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Pelea

Eliana Fritz

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Año 854

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En medio del bullicio de la celebración, me encuentro sentada en el suelo de mi celda, sintiendo un peso abrumador sobre mis hombros. La alegría que se manifiesta afuera parece un cruel contraste con el tormento que siento dentro. El ruido de la fiesta y las voces de los soldados celebrando su victoria sobre Marley son casi inaudibles frente al grito interno que llevo dentro.

Miro a Eren en la celda opuesta, arreglándose el cabello frente a un pequeño espejo. Me duele verlo tan sereno mientras yo estoy en esta prisión, atrapada entre el dolor y el miedo. No puedo soportar más el silencio y la angustia, así que decido preguntarle.

— Eren, ¿fuiste tú el que dijo que soy Fritz? — mi voz tiembla al hablar.

Eren, sin apartar la vista del espejo, responde con frialdad. — Sí, fui yo. Pensé que era lo mejor.

No puedo evitar sentir una profunda desesperanza. — Eso no puede ser lo mejor. Solo quiero morir y descansar en paz.

Mi voz se quiebra mientras hablo, y Eren parece entender la profundidad de mi dolor. De repente, agarra los barrotes de su celda con fuerza, su rostro se endurece en una expresión de rabia.

— ¡No seas idiota! — grita Eren. — ¡No voy a dejarte morir nunca!

Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, y mis sollozos se hacen más intensos. — Perdón, pero ojalá no hubiera sido Fritz. Solo por serlo, mataron a mi familia delante de mis ojos. Los soldados de Marley querían abusar de mí... solo me tocaban.

Eren, furioso y con la mandíbula apretada, aprieta los barrotes aún más fuerte. Su rabia es palpable, pero sus palabras también llevan una extraña mezcla de consuelo.

— No eres sucia. No fue tu culpa que toda esa gente muriera.

Su voz, aunque cargada de furia, tiene un tono de ternura que me sorprende. La intensidad de su mirada y la sinceridad en sus palabras me llegan al corazón.

— Eren... — susurro entre lágrimas. — Te quiero mucho.

La confesión me sale del corazón, y la manera en que Eren me mira, con una mezcla de tristeza y determinación, me hace sentir que, a pesar de todo el caos, hay una conexión real entre nosotros. Aún en medio del sufrimiento, su promesa de no dejarme morir y entregarme la paz me brinda una leve chispa de esperanza en este mar de desesperación.

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Eren continúa viéndose al espejo sin notar que Hange había llegado a su celda para verificar su estado. Primero se dirige hacia mí y me pregunta cómo estaba.

—Fatal —respondo, negando con la cabeza.

Hange me mira con tristeza y me pregunta:

—¿Quieres destruir Paradis?

—Nunca —contesto. Hange asiente.

—Tendrán un juicio. Además, como tienes sangre real, deberías ayudar a Eren.

Solo asiento nuevamente. Hange, al ver cómo Eren hablaba con su propio reflejo, lo cuestiona por su extraño comportamiento. Luego se fija en su peinado y lo alaga.

𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬 𝐄𝐧 𝐏𝐚𝐳º Eren JeagerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora