XXVIII

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Semana 19.

Perspectiva de Taro, primera persona.

Esto va mal, mal, mal.

Papá no me cree. ¿Cómo va a creerme? No puedo culparlo, debo estar haciendo algún gesto raro con mi cara, si me está viendo así. Hace un rato ni siquiera me di cuenta de la expresión que tenía, hasta que él me lo dijo y me miré al espejo.

Yo… sólo quiero que se vaya. Debería estar pintando el cuadro del monte Fuji, siempre se ocupa en eso. ¿Por qué había venido a verme, en primer lugar? Cuando entró, preguntó por qué no comí. ¿Se habría evitado esto si yo salía a comer? Si es así, desearía haberlo hecho antes. Tal vez aún puedo…

—¿Y de quién te acordaste? 

La voz de papá me regresa al momento. Siento enseguida que algo no está bien conmigo. Me siento pesado, desganado; no es que no quiera hablar, es que no puedo. Cuando quiero abrir la boca y ser sincero, no sale nada. 

A papá nunca le hablé de él, así que, si le digo su nombre, me hará un montón de preguntas que no quiero contestar ahora. No sé cuándo podré contestarlas, en realidad. Ojalá no tuviera que hacerlo nunca.

Aún así, tampoco puedo decirle que me acordé de Tsubasa, de Shingo, de Matsuyama; a ellos sí los conoce, y precisamente por eso no me creerá o, en todo caso, me preguntará más cosas, de todas maneras. Sólo quiero que se vaya, pero no puedo decírselo o se preocupará y me seguirá preguntando. 

Creo que no hay manera de evitar más esta charla, conozco la insistencia de papá. Takeshi tenía razón. Traté de evitar que alguien me viera ir a la cancha, pero Matsuyama y Misugi me vieron desde el principio. Ojalá pudiera ser invisible.

De seguro papá seguirá aquí, no importa cuánto quiera prolongar las cosas. Takeshi me dijo que tarde o temprano iba a pasar. Takeshi… Me pregunto si él ya habló con Kōjiro. 

Casi me siento mal por no sentir culpa de no haberme interesado más en él, no volví a hablarle desde hace semanas. Estaba demasiado concentrado en el asunto de… bueno, de Genzo.

—De alguien que me dijo algo similar, pero no lo conoces.

—¿Algo similar? —pregunta sin dejar de mirarme.

—Sí. Me dijo algo como que si tenía un problema, al menos debía hacer el intento de resolverlo. Después me acostumbraría y mejoraría.

—Bueno, tiene razón. Quizás ahora que nos quedaremos en Shizuoka, pueda conocerlo.

Ah, papá no me hace las cosas más sencillas. Me arden los ojos, pero siguen secos; en cambio, creo que estoy sonriendo de más. No puedo evitarlo. Sólo espero que no vuelva a preguntar si estoy bien, no sabría qué contestarle. 

Si le hubiera hablado de Genzo, ¿le habría caído bien? ¿Habría tenido la oportunidad de presentarlos? Ya no importa. Genzo ni siquiera me consideraba como un amigo, después de todo. 

“Así es la vida”; he escuchado a los adultos decir eso, supongo que aplica para casos como éste. Ya lo he aceptado, ahora sólo quisiera poder quitarme de encima esta sensación de que algo va mal.

—¿Y esa risa? —me pregunta. Entonces, ¿me reí? No me di cuenta. ¿Qué tipo de risa fue? Creo que estoy parpadeando mucho.

—Es que eso no se va a poder, papá. El periodo escolar termina en tres semanas, pero ya dejó de ir a clases.

—¿Ya no va? —Muevo la cabeza para decirle qué no. Parece confundido; yo sólo sigo esperando que no pregunte más—. ¿Por qué?

Ah, aquí está otra vez esa sensación. Me arden los ojos, pero creo que ya no están secos. Me pica la cara. He sonreído tanto, que ya no puedo hacerlo más o la sonrisa se me saldría del rostro.

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⏰ Última actualización: Jul 25 ⏰

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