Capítulo 5

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Max se despertó con un sobresalto, sintiendo el frío del suelo bajo él. Parpadeó para despejar el sueño de sus ojos y se encontró mirando a los zapatos de Volkov y su esposa.

Dmitri, ligeramente tomado pero con una sonrisa divertida en su rostro, miró a Max con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Sofía, sosteniendo a su marido con firmeza, levantó una ceja, claramente intrigada por la escena frente a ella.

—¿Pasaste toda la noche aquí? —preguntó Dmitri, incrédulo.

Max se frotó los ojos y se incorporó un poco, todavía adormilado.—¿Qué hora es? —preguntó, peinando su despeinado cabello con los dedos.

—Son las seis de la mañana —respondió Sofía, mirando su reloj.

Max frunció el ceño, reprochando con incredulidad.

—¿Apenas regresan de la fiesta?

El ruso se defendió rápidamente, con una chispa de humor en sus ojos —Al menos no pasamos la noche afuera de la puerta de alguien, eso es más bizarro y espeluznante.

—¿Eso que mierda te importa a ti? —exclamó Max con molestia.

—Mucha, sigues queriendo molestar a mi compañero —agregó Dmitri.

Los dos pilotos parecían estar a punto de iniciar una discusión, pero Sofía intervino, su voz calmada y firme.

—Max, ¿Por qué no te vas a descansar un poco? Pareces necesitarlo.

El neerlandés asintió, suspirando profundamente. Se puso de pie y se sacudió el polvo del suelo, caminando torpemente, aún algo confundido.

—Díganle que le deseó "Buenos días", y que lo veré después —dijo, mirando a la pareja.

Sofía asintió, observando cómo Max se alejaba, tambaleándose ligeramente.

El cuello le dolía y la cabeza parecía que iba a explotarle. Escuchó a sus espaldas la voz de Dmitri, con tono burlón.—¡Pervertido de mierda!

Max no se molesto en darse la vuelta, simplemente levantó su mano y mostró el dedo medio en respuesta.

Al instante, escuchó a Sofia regañar a su esposo.—Dmitri, basta. No inicies una pelea.

Ambos hombres deseaban seguir discutiendo, pero estaban demasiado cansados como para hacerlo. Mientras Max se dirigía de regreso a su habitación, pensó en lo extraño que había sido todo.

Pero más que eso, pensó en lo fastidioso que podía llegar a ser Volkov; un idiota engreído que se sentía con el derecho de decir y hacer lo que se le viniera en gana. Era demasiado arrogante y patán para su gusto.

Max jamás imaginó que al llegar a su habitación, se encontraría con una imagen que realmente no deseaba contemplar en ese momento. Kelly y Penelope lo esperaban afuera.

Kelly parecía exasperada, su olor dejándole saber que estaba molesta. Puede que ella fuese una omega recesiva, pero su carácter no era para nada sumiso ni mucho menos. Por su parte, Penelope jugaba tranquilamente con una muñeca en sus manos. La niña salió corriendo a su encuentro al verlo, y Max no pudo evitar abrazarla con cariño, haciendo un leve esfuerzo al cargarla. No había dejado de crecer en todo este tiempo.

—¡Maxie! —exclamó Penelope riendo, mientras el rubio la llenaba de besos en la mejilla.

—¡Hola, pequeña! —dijo, sonriendo.

Sentía un gran alivio y alegría al verla.

Kelly, sin embargo, no dejaba de ver a Max de arriba a abajo, escrutándolo con sus intensos ojos azules. Se acercó rápidamente, cuestionándolo con un tono severo.

El Rey del MisterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora