?

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Luz y Sombras
RomantiekEs solo un trabajo, ¿Cierto? El trabajo más sencillo y una buena paga solo por leer libros a un chico. Sin embargo, siento que hay algo más que no se menciona en el pequeño anuncio del periódico. Pero como ya he aceptado el empleo, tendré que descub...