Capítulo 20

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¿Qué viste en mi? No soy tan especial.

Bajo la cabeza apenada o muy avergonzada.

—No digas tonterías. —König toma mi rostro con una suavidad casi imposible para su inmensa anatomía—. Eres la mujer más hermosa e increíble que alguna vez e conocido. Siempre que te veo pienso en lo afortunado que soy de tenerte, de que me eligieras pese a no saber quién soy debajo de este pañuelo.

—Sabes que no me importa como seas, a mi me interesa tu asombra forma de ser, no tu rostro. —exclamo enojada y muy sonrojada por las lindas palabras que dijo.

Él parece sonreír pues sus ojos se vuelven pequeños y llenos de un brillo que me revuelve el alma.

—No quiero que vuelvas a decir que no eres especial, porque si te sientes así estando conmigo entonces debo mejorar y demostrarte mucho más lo importante que eres para mí. —su frente y la mía se acarician, solo interrumpidas por el pañuelo.

—Tu forma de quererme es más que suficiente. —beso su mejilla cubierta.

—Me alegra escuchar eso, mi hermosa luz.


Lo primero que noto cuando despierto es la inmensa oscuridad que me rodea. Había escuchado sobre casos de personas quedando atrapadas bajo escombros o agujeros pero la sensación es algo que nunca nadie podrá entender hasta vivirlo. Cosa que por supuesto, jamás le desearía ni a mi peor enemigo.

Estar aquí es asfixiante, espeluznante y casi como un castigo en el infierno. Siento que todo pesa, pero no hay exactamente un muro sobre mi, sino el cuerpo de alguien. La penumbra no me permite ver absolutamente nada, el aire es escaso y el polvo se mueve por todas partes hasta llenar mis vías respiratorias. Intento moverme pero es imposible teniendo en cuenta que estamos literalmente sepultados. Soy consciente de que el pequeño edificio de enfermería cedió ante la segunda explosión y nos cayó encima, por suerte llevándose las llamas del fuego en el proceso y no matándonos.

Cuando la adrenalina disminuye y cuando mi aturdimiento inicial parece dar paso a la razón caigo en cuenta que el cuerpo que está aplastándome es König. Justo después de la segunda explosión y que todo colapsara pude sentir sus brazos cubriéndome en un intento de mantenerme a salvo. Su agarre nos lanzó a ambos lejos y permitió que el edificio nos aplastara sin alejarnos. Un movimiento inteligente para el minúsculo tiempo que había de reacción.

—¿König? —intento recostarlo a un lado pero noto el muro sólido de escombro justo a nuestra derecha—. Mierda.

Cuando vuelvo a intentar moverme, la punzada que mi costilla me lanza me recuerda que no debo hacer esfuerzo.

Sin munición [König x Tu] (#3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora