Capítulo 6

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Max se encontraba de pie en medio de un circuito desierto. El manto de la noche cubría el cielo, y solo la luz de la luna iluminaba la pista. A lo lejos, las tribunas vacías susurraban con el eco de carreras pasadas. El silencio era profundo, interrumpido únicamente por el leve susurro del viento.

Mientras caminaba hacía su vehículo, escuchó un sonido familiar, un rugido de motor acercándose rápidamente. Se giró y vio un monoplaza, pintado en los colores de Volkov Racing. La figura en el coche llevaba un casco oscuro que ocultaba su identidad.

Este se detuvo junto a él, y el piloto salió lentamente, acercándose poco a poco a Max. Aunque no podía ver el rostro del hombre, sentía una esencia conocida, una conexión inexplicable. Antes de que pudiera decir algo, el piloto le entregó un pequeño objeto, con una peculiaridad en el; un simbolo en la parte trasera que parecía significar algo, ¿Pero que era esa cosa?

Max observó al piloto con detenimiento; era un poco más bajo de estatura. —¿Quién eres? —preguntó, su voz resonando en la quietud de la noche.

El otro no respondió, pero hizo un gesto hacía la pista, invitando a Max a seguirlo. Ambos subieron a sus vehículos, y sin decir una palabra, arrancaron los motores. La pista se iluminó mágicamente, guiándolos a través de curvas y rectas.

Mientras competían, Max notó que los movimientos del piloto eran fluidos y reconocibles, casi como si estuviera compitiendo contra un estilo de carrera ya antes visto. Cada curva, cada aceleración, era una réplica perfecta de sus propios movimientos, pero con una particularidad. Comenzó a reconocer el patrón de conducción del piloto, una técnica y un estilo que le resultaban inconfundibles. Sin embargo, cuando intentó pronunciar el nombre que flotaba en el borde de su conciencia, las palabras se negaban a salir.

Su corazón latía con fuerza, y una sensación de pánico creciente lo invadió. Se sentía exaltado, como si algo monumental estuviera a punto de ocurrir.

El entorno comenzó a cambiar. La pista se transformó en un laberinto de recuerdos; su primera carrera, sus victorias, y sus derrotas. Pasaron por escenas de su infancia, con su padre enseñándole a conducir, y los mejores momentos de su carrera en la Fórmula 1. Cada imagen parecía real, como si estuviera reviviendo sus recuerdos una vez más.

Finalmente, llegaron a una recta final, una línea de meta que brillaba con una luz dorada. El misterioso piloto disminuyó la velocidad y se detuvo justo antes de cruzar la línea, permitiendo que Max lo alcanzará. Se bajó del coche y se quitó el casco, revelando un rostro borroso, como si estuviera envuelto en una niebla.

Max se acercó, su corazón latiendo como loco. Sentía una extraña confusión y un fuerte anhelo de querer ver el rostro de aquél sujeto. El piloto extendió una mano y le tocó el hombro. De repente, lo sujetó por el mono y se abalanzó sobre él, sellando sus labios en un beso intenso y cargado de sentimientos. Max sintió un torrente de emociones que lo abrumaban; un deseo ardiente y profundo, un anhelo nostálgico y una conexión tan intensa que parecía trascender el tiempo.

Los labios del piloto eran suaves y el beso era exquisito, lleno de una dulzura ácida que embriagaba a Max. Sentía como el otro deslizaba sus brazos por su cuello, mientras él sujetaba su cintura con firmeza. Una marea de sensaciones viejas y nunca expresadas inundaba su corazón, haciendo que se perdiera en el momento.

El mundo a su alrededor se desvaneció, dejándolo solo con el sabor del beso y el calor del cuerpo del contrario.

Las barreras que había construido a lo largo de los años se derrumbaron en ese instante, revelando una verdad que su subconsciente había ocultado durante demasiado tiempo.

Con una acalorada necesidad, se vió necesitado de tocar, de sentir la piel de aquel piloto quemar contra la suya. De oler su sroma y fundirse en un mar de sensaciones.

El Rey del MisterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora