Capítulo 15

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Sergio despertó lentamente, la luz artificial de las lámparas filtrándose levemente por su visión. A simple vista, podía notarse que tanto él como el rubio se veían cansados e incluso algo pálidos. Sus ojos estaban rojos y su mirada ligeramente borrosa. Los vellos de su piel se erizaban bajo el frío metal de la camilla, su cuerpo estaba rígido; había estado durmiendo en una posición incómoda, y ahora el cuello le dolía. Al enfocar su mirada, se dió cuenta de que estaba en la sala de emergencias de un hospital. A su lado, en otra camilla, Max también dormía.

La mano de Max sobresalía, colgando flácidamente en el aire; claramente, era una invitación para ser tomada. Con vacilación, Checo estiró su mano lentamente, entrelazando sus dedos con los del otro, mirando con ansiedad su expresión, no queriendo despertarlo.

La mano de Max siempre había sido más grande que la suya, pero increíblemente, era muy cálida. Sus fuertes dedos le recordaban todas esas veces que habían compartido un apretón de manos después de una carrera victoriosa. Sergio apartó momentáneamente la mirada, sintiendo su rostro arder, tratando de disimular su sonrojo. Un sonoro suspiró escapó de sus labios, llenó de nostalgia y anhelo.

De repente, Max se revolvió en su lugar; al parecer estaba despertando. Checo retiró su mano, mientras la escondía debajo de la sábana que le cubría. Su mirada se llenó de ansiedad, esperando que el más joven no sé hubiera dado cuenta de lo que acababa de hacer.

El corazón del mexicano comenzó a latir frenéticamente cuando sintió la azulada mirada de Max sobre él, mirándolo en silencio, de arriba a abajo, como si lo estudiará. Sintió cómo su estómago se hundía cuando, aún con una expresión adormilada, el neerlandés le sonrió con ternura, como si el simple hecho de verlo fuera suficiente para alegrarlo.

Sus miradas se cruzaron; el silencio que había cargado de una tensión latente. Aún sin decir nada, un sinfín de cosas pasaban entre ellos; cientos de palabras eran dichas con tan solo sus miradas.

Incluso el ruido general de la sala de emergencia, parecía verse opacado por la sensación de intimidad que ofrecía la mirada perdida de cada uno.

Súbitamente y sin previo aviso, fueron interrumpidos por la presencia de un doctor que apareció justo frente a ellos.

-Buenas noches, señores Verstappen, Pérez, espero hayan descansado bien. Mi nombre es Raul Alves, y soy el médico que los atendió a su llegada- el hombre cargaba consigo lo que parecía ser un expediente en sus brazos.

De inmediato comenzó a explicarles la situación, pero hablaba en portugués, un idioma que claramente no entendían. Max, en particular, no podía seguir el ritmo, aunque Checo comprendía vagamente algunas palabras. Rápidamente, el doctor se disculpó, redirigiendo la conversación al inglés.

-Han sufrido una descompensación debido a su vínculo -explicó el doctor con seriedad -. Esto los ha dejado muy débiles y hemos tenido que suministrar suero vía intravenosa. A pesar de que se ven mejor que cuando llegaron, deberán seguir teniendo cuidado.

Max, aún algo confuso, preguntó -¿Cómo es que sabe nuestros nombres y sobré nuestro vínculo?

-Su padre, el señor Jos Verstappen, los trajo aquí -respondió el doctor -. El me explicó su situación.

El ceño de ambos pilotos se volvió rápidamente angustioso, sobre todo Checo; eso quería decir que Jos sabía más cosas de las que le hubiera gustado. El mexicano desconfiada profundamente de él.

El doctor continuó: -¿Alguno sufre de algún malestar o dolor en específico?

-He estado teniendo fuertes dolores de cabeza desde hace semanas -dijo Max, mientras sujetaba su cabeza, recordando las punzadas que usualmente tenía.

El Rey del MisterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora