ᴘᴀʀᴋ ᴊɪʜʏᴇ
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Después de que mi amado Taehyung regresó a nuestro hogar, el aire parecía embriagarse de una suavidad desconocida, como si la misma mansión suspirara al verlo cruzar sus umbrales. El deseo de mi corazón era claro: tenerlo solo para mí, lejos de todo ojo curioso y de cualquier distracción que pudiera ensombrecer la luz de nuestro reencuentro.
Instruí a todas las doncellas con sumo cuidado, casi como si les hablara en susurros cargados de un secreto divino. Cada rincón del comedor debía reflejar la intimidad que buscaba, la profundidad de un momento solo entre Taehyung y yo. Pedí que las velas fueran dispuestas de manera que sus llamas danzaran suavemente, acariciando las sombras de las paredes con su luz temblorosa. El aroma a jazmín debía flotar en el aire, dulcemente, mientras la música suave de un laúd se deslizara como un susurro en el viento. Todo estaba listo, perfecto para nuestra velada. Sin embargo, algo perturbaba mi paz interior.
Era la presencia de Jungkook, que aún permanecía en la mansión como un espectro persistente, silencioso y constante. Su estadía, aunque siempre había sido de mutuo respeto, comenzaba a incomodarme, no por desagrado hacia su persona, sino porque en esta noche especial, anhelaba que nuestra morada fuera un santuario solo para mi esposo y para mí, sin la sombra de terceros robando fragmentos de nuestra intimidad.
A mi orden, una de las doncellas se dirigió a los aposentos de Jungkook, informándole con la debida cortesía que su cena sería servida en la soledad de su habitación, un refugio apartado de la vibración de la noche que había diseñado para Taehyung y para mí. La doncella regresó prontamente, habiendo cumplido su deber con la discreción que el momento exigía, pero aún así, no pude evitar sentir el ligero peso en mi pecho. Aún sabiendo que Jungkook estaría apartado, su mera presencia, aunque invisible, parecía emanar como un eco en los pasillos de la mansión.
Los platos comenzaron a llegar, el aroma de las especias y las hierbas bailaba en el aire, pero mis pensamientos permanecían atrapados, como prisioneros en una jaula. Me preguntaba si mi deseo por esta velada íntima traía consigo un velo de egoísmo, o si, por el contrario, era natural querer que el mundo desapareciera cuando mis ojos solo querían reflejarse en los de mi esposo.
Me había vestido con esmero, casi como si este momento fuese un ritual sagrado. La cena, aunque íntima, merecía una preparación que honrara la devoción que sentía por Taehyung, y por ello elegí un vestido blanco, puro como la intención que me movía. La tela, ligera como la brisa de primavera, envolvía mi cuerpo con delicadeza. Su falda se extendía en una majestuosa campana, cayendo en suaves pliegues que, al caminar, se movían como las olas de un mar tranquilo, danzando con cada uno de mis pasos. El blanco simbolizaba no solo la paz que anhelaba en este reencuentro, sino también una pureza interior que deseaba compartir con él en esta velada tan esperada.
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Seductora De Corazones © KIM TAEHYUNG
RomanceEn una época del Renacimiento donde el intelecto y el encanto son armas poderosas, 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗝𝗶𝗵𝘆𝗲, una joven de diecinueve años, se embarca en un cautivador juego de seducción. Sus tres pretendientes, cada uno con un rol crucial en su vida, cae...