𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬 𝐄𝐧 𝐏𝐚𝐳º Eren Jeager

˗ˋˏ11ˎˊ˗

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Disculpas

Eren Jeager

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Año 854

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Estaba tumbado en la cama, mirando el techo de la celda. Eliana dormía plácidamente en la suya. Floch bajó con la comida y me dijo que todo estaba listo. Asentí y le dije que primero me despediría de Eliana antes de escapar.

—Está bien, Eren. Pero, dime, ¿cuánto la amas?

Sentí que era el momento de hablar. No había nadie más con quien compartir mis sentimientos, y Floch había demostrado ser alguien en quien podía confiar.

—Floch, cada vez que veo a Eliana feliz, siento mariposas en el estómago. Cuando sonríe, ilumina mi día, y cuando está triste, me duele el corazón. He soñado con ella más veces de las que puedo contar. No puedo dejar de pensar en ella, en su risa, en su voz, en la forma en que me mira cuando piensa que no me doy cuenta. La amo más de lo que jamás pensé que podría amar a alguien.

Floch asintió con comprensión y me dijo que cuidaría de Eliana por mí. Le di las gracias, y él me entregó las llaves de la celda de Eliana antes de subir las escaleras y desaparecer del subterráneo.

Usé mi poder del Titán Martillo de Guerra para salir de mi celda y caminé hasta la celda de Eliana. Allí estaba, dormida tranquilamente. Abrí la celda y me senté en el suelo, esperando a que se despertara.

No pasó mucho tiempo cuando Eliana se despertó. Se talló los ojos y se sorprendió al verme sentado frente a su cama, mirándola.

—Eren, ¿cómo has salido de tu celda? ¿Cómo has entrado aquí?

—Eso no es importante ahora —le dije, mirándola de arriba abajo, notando lo mucho que había cambiado.

Eliana desvió la mirada, visiblemente nerviosa.

—¿Necesitas algo?

—Te necesito a ti —respondí—. Eliana, lo siento. Lo siento por todo lo que he hecho, por el dolor que te he causado, por todas las decisiones equivocadas. Me duele haberte hecho daño. Si pudiera, cambiaría todo solo para verte feliz. No puedo expresar lo arrepentido que estoy, y quiero que sepas que nunca quise lastimarte.

Las lágrimas empezaron a caer de los ojos de Eliana mientras escuchaba mis disculpas. Me incliné hacia ella y tomé sus mejillas entre mis manos, secando sus lágrimas.

—Nunca te odiaría, Eren —dijo Eliana entre sollozos—. Porque te amo muchísimo. Desde el primer momento que estuve contigo, sentí una conexión que no puedo explicar. Cuando estamos juntos, me siento completa, como si nada más importara. Pero cuando nos separamos, tengo miedo. Miedo de perderte, miedo de que algo te pase. Mi amor por ti es tan profundo que a veces duele, pero es un dolor que estoy dispuesta a soportar porque tú eres mi todo.

La abracé con fuerza, sintiendo el peso de sus palabras y sus emociones mezcladas con las mías.

—Yo también siento lo mismo, Eliana —susurré.

Eliana lloraba en mi pecho, y la levanté para mirarla a los ojos. Me acerqué lentamente hasta que finalmente la besé. El beso era tierno y suave, pero transmitía todos los miedos y emociones que habíamos estado viviendo. Nos habíamos deseado este momento durante tanto tiempo. El beso fue largo, y cuando nos separamos para tomar aire, nuestras frentes se juntaron.