Capítulo 4

77 14 0
                                    


Max observaba con impaciencia el ir y venir de sus amigos mientras cruzaban la habitación del hotel de un lado a otro. Carlos los había llamado para prepararse para la fiesta post carrera, pero el neerlandés parecía demasiado aburrido sentado en el sofá. Observaba con cierta curiosidad la interacción entre Lando y Carlos, quienes parecían estar muy cercanos últimamente. Aunque realmente no le importaban las aventuras de sus amigos, ya que eran asunto de ellos. Se sentía más nervioso por aparentar estar sereno. Horas antes, había causado un drama tal vez innecesario en el paddock, pero había valido la pena. Llevaba puesto el saco de aquel piloto, y aunque era un poco más pequeño que su medida, era cálido y suave, tal vez como la personalidad del rey del misterio. Max se moría por comprobarlo.

Aquello no pasó desapercibido por el grupo, quienes no tardaron en burlarse y fastidiarlo, diciendo que si era un regalo de su misterioso piloto.

-¿Qué pasa, Maxie? -dijo Daniel, sonriendo burlonamente-. ¿Te ha regalado su abrigo tu amorcito?

-Sí, parece que te ha calado hondo -añadió Carlos, riendo.

El rubio bufó, mandándolos a la mierda.

-Vamos, chicos, dejenlo en paz -intervino Lando, aún riendo, pero intentando calmar a sus amigos -Aunque es extraño, no soy capaz de deducir el género de aquél piloto -dijo con seriedad.

-El olor es un poco seco, con ligeros toques de frescura... -dijo Daniel usando su olfato -¡Apuesto que Max se muere porque sea un lindo omega! -se burló.

-¡Callate! Eso no es de tu incumbencia -espetó el neerlandés con fastidió.

Minutos después llegaron Charles, Yuki y Pierre. De inmediato, el ánimo del monegasco decayó al ver a Carlos muy animado con Lando. Al parecer, Max no era el único que padecía de emociones encontradas. El piloto de Ferrari decidió ignorar al par y prefirió tomar asiento en el sofá junto a Max.

Ninguno perdió el tiempo y rápidamente comenzaron a hablar amenamente sobre cualquier cosa casual. Max se sintió cómodo al hablar un poco de sus temas personales con Charles; era un buen amigo y sabía escuchar, además podía guardar secretos sin juzgar.

Max aprovechó para liberar un poco de información respecto a lo que sentía en este inicio de pretemporada y el misterio de los Volkov. Charles escuchaba atento, era raro ver a Max tan receptivo consigo mismo y sus emociones; era un tipo de privilegio oír al alfa campeón ser vulnerable y algo cursi de vez en cuando.

-Es extraño, Charles... -dijo, mirando fijamente al suelo-. Nunca había sentido esta clase de curiosidad por alguien nuevo en la pista. Es como si... algo más estuviera pasando.

Charles asintió, pensando en sus propias confusiones emocionales.-Te entiendo, Max. Este deporte nos lleva a lugares inesperados -respondió-. Pero dime, ¿Entonces qué hay de Kelly? Pensé que estabas a punto de casarte con ella. ¿Ya no la quieres? ¿Como cambia todo esto tus planes con ella?

El neerlandés guardó silencio por unos segundos, sin saber qué decir. Estuvo a punto de contestar, pero fue interrumpido por Carlos y su señal de que podían irse, estaban todos listos.

-Vamos, chicos, es hora de la fiesta -anunció el español, sonriendo-. ¡La noche es joven!

Charles y Max intercambiaron una mirada de entendimiento antes de levantarse. La conversación tendría que continuar después.

Todos se dirigieron al elevador, avanzando con ánimo. Max se mantuvo en silencio, aún reflexionando en su mente. Al llegar a la recepción, el grupo se detuvo para charlar con unos amigos del paddock. El rubio aprovechó la oportunidad para alejarse ligeramente con Charles, deseando continuar su plática.

El Rey del MisterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora