ᴘᴀʀᴋ ᴊɪʜʏᴇ
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Sin duda, el señor Kim Taehyung se erigía como la encarnación misma de la masculinidad en su máxima expresión. Alto y de porte aristocrático, su presencia evocaba la imagen de un roble centenario en medio de un bosque ancestral, firme y enigmático. Su mirada, profunda como un pozo sin fondo, parecía atravesar las almas con una intensidad que desbordaba el mero ámbito de lo físico. Era un caballero que encarnaba la elegancia en cada gesto, un enigma en el que los secretos y las historias se entrelazaban como las hojas de un antiguo manuscrito. Era como si, tras su enigmática exterioridad, se ocultara un núcleo desconocido incluso para él mismo, un misterio que solo la curiosidad más audaz se atrevería a desentrañar. Esta dualidad, esta mezcla de majestuosidad y misterio, resultaba fascinante y profundamente atrayente.
Mientras la tarde se desvanecía y el sol se ocultaba tras el horizonte, yo me encontraba en mi baño, un espacio que, aunque modesto comparado con las opulentas estancias de la mansión, me ofrecía un rincón de calma y reflexión. La bañera, hecha de mármol pulido y decorada con intrincados grabados, contenía un lecho de burbujas espumosas que se alzaban como nubes delicadas en un cielo sereno. El agua tibia abrazaba mi piel, infundiendo una sensación de paz que me permitía sumergirme en mis pensamientos con tranquilidad.
Recorría las escenas del día mientras me sumergía en la contemplación de los eventos que habían tenido lugar. El señor Kim Taehyung, con su porte distinguido y su manera reservada, había dejado una impresión indeleble en mi mente. No era meramente un tutor, sino un enigma en sí mismo, un caballero cuya presencia prometía mucho más de lo que a simple vista se podía discernir. Cada palabra, cada gesto suyo, parecía cuidadosamente calculado para revelar solo lo necesario y mantener el resto oculto en las sombras de su propia existencia.
Me sumergí más profundamente en el agua, permitiendo que las burbujas envolvieran mi cuerpo y mis pensamientos, mientras reflexionaba sobre el interesante desafío que presentaba el señor Taehyung. Era un hombre que, a pesar de su aparente frialdad, parecía irradiar una calidez que invitaba a explorar más allá de las apariencias. El contraste entre su exterior impasible y la complejidad que intuía en su interior resultaba fascinante y, de alguna manera, embriagador.
El fin de semana se erguía como un breve respiro en el maratón continuo de lecciones y estudios. El sábado y el domingo, esos dos preciados días, se ofrecían como un santuario de libertad en medio del ajetreo académico. Sin las presiones de las clases privadas, me permitía sumergirme en actividades que habían sido relegadas durante la semana.
El sábado por la mañana, las doncellas se afanaban en prepararme para el día. El vestido que había elegido para este día libre era de un celeste satinado que capturaba la luz con un brillo delicado, reflejando la juventud y la frescura que deseaba transmitir. El tejido, suave como un susurro, se ceñía a mi figura con elegancia, mientras que el corpiño ajustado y la falda fluida se deslizaban con gracia en cada movimiento. Los detalles eran sutiles pero encantadores: encajes finos adornaban el escote y los bordes de las mangas, y pequeños lazos satén completaban el conjunto, evocando una estética de juventud y sofisticación. Mi cabello estaba recogido en un elegante peinado al estilo de la época, con suaves ondas que caían en cascada y adornos de perlas que brillaban en la luz de la mañana.
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Seductora De Corazones © KIM TAEHYUNG
RomanceEn una época del Renacimiento donde el intelecto y el encanto son armas poderosas, 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗝𝗶𝗵𝘆𝗲, una joven de diecinueve años, se embarca en un cautivador juego de seducción. Sus tres pretendientes, cada uno con un rol crucial en su vida, cae...