Tiene los días contados y ella deberá hacer todo lo posible para escapar.
La quieren muerta y quieren venganza.
Pero entre tanto odio, hay alguien que está dispuesto a salvarla de la muerte...
Y de si misma.
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•Fanfic - Call Of Duty.
•Tercer l...
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La repentina punzada que recorre mi cabeza me obliga a incorporarme en la cama mientras me masajeo la sien en un intento de calmar el dolor. Apoyo los brazos en mis rodillas y espero unos largos minutos a que los masajes hagan su efecto. Me doy cuenta que son las cuatro de la mañana gracias al reloj de la mesa de noche, lo que me hace maldecir porque todavía me quedaban unas buenas horas de sueño.
Estos dolores son más comunes de lo que me gustaría admitir. Después de aquella misión hace años donde mi cabeza recibió un fuerte impacto, caí en un coma por casi dos meses solo para despertar y darme cuenta que la migraña se había convertido en mi nueva compañerade vida. A veces es fácil soportarla ya que pasa rápido, justo como ahora. Por desgracia, hay ocasiones donde el dolor me mantiene en cama y juro que solo me gustaría arrancarme el cerebro.
Me coloco de pie para ir a alistarme ya que tengo un castigo que cumplir. Ingreso al baño con la intencion de darme una ducha rapida, y aunque no quiero hacerlo, mis ojos terminan en el pequeño espejo que reposa sobre el lavado. Intento ignorar la marca que bordea gran parte de mi rostro pero es inútil. La cicatriz cerró bien para su tamaño e irregularidad, aunque no perdió ese tono rojizo que la hace tan llamativa y obvia pese a mi piel morena. No me gusta verla demasiado ya que siempre causa esa sensación de vacío en mi mente, como si algo no encajara. Es inevitable no sentir que soy el intruso en el cuerpo de alguien que sufrió las consecuencias de esa herida. Según el Capitán, antes de perder gran parte de mis recuerdos por el coma, yo le había contando una vez que fue mi abuelo el que se atrevió a cortarme la cara. No le confesé nada más y ahora vivo con la incertidumbre de un pasado que no puedo recordar.
Me doy una ducha rápida y me visto en tiempo récord con mis ropas de entrenamiento cuando me doy cuenta que estoy pensando demasiado. Necesito salir rápido de aquí para iniciar con el circuito o voy a caer en ese bucle interminable en el que hago todo lo posible por buscar respuestas solo para toparme con una inmensa pared mental. Cuando por fin salgo de la habitación me doy el lujo de disfrutar de la tranquilidad de la torre antes de salir al área de entrenamiento, para luego darme cuenta que el frío que se sentía por los pasillos era ocasionado por la fuerte lluvia que cae por toda la base. Sonrío brevemente porque la verdad es que prefiero hacer los ejercicios con este tipo de clima.
Al salir al campo abierto la lluvia ya ha empapado casi todo mi uniforme. La tela que cubre mi rostro empieza a sentirse pesada cuando adsorbe el agua y se adhiere más de lo normal a mi piel. Pese a la incómoda sensación inició con los ejercicios de calentamiento antes de completar todo el circuito tal y como me dijeron. A medida que pasa el tiempo muchos soldados salen a encargarse de sus labores, incluso con la lluvia, la cual no parece tener intenciones de menguar. Cuando por fin termino el frío se cuela en cada fibra de mi cuerpo y mis pulmones parecen más afectados que de costumbre.
—¡König!
El llamado de MacTavish me obliga a trotar hacia él, quien se resguarda en un pequeño techo cerca. Niego con burla cuando noto que no quiere mojarse y en respuesta me rueda los ojos.
—Estoy seguro que al Capitán no le hubiera importado que no hicieras los ejercicios hoy por la lluvia. —sonrío detrás de la tela cuando me planto frente a mi amigo y solo retrocede para que no lo moje—. Por cierto, vengo a avisarte que te dejé un uniforme completo en uno de los casilleros de la enfermería, solo debes preguntarle a la señora de la recepción.
—Gracias, iré a cambiarme.
Soap me palmea el hombro, quizás en un intento de darme ánimos para el resto del día. Se despide cuando empieza a andar y no ignoro que su dirección va directo a la torre de administración. Suspiro cuando los celos intentan abordarme y me apresuro hacia la enfermería para tener algo en lo que ocupar mi mente. Mis amigos son muy felices después de una vida dura como soldados, tener grandes mujeres acompañándolos es lo que se merecen después de tanto sufrimiento.
Al ingresar en las instalaciones lo primero que capto son unos profundos ojos grises que parecen hartos de la vida misma. Ayer debido al revuelo no había tenido la oportunidad de analizar a la famosa recepcionista de la enfermería; se nota que la edad ya ha hecho de las suyas gracias a la arrugas que rodean las esquinas de sus ojos, su frente e incluso su cuello. Lleva el uniforme básico de la base, el cual contrasta con su corto cabello lleno de canas que no alcanza a pasarle las orejas.
—¿König, no? —pregunta con voz rasposa mientras se agacha para tomar una carpeta—. Te daría la bienvenida pero la verdad es que odio a los soldados problemáticos, así que vamos al grano.
No me atrevo a responder simplemente porque me lanza una mirada asesina que estoy seguro que ya me hubiera mandado a tres metros bajo tierra.
—No me gustan los holgazanes y aquí no hemos venido a jugar, quiero todo rápido, bien hecho y sin quejas. —me tiende un papel con varios nombres—. En la habitación 5-B han dejado cajas llenas de suministros que deben ser llevadas a las habitaciones de los pacientes que tienes en esa lista. ¿Como encontrarás a los pacientes?, eso debes resolverlo por ti mismo.
—Eh... Entendido. —digo con torpeza y agradezco que sean solo cinco pacientes en este caso.
—Al fondo a la derecha están los vestidores con los casilleros. —señala el pasillo frente a nosotros—. Estoy segura que eres bastante inteligente como para ir a vestirte primero.
Me tiende una llave con un número antes de sentarse en la silla giratoria para darme la espalda. Me quedo casi un minuto de pie frente a la anciana que ha decidido ignorarme abiertamente sin saber qué hacer.
—¿Primera vez?
Me giro de golpe cuando escucho una voz femenina. Frente a mí hay una chica bastante alta, con el cabello muchísimo más corto que el de la anciana loca, como si se hubiera rapado hace un tiempo y hasta a penas le estuviera creciendo. Es bastante delgada como para ser un soldado y su uniforme militar le queda bastante ancho.
—Si, eso creo. —ella ríe y sus ojos se encogen, casi pareciendo que los tiene cerrados—. ¿La recepcionista siempre es así de...?
—¿Aterradora?, si. —bromea—. Pero tranquilo, solo sabe ladrar, no muerde.
—Eso es bueno, espero salir de aquí en una pieza.
Ella vuelve a reír pero con un tono más alto. Me sorprende que logre transmitirme una buena sensación, quizás es por eso que estoy más bromista que de costumbre.
—Voy a ser una persona amable y te voy a ayudar con tu primera tarea, así te doy también un recorrido por el lugar para que no te pierdas.
Asiento, aunque estoy seguro que me voy a arrepentir. Tenía pensado buscar a Ottys para decirle a ella que me ayudara, pero siento que sería demasiado grosero de mi parte rechazar la oferta de alguien que está tratando de ayudarme.
—Está bien. —acepto—. Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?
—Zara, si, como la marca de ropa. —suelto una risa nasal y ella se acaricia el cuello mientras sus ojos marrones me observan debajo de las largas pestañas que tiene—. ¿Cuál es el tuyo?