Capítulo 8

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—¿Qué dijiste?

—Que yo maté a mi madre.

Las palabras golpean profundo en algún lugar dentro de mí, pero no consigo comprenderlas del todo. Mi mente viaja rápidamente a ese artículo sobre el accidente. Cuando leí "un herido de gravedad", asumí erróneamente que era John. ¿Su madre era la otra pasajera en ese auto?

—¿Cómo fue? —pregunto mientras mi mente procesa la información.

—Fue mi culpa. —cierra los ojos y eleva su rostro al cielo. El recuerdo debe estar intacto aún en su memoria, pero no se permite llorar—. Acababa de cumplir los 18 años y mamá me compró un auto.

Sonrío ante su recuerdo.

—Suena a una mujer muy dulce.

—Lo era. Mamá era la mejor, y no lo digo solo por el auto —una pequeña sonrisa se estira en sus labios, pero desaparece tan pronto como llegó.

—Entonces te llevó a dar una vuelta —digo para alentar la conversación.

—Si. Ella subió al auto conmigo y conduje por la carretera. Mi velocidad era moderada y el auto se sentía bien, pero un tráiler invadió mi carril y nos lanzó por el costado. No sé cuántas vueltas dimos, perdí el conocimiento después del impacto.

Un jadeo de horror se me escapa. ¡Qué cosa tan terrible! ¡Dios Mío! ¡Este chico no solo sobrevivió a un terrible accidente y a perder la vista, sino que también perdió a su madre!

Ahora entiendo su actitud, su aislamiento y sobre todo su rechazo hacia su hermano. ¡Ha pasado por muchas cosas horribles en tan poco tiempo!

—Lo siento mucho. —las palabras brotan de mi boca con total honestidad. No quiero hacerlo sentir incómodo y agradezco que haya decidido compartir esa información conmigo—. Y también siento tanto que tengas un hermano estúpido e insensible.

John ríe un poco, sus ojos grises me miran fijamente como si tratara de reconocer mi rostro. Luego recuerdo todo lo que planeé para hoy.

—¿Qué pasa? —pregunta cuando me incorporo.

—¡Lo olvidé! Traje algo para nosotros, no te muevas, ¡No me tardo!

Corro hasta mi amado Buck y cargo las bolsas en mis manos. Dejé el mantel y la cesta, pero llevo el resto de las cosas.

—Ven conmigo, quiero sentarme frente al lago.

No puedo hacer más que mirarlo por mis manos ocupadas, pero se levanta con cuidado para seguirme. Aún gruñe de dolor cuando camina detrás de mí y no puedo contener más el enojo.

—¿Te ha golpeado antes? —pregunto, dejando las cosas sobre la madera del muelle, en el límite entre el pasto y la madera.

—Si.

Maldito... Imbécil... Monstruo... —gruño de coraje—. ¡Ojalá sus trajes perfectos se arruguen! ¡O que Bertha los queme con la plancha!

Sigo sacando las cosas de las bolsas lanzando maldiciones al cielo esperando que caigan sobre Kyle Graham. Pero es la risa de John la que me hace detenerme.

—¿Qué dices? ¿Quién mierdas es Bertha? —está sentado a mi lado, con una expresión divertida.

—Oh, ¿No lo sabes? Odio a tu ama de llaves y la llamo Bertha para hacerla enojar.

—Me parece bien —vuelve a reír y le entrego un jugo de naranja—. ¿Qué es esto?

—Un picnic.

—¿Por qué?

—Porque es divertido, John.

—Empiezo a creer que eres más inmadura que yo.

—¿Yo? ¿Inmadura?

—Si.

—Cállate ahora y come. —pongo el emparedado de queso en su mano.

—¿Qué más traes ahí? ¿Alcohol?

—No —ruedo los ojos—. No me vas a usar para embriagarte.

—Pero soy mayor de edad. —corrige, frunciendo el ceño.

—Entonces sube a mi camioneta y te llevaré. Pero ni creas que voy a entrar a una licorería.

—¿Y el aburrido soy yo, abuela?

—Agh, cállate. —empujo su hombro con el mío.

Este picnic está resultado mejor de lo que imaginaba. Cuando volteo a verlo de nuevo, sus ojos grises están fijos de nuevo en mí y los rayos del sol que se reflejan en el lago Cunningham los iluminan. Por un segundo creo que él me ve perfectamente.

Su torso gira levemente hacia mí y me quedo inmóvil perdida en las tormentas grises que son sus ojos, por lo cual me sorprende cuando pega sus labios a los míos. Por un segundo no sé qué está pasando. Estábamos conversando y ahora está besándome tranquilamente, como si fuera lo más natural entre nosotros.

Presiona mi labio inferior con fuerza, haciéndome abrir la boca y finalmente corresponder su beso suave. El aroma de su colonia me inunda, y soy incapaz de alejarme, aunque lo intentara.

¿Qué haces? Me regaño a mí misma, pero mis labios no se aparta de él. Es tan suave, tan dulce... Y tan vulnerable.

Eso rompe la magia del momento y me aparto de él lentamente. No pretendo rechazarlo o hacerlo sentir mal, solo que creo que no es el momento después de todo lo que acaba de pasar.

—Tampoco así me convences de comprarte cerveza —digo para cambiar el tema.

John vuelve a sonreír y me doy cuenta de que no he dejado de mirar sus labios desde que nos apartamos.

—Traje dulces —lanzo un montón de chocolates en sus manos en otro intento de desviar el tema—. Y galletas.

Dejo el empaque en sus manos y sigo rebuscando entre las bolsas vacías por algo que sé que no compré.

—¿Ahora quieres inducirme algún coma diabético?

—¿Sabes? Me encanta que te rías de mi todo el tiempo, incluso supongo que cuentas los minutos para verme —suelto con sarcasmo.

—No diría exactamente que cuento los minutos —apoya su mano en la barbilla como si lo pensara—. Pero si espero que sea la hora de molestarte.

—Tan lindo —le dedico mi mejor sonrisa falsa—. ¿Quieres comer las galletas sí o no?

—No ahora, ¿Qué te parece mañana?

—¿Mañana? —repito, confundida porque es fin de semana y no trabajo—. ¿Qué quieres hacer mañana?

—No lo sé, tal vez pueda mostrarte la casa de los botes.

—¿Y vas a convencerme con galletas para entrar ahí? Seguro está lleno de arañas e insectos.

—¿Lo harías por tres galletas? —sacude el empaque frente a mí.

—No.

—¿Seis galletas?

—Mmm — finjo pensar mis opciones.

—Y dos chocolates —levanta el empaque con la barra de cacao después de olerlas.

—Dos barras.

—Bien, entonces tenemos un trato. Te veo mañana, Liz.

Besa mi mejilla y se levanta del muelle llevando todas las golosinas consigo.

Bien, mañana será.

Luz y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora