Capítulo 16

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—¿Liz?

Amanda levanta la cabeza por encima del sofá para mirarnos, aunque su vista se fija en el chico detrás de mí con camiseta y jeans oscuros. Levanta una ceja con expresión de curiosidad y me señala.

—Qué bien te lo tenías guardado. — Sonríe.

—Amanda. —niego con la cabeza, pero me detengo frente a ella para hacer las presentaciones—. Él es John. John, te presento a mi mejor amiga Amanda.

La rubia estira su mano hacia él, pero John pasa sus brazos por mi cintura para evitar su mano y sonríe.

—Mucho gusto, soy John Graham.

Amanda me mira con curiosidad, seguramente confundida porque el chico detrás de mí ignoró su saludo de mano extendida. Pero antes de que pueda explicarlo, su expresión cambia.

—¿Graham? ¿No es esa la familia para la que trabajas? —me acusa—. ¿Eres la nana de su hermano menor?

Mierda, Amanda.

—No exactamente... —balbuceo buscando una explicación lógica y que no me haga parecer una asalta cunas.

—Dile, bebé, que no tengo hermanos menores. —agrega él besando mi hombro.

Señalo con la cabeza hacia John, y veo como la expresión de mi mejor amiga cambia por una de gran sorpresa.

—¡Santa mierda! ¿Él es el niño que cuidas?

—¡Amanda!

—No soy un niño. —gruñe el chico—. ¿Verdad, bebé?

—¿Bebé? —Amanda se cubre la boca para dejar de reír.

Señalo a mi amiga para que guarde silencio, segura de que tan pronto como estemos solas va a acosarme con preguntas indiscretas. Camino hacia mi habitación con John aún aferrado a mi cintura.

—¿Por qué piensa que soy un niño? —dice cuando cierro la puerta.

—Cuando leímos la solicitud de tu padre, asumimos erróneamente que se trataba de un niño porque no especificó tu edad.

—Bien, olvidémoslo. ¿Esta es tu habitación?

—Si.

—¿Dónde está el vestido?

—Colgado a tu derecha. —señalo, pero le doy un empujón en la dirección correcta para guiarlo.

Sus manos acarician la suave tela gris en el gancho. Los tirantes delgados cruzados sobre la espalda son lo más llamativo en él, el resto del vestido es bastante sencillo.

—Me gusta. —dice cuando acaba su inspección.

—¿Si?

—Si, pero podría darme una mejor idea si te lo pones.

—¿Ahora?

—Si, ¿Por qué no?

—Pequeño pervertido. —le dedico una mirada de ojos entrecerrados—. Tendrás que esperar a mañana.

—Liz...

—No.

La persiana de mi ventana está tan abierta que ilumina la pequeña habitación perfectamente. La cama en el extremo, el escritorio del otro lado y algunas cajas con libros que estoy empacando se ubican en el piso.

—Ten cuidado. — digo cuando camina alrededor—. Soy algo desordenada y no quisiera que te golpearas con algo. ¿No te gustaría salir a comer algo?

—Claro, ¿A dónde?

—Aquí cerca está una pizzería.

—¿Pizza? —dice y me doy cuenta de lo ansiosa que estoy.

—Si, pizza. ¿Vamos?

No responde, pero se dirige de vuelta a la puerta de mi habitación así que lo sigo. Puedo hacer tiempo en la pizzería antes de llevarlo de vuelta a su casa.

El local de pizzas está a media cuadra, así que caminamos hasta ahí. Me preocupa un poco exponer a John a lugares desconocidos, así que tomo su brazo y me aferro a él mientras voy describiendo el camino.

—¿Dónde quieres sentarte? —pregunto en cuanto entramos, un poco distraída pero él solo arquea una ceja.

Lo llevo hasta una mesa del centro para que se siente mientras voy al mostrador a ordenar la pizza y los refrescos. El lugar no está muy concurrido, por eso puedo ver a las tres chicas que pasan por la puerta a mi lado.

Dirigen su vista al centro y señalan la mesa junto a nosotros. Observo con cuidado como una de ellas nota a John y comienza a sonreír coqueta. No tarda mucho en que sus amigas noten al mismo chico de ojos grises y sonrían como bobas. Y no las culpo, si no lo supiera del problema visual de John, también utilizaría mis mejores gestos coquetos en él.

—Una pizza mediana de pepperoni y dos refrescos regulares. —le pido al chico con la gorra de pizza y le doy el billete.

—Enseguida. —me entrega el ticket y los vasos para que los llene de refresco.

Camino hacia la máquina dispensadora mirando aún al trio de bobas que baten sus pestañas tratando de llamar la atención de John. ¡Qué falta de respeto!

—¿Bebé? —lo llamo en voz alta y firme—. ¿Refresco regular está bien?

Los sirvo, luego dejo el vaso a su lado y levanta su vista hacia mí, guiándose por el sonido de mi voz. Me siento frente a él, pero antes de hacerlo les lanzo una mirada acusadora a las bobas.

—¿Me llamaste bebé? —se ríe.

—Si, cállate ahora. —susurro para que no escuchen.

Unos minutos después el chico trae nuestra pizza y los platos. Tomo con cuidado un trozo para ponerlo frente a John y advertirle que está caliente.

—¿Salsa picante? —agito la botella.

—Claro.

Seguro parezco una novia sobreprotectora, o peor aún, su madre. Pero deslizo el vaso a un lado para que no se derrame y acerco un par de servilletas más cerca de él.

—¿Vienes mucho por aquí?

—No. —muerdo el trozo de pizza—. No acostumbro a salir mucho.

Él se ríe y dice algo, pero mi atención está puesta en las chicas que cuchichean algo y señalan hacia nosotros. Que irritantes, no me gustaría tener que ir al baño y regresar para encontrarlas en nuestra mesa.

—¿Terminaste? —su voz me saca de mis pensamientos paranoicos.

—Si, ¿Y tú?

—Si. ¿Volvemos a tu departamento? —sorbe el resto de su refresco con el popote.

—Creo que debería llevarte a casa.

—No. —pone el vaso sobre la mesa con una expresión seria. ¿Ahora qué trama?

—No te puedes quedar en mi departamento. —le gruño bajito.

—No dije eso. —hace un gesto de irritación—. Estaba pensando en que llames a mi papá para que mande a su chofer por mí.

—¿No quieres que te lleve?

—Lo que no quiero es que conduzcas y se te haga tarde. Papá seguro está por salir del despacho y puede pasar por mí.

—Bien. Lo llamaré.

Saco el móvil y busco su nombre entre mis contactos. Escucho el repiqueteo del primer timbre, pero John estira su mano hacia mí para que se lo entregue.

—¿Papá? Soy yo. Estoy en el departamento de Liz, por Millard Heights y se me hizo un poco tarde. ¿Vienes por mí?

—¿John? —escucho la voz del señor Graham, confundido—. ¿En dónde dijiste que estás?

Mierda.

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