XVII

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Semana 11.

Narrador omnisciente (tercera persona).

Taro quiere conocer mejor a Genzo.

Lo tiene de compañero en el aula, pero no sabe cómo es realmente. ¿Es callado, como en las clases, o intenso y voluntarioso, como en la cancha? Quizás ambas versiones son parte de él.

El último día de la semana anterior vio su partido contra el Toho. Ganaron. Tiene muchísimas preguntas: ¿Por qué Tsubasa sabía que Genzo le enviaría el balón a él? ¿Cómo hacían Hikaru y Jun para leer los movimientos del otro?

Debe acercarse si quiere saber. Ese día no pudo ir con sus amigos, porque ellos ni siquiera sabían que estuvo allí y preguntarían por qué se apartó. No había razones particulares, solo una larga historia que no tiene ganas de contar.

Lo más adecuado sería dirigirse directamente a Genzo, así cumpliría lo prometido a Takeshi y mataría dos pájaros de un tiro. Hablando de Takeshi, Taro piensa que debe preguntarle cómo estuvo su propia final; seguramente su equipo ganó el torneo por tercer año consecutivo.

—Ganamos —confirma Sawada al salir del salón—. ¿Cómo estuvo el soccer?

—Genial, también ganaron. —Sus ojos se desvían adonde Genzo, Mamoru y Tsubasa conversan.

—No has hablado con Wakabayashi, ¿cierto?

—No he tenido oportunidad.

—Bueno, ahora la tienes. —Misaki lo mira consternado.

—Dijiste que te lo encuentras de camino a casa, ¿no? Tu casa no es cercana a la mía, entonces, la suya tampoco me queda de paso. No puedo acompañarlo como tú, ni siquiera sé dónde vive exactamente.

—No es necesario; hoy tienen práctica. Puedes aprovechar.

Takeshi se despide y le dice a Taro que lo piense. El castaño analiza la situación y concluye que de todas formas quiere ver el entrenamiento y no hay nada que perder si las nacionales ya han terminado.

Entonces, espera unos minutos para que comience el juego de simulación y por fin pueda acercarse sin que nadie lo note. No era que ocultase algo, pero prefería alejarse antes que volver a mentir, negándose a participar porque supuestamente era malo o no le gustaba mucho el deporte.

El tiempo pasa y, como por cosa de suerte, Genzo es el último en seguir en la cancha, así que Taro suspira, toma un balón que rueda hasta él conforme se acerca, y dice:

—Hola.

Genzo alza la vista y sus ojos brillan de puro desconcierto: Taro Misaki soreía tímidamente frente a él.

—Hola —responde sin alguna emoción específica reflejada en su tono.

—Vi el partido de prueba —Taro pone la pelota en el suelo y la mece hacia atrás y adelante con su pie izquierdo—: estuvieron muy bien, eres un gran portero. Siendo el capitán, no me extraña la victoria del equipo en las nacionales.

—Gracias —expresa sin saber realmente qué decir—. ¿Tú no juegas? —Casi se muerde la lengua al preguntar algo cuya respuesta ya sabía, pero necesitaba fingir.

—No —contesta deteniendo la pelota; no luce tenso, sin embargo—, pero me gusta observar.

—Ya veo —se lamenta al notar que el chico continúa escondiendo sus habilidades—. No me he presentado: soy Genzo Wakabayashi.

—Lo sé. —Sonríe de nueva cuenta—: Vamos en el mismo grupo.

—Lo sé —imita—. Eres Taro Misaki, ¿cierto?

—Cierto —confirma sin romper el ambiente amigable—. Entoces... ya dije lo que tenía que decir, además, estás entrenando. Supongo que es hora de irme.

—Podrías ayudarme con los tiros —indica de abrupto. La idea le llegó de repente y debía exteriorizarla antes de que el castaño se fuera, agregando al notar la perplejidad de éste—: Si quieres.

El silencio reina la cancha durante varios segundos; su propuesta tomó a Misaki desprevenido. El susodicho muerde sus labios con indecisión: el miedo de siempre lo acompaña, sin embargo, no hay muchos riesgos. Solo eran tiros, además, juzgando a Genzo por su comportamiento en el aula, parecía discreto.

Cuanto más quiere negarse, más se dice a sí mismo que no habrá otra oportunidad como ésta, porque se nota que Wakabayashi ama el soccer y Taro siente mucha curiosidad por la forma en que Takeshi insistió en que le hablara.

—Supongo que es un no —dice Genzo, preparándose para correr. Después de todo, él también practica baseball y necesitaba mantenerse ágil.

—No. —Taro mueve la cabeza de un lado a otro, corrigiéndose—: Estaré encantado de ayudar.

Genzo tiene que suprimir el orgullo que siente: consiguió que Misaki aceptara mínimo patear la pelota.

Rápidamente, retoma su espacio delante de la red y, señalando con sus ojos el balón a los pies de Taro, pide:

—Apunta a las esquinas superiores —Misaki asiente recuperando su sonrisa.

—Entendido.

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