Capítulo 22

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—Deja que te ayude con eso.

Tomo la toalla de sus manos para comenzar a secar su cabello. La toalla atada alrededor de mi cuerpo absorbe la humedad de mi cabello.

—Oficialmente eres la mejor novia que he tenido. —sonríe divertido y yo arqueo una ceja. ¿La mejor novia? ¿Cuántas novias ha tenido en realidad? La Liz curiosa y la Liz celosa asoman la cabeza.

—¿Has tenido muchas novias?

—No, pero aun así eres la mejor.

Tonto...

—¿Y qué hay de ti? ¿De cuántos estamos hablando?

—¿Lo dices en serio? —chillo estrujando su cabeza con la toalla—. Qué grosero eres, no he tenido ningún novio formal, es decir... He salido con algunos chicos, pero no llegamos a nada.

—¿Quiénes y dónde viven?

—¡John!

—¿Qué? Quiero saber si aún hay alguien de quien debería cuidarme.

Paso la toalla sobre su cara para que deje de hacer preguntas tontas. Me parece adorable que sea un poco celoso y que su mayor preocupación en este momento sea mi pasado y no el suyo.

—Termina de vestirte, tengo que irme. ¿Podrías prestarme ropa de tu hermana? Prometo traerla de vuelta mañana.

—No.

¿Pero qué? Lo miro, confundida por su respuesta, hasta que lo veo caminar hacia un cajón y tomar varias cosas que luego lanza hacia la cama.

—Ponte eso.

—¿Tu ropa?

—Si.

—¿Por qué?

—Porque eres mi novia, ¿Cómo voy a permitir que uses ropa de otra chica? Sin importar que sea mi hermana.

—Creo que exageras. Además, ¿Bóxer?

Levanto los calzoncillos blancos y me siento estúpida al instante porque ni siquiera sé si puede mirarlos. Comienzo a vestirme usando la toalla como escudo.

—Puedes irte sin bragas, pero definitivamente te pones el suéter porque no quiero que llames la atención.

¿Ya mencioné que me resulta adorable?

—No creo que a las demás personas les importe si llevo o no sostén.

—A mí me importa. —termina de ponerse los pantalones de chándal, luego toma la camiseta que sacó para él. Genial, ropa idéntica para ambos.

—¿Seremos de esas parejas que usan ropa a juego?

—Oh, sí.

—Tengo que irme ahora, te veo mañana... Bebé.

Se sienta en la cama con una gran sonrisa, así que me acerco solo lo suficiente para besarlo, un piquito chiquito.

Dios mío, ¿Qué estoy haciendo? Me sonrojo solo de pensar en la rapidez con la que este asunto pasó de trabajo a placer en solo algunas semanas. Creo que estoy perdiendo el sentido común.

—¿Segura que tienes que irte ahora?

—Si —canturreo—. Tengo que ir a casa a hacer algunas tareas y mañana a clases. No irás a extrañarme, ¿O sí?

—Claro que sí.

Tomo mis cosas para irme asegurándome de llevarme las bragas mojadas y el sostén porque, aunque me encantaría causarle molestias a Gisselle, no me atrevo a dejar más evidencia.

—¡Adiós, nena!

Cierro la puerta y bajo con rapidez, las escaleras. Tuve que tomar prestados unos tenis converse de John que me quedan grandes, pero servirán para no salir descalza.

Lo bueno es que puedo usar mi pago para hacer algunas compras y reponer la ropa que se mojó en el lago porque... La paga es buena.

Abro la puerta principal y antes de que pueda reaccionar, choco de frente con el rubio idiota que cada día tolero menos. Arquea una ceja cuando me mira de arriba a abajo con la ropa de su hermano y exhala ruidosamente.

—Púdrete. —le gruño cuando retomo el camino hacia afuera.

Llego al departamento y encuentro a Amanda sobre la mesa del comedor con su laptop y un montón de libros. Además de estudiar periodismo, se unió al club de la revista de la universidad.

—¿Tienes hambre? Estaba pensando en pizza y... ¿Qué rayos te pasó?

—¿De qué hablas?

—¿Te inscribiste a clases de hip-hop y no me dijiste? —arquea la ceja.

—¿Lo dices por esto? —miro la ropa y el suéter con el logo de un equipo deportivo—. Es ropa de John.

—Oh, sí. —dice en un tonillo perverso—. Te estás cuidando, ¿verdad? Soy muy joven para ser tía.

—¡Amanda!

—¿Qué? ¿Vas a decirme que no estás disfrutando enormemente ese trabajo?

—Si, pero ese no es el punto. —siento el calor subir por mi cuello—. La verdad es que si me gusta mucho John y estamos dándonos una oportunidad.

—¡Eso es genial! —agita su cabeza con emoción—. ¿Entonces van en serio?

—Si. Creo que somos novios, aunque no recuerdo con exactitud en qué momento dije que sí.

—¿No lo recuerdas? —se ríe.

—Bueno, de alguna forma terminamos en un lago congelado así que mi concentración no estaba en su mejor momento. Pero cuando estábamos en la ducha dijo que...

—¡Dios mío, Liz! ¿En la ducha? ¡Eso sí que es sexy!

—No pasó nada en la ducha, Amanda, concéntrate. Lo que quiero decir es que de alguna forma estuvimos de acuerdo en ser novios y pues... Lo somos.

—Estoy sorprendida. —vuelve a sonreír—. Y muy contenta porque se ven muy lindos juntos. ¡Me encanta!

—¿Gracias?

Amanda vuelve a la computadora para seguir escribiendo mientras voy a la cocina por un sándwich. Aún tengo cosas pendientes, así que me apresuro a terminar antes de irme a dormir con mi nueva camiseta cortesía de mi novio.

Las clases en la universidad se vuelven más cortas cada vez, sobre todo porque lo único que hacemos es entregar los trabajos finales y preparar las evaluaciones, lo que me deja con algo más de tiempo libre.

Estoy buscando las llaves en la mochila para subirme a Buck cuando mi teléfono suena con una llamada. La pantalla dice Sr. Graham y por un momento el pánico me invade.

Lo sabe y va a despedirme... O peor. Vestiré el traje naranja.

—¿Señor Graham?

—¡Elizabeth! Cariño, llamo para avisarte que ésta tarde estoy llevando a John al médico, por lo que no es necesario que vayas.

—Bien, yo... ¿Quiere que lo acompañe?

Puedo hacer eso, ¿verdad? No es extraño que quiera acompañarlo a su cita, ¿O sí?

—No es necesario. Te espero mañana a la hora de siempre. Que tengas buen día, cariño.

Y cuelga. ¿Por qué lo lleva al médico? ¿Paso algo? ¿Es una revisión de rutina? Rayos, estoy preocupada y no sé si debería insistir en acompañarlos.

Supongo que esperaré a mañana.

Luz y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora