Extra 02

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3 años después.

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Apenas estaciono afuera de nuestra casa, sé que algo no está bien.

El auto de John está parado en la entrada, como siempre lo está cuando llega antes que yo de su trabajo en la academia.

Bajo de mi auto con el móvil en la mano en caso de que tenga qué llamar a la policía y me acerco con cuidado a la ventana de la sala.

Extraño.

Todas las luces están apagadas, incluso la televisión de la sala donde creí que encontraría a mi esposo. Todo es absoluto silencio.

¿Estará en la habitación y olvidó encender las luces?

Busco mi llave de la entrada para abrir la puerta, atenta a cualquier sonido o movimiento. Escucho el clic de la cerradura y empujo.

—¿John? —lo llamo mientras busco el interruptor de la luz en la pared—. ¿Estás aquí?

Antes de que alcance el botón, un suspiro y su voz me detienen.

—No lo enciendas. —dice.

¿Está aquí? ¿En la oscuridad?

—Bebé, ¿Hay alguna falla en el servicio eléctrico? ¿Olvidé pagar el recibo? —pregunto porque es lo único que se me ocurre.

Otro suspiro.

—No, amor.

Cierro la puerta detrás de mí y camino a tientas en la oscuridad hacia donde creo que está mi esposo.

—John, estás asustándome. ¿Qué está mal?

Estoy tan acostumbrada a tener las luces encendidas, las lámparas y la televisión que me cuesta orientarme. Tocó el sofá más grande y sigo arrastrando los pies por la alfombra.

—Casi lo logras —se ríe y eso me basta para llegar hasta él.

Está sentado en el piso, con la espalda recargada en el otro sillón y con las piernas estiradas hacia el frente. Toma mi mano y estira para que me siente junto a él.

—Ven aquí, nena —apenas me siento, apoya su barbilla en mi cabeza.

—¿John? —insisto, porque todo esto me tiene un poco alterada.

—Todo está bien, no olvidaste el recibo —aún sostiene mi mano con la suya, así que percibo el ligero temblor en él—. A veces me gusta apagar las luces y tratar de memorizar todos los objetos de nuestra casa.

—¿Por qué? —chillo sin pensarlo—. ¿Qué está pasando? ¿Son tus ojos?

—No.

Lo dice y exhaló aliviada, pero todavía intranquila por todo este deja vu, con un solitario chico de ojos grises.

—... Pero tengo miedo. Miedo a que perder mi vista de nuevo, a perderme de nuevo en las sombras.

Oh.

¿Cómo se responde a eso? No puedo, permanezco en silencio, pasando mis brazos por su torso para abrazarlo más.

—Tengo miedo de despertar un día y darme cuenta que todo fue un sueño, y no tenerte, ni a Grace.

Lo abrazo más fuerte en respuesta. Olvidé lo noble y sensible que es mi chico, y lo mucho que le afectó la muerte de su madre. Como esposa sobreprotectora que soy, no quiero que sufra.

—Pero me tienes y a Grace, estamos contigo. Esto es real, John. Todo lo que hemos pasado, lo que hemos construido.

Besa mi cabeza y vuelve a apoyar la barbilla en ella.

—¿Por qué tienes estos pensamientos? ¿Qué ocurrió?

No puedo verlo, pero si sentirlo. Su piel cálida contra la Sofía, el olor de su colonia y la sensación de que estamos de nuevo en su habitación en la casa de sus padres.

Vacila solo un momento.

—Tenemos un nuevo alumno en la academia, un niño huérfano... Y es ciego.

Dios mío.

—¿Qué edad tiene?

—6 años. La casa de acogida que lo cuida pensó que sería buena idea que recibiera clases.

—Es muy pequeño —suspiro también, compartiendo su dolor.

Él era mucho más grande cuando ocurrió el accidente, no me imagino cómo es para este pequeño niño.

—Sé que dijimos que tendríamos otro bebé el próximo año, pero siento... Siento que debo hacer algo.

Ahora sé a dónde se dirigen sus pensamientos. Siento que lo amo más cada vez porque se ha convertido en un hombre admirable.

—Hagámoslo, bebé. Adoptemos a este niño.

No lo veo, pero sé que sus cejas se arquean en su frente.

—¿Lo dices en serio?

—Si.

—Liz —usa un tono firme para asegurarse que estoy de acuerdo.

—Vamos a hacerlo, John. Traigamos a ese pequeño a casa, estoy segura que a Grace le gustará tener un hermano.

—Creo que sí —lo libero un poco para levantar la cabeza y besarlo pero se aparta—. Nena, ¿Dónde está Grace? ¿En tu auto?

¡Oh! ¿No lo dije?

—Amanda se ofreció a cuidarla hoy.

—¿Por qué?

—Porque le dije que tal vez tendrías algo planeado —espero un momento para ver si lo recuerda. Como no lo hace, agrego:—. Feliz aniversario, John.

Su respuesta es empujarme sobre mi espalda sobre la alfombra de la sala.

—¡Nena, lo olvidé! Lo siento tanto.

Sabiendo todo lo que había en su mente en los últimos días, me sorprendería que lo recordara.

—No se preocupe, señor Graham. Aún tenemos varias horas y la casa solo para nosotros —acaricio su cabello con suavidad.

Tengo una idea.

Me arrastro debajo de él y me pongo de pie, quitándome la blusa lo más rápido que puedo. Luego la lanzo en su cara.

—Agh, ¿Qué es esto? —se queja.

—Adivina, mi amor.

No puedo verlo, pero sé que está oliendo el perfume de la prenda y dándose una idea de lo que ocurre.

—Nena... —ahora es un gruñido—. ¿Te estás sintiendo un poco traviesa?

Esta vez le lanzo el sostén como respuesta.

—Atrápame, bebé.

Quisiera correr, pero me preocupa tropezar en la oscuridad y lastimarme. En cambio, camino por dónde creo que están las escaleras.

Lo escucho levantarse del piso y venir detrás de mí por las escaleras.

—¡Sin encender las luces, John! —chillo antes de entrar a la habitación.

Me deshago de los pantalones y me subo a la cama, escuchando solamente mi respiración agitada por correr. Antes de que pueda decir algo, siento la respiración de John sobre mi mejilla derecha.

—Eso fue pan comido, nena. Soy el rey de las sombras.

Engancho mi brazo en su cuello y tiro de él para ponerlo encima de mi.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte, bebé. Siempre me encontrarás.

En la luz o en la oscuridad.

Luz y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora