Tiene los días contados y ella deberá hacer todo lo posible para escapar.
La quieren muerta y quieren venganza.
Pero entre tanto odio, hay alguien que está dispuesto a salvarla de la muerte...
Y de si misma.
_______
•Fanfic - Call Of Duty.
•Tercer l...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
•👑•
Me quedo helada casi un minuto después de escuchar sus palabras:
"Ya no estás sola".
Amaría oírlo decirme eso si estuviéramos en otra situación o unos cuantos años atrás. Por desgracia, sus ojos no mienten, la forma en la que me analiza y ese brillo de entendimiento también me indican que sabe algo que me he encargado de mantener oculto. No es el hecho de que conozca mi situación lo que en realidad me importa, es esa incómoda mirada. Esa que me hace sentir pequeña, indefensa.
Esa que solo grita lástima.
Tomo el botiquín con manos temblorosas. Aparto la vista porque me niego a creer que el hombre que siempre he querido está actuando así. Sé que tal vez no es a propósito pues muchos de nosotros sentimos lástima, pero la verdad es que no la quiero. No importa si es lo único que me merezco. Soy débil, estoy cansada de luchar y miles de cosas más pero no quiero la lástima de nadie. Es justo por eso que nunca le cuento mis problemas a las personas, porque no aguanto ese sentimiento.
Le doy la espalda porque no lo soporto y porque mi prioridad es ayudar al cadete. Ignoro esa pesada mirada en mi nuca para encargarme de lo que más amo hacer. El jóven no rechaza mi ayuda, lo cuál es bueno porque estoy segura de que no será la primera vez que nos veamos. Le indico que se quite la camisa, lo hace sin chistar y no tardo en empezar a curarlo.
—Ya está listo. —afirmo colocando la venda que mantendrá oculta la herida—. Ven a verme dentro de unos días para verificar como sigue o si sientes molestias.
El muchacho asiente ya mucho más calmado y es ayudado por Lost y los demás para ponerse de pie. Hago lo mismo que ellos mientras todos se despiden con pequeños abrazos que me toman por sorpresa. Sonrío levemente porque pese al desastre que es toda mi vida, sentir el agradecimiento de quiénes ayudo siempre cura una pequeña parte de mi alma.
—Parece que te aprecian mucho.
König intenta conversar conmigo cuando todos se marchan pero no respondo. Mi yo interior grita que soy una tonta, que siempre hemos soñado con tener una conversación estrecha con él y esta es nuestra oportunidad, pero me rehúso a fingir que no conozco la verdadera razón del porqué hace esto.
—¿Qué hace aquí? —mi pregunta es más dura de lo que debería, pero aquello no parece importarle.
—No es necesario que me trate de usted. —es lo único que contesta.
Quiero enojarme, gritarle o algo, pero la realidad es que no ha hecho nada como para que se lo merezca. Solo me ha mirado, me ha dicho cuatro palabras y yo he sentido que me ha atacado. Siempre vivo así, a la defensiva.
Como si para el mundo esto ya no fuera suficiente, veo como Itzaya ingresa a la habitación y no me permite ni siquiera saludarla. Sus brazos me rodean con mucha fuerza, como si yo fuera a romperme en cualquier momento y debe sostenerme. Intento corresponderle o preguntarle que sucede pero se aparta para tomar mi rostro en sus manos y mirarme a los ojos.
—¿Por qué nunca me dijiste lo que te estaba haciendo ese cabron? —la pregunta sale tan bruscamente de su boca que al principio no entiendo a que se refiere.
—Itzaya... —mi amor platónico la llama, aunque eso no la hace callar.
—No König, tengo que saberlo. —la escucho casi gruñir antes de que vuelva a abrazarme—. Se merece lo que le hiciste.
Observo a mi amor platónico cuando empiezo a entender que sucede. Por un momento quiero creer que es una mala broma, que tal vez se refieren a otra cosa. Por desgracia, el asentimiento de cabeza que él me brinda es lo único que necesito para sentir como el alma cae a mis pies. El problema no es que quizás Félix tuvo la gran paliza de su vida porque sinceramente todos sabemos que se lo merece. Lo que hace que me aparte de mi amiga y le muestre mi mayor cara de terror es el hecho de que mi padre se va a enterar. Conociendo a Henrry, a él no le va a importar que haya sido idea de Itzaya o de König, solo le va a importar que su espía fue golpeado por mi culpa y no quiero ni pensar en que las heridas que reposan en mi espalda no son nada comparado con lo que va a hacerme.
—Hey, tranquila. —sus manos intenta sujetar las mías pero me aparto—. Él no volverá a dañarte.
—Él no es el problema, Itzaya. —mi cuerpo tiembla, mi mente reproduce una y otra vez como me hizo la heridas y mi respiración se estanca en ambos pulmones—. Mierda, mierda.
Me sujeto la cabeza cuando un punzante dolor me abunda. Veo el miedo y el arrepentimiento en los ojos de mi amiga pero ya es muy tarde, estoy muerta.
—Hey, de verdad lo siento. —el consuelo en la voz de mi amiga no logra calmarme—, pero oye, estoy segura que ya no volverá a molestarte y...
—Félix no es el problema. —digo entre dientes—. Yo...
Vargas sujeta mi mano cuando tomo varías respiraciones para calmarme. Sus ojos castaños se suavizan con notorio cariño y logro entender que es su mensaje para que me arriesgue a contarle la verdad. No necesita decirlo y tampoco intenta presionarme, solo quiere que por una vez en lo que llevamos de amistad me atreva a ser sincera con ella.
Observo a König quien sigue detrás de la morena. No sé que es lo que ve en mi rostro, tal vez inseguridad o agonía, pero decide empezar a dar marcha atrás siendo consciente de que necesitamos un momento a solas. No deja de mirarme incluso mientras retrocede. Sus palabras vuelven a calar hondo en mi y me pregunto que tan reales pueden ser. Es casi imposible no pensar en como sería tenerlo siempre a mi lado, cuidándome con su imponente altura y fuerza. Me pregunto si sería capaz de vencer a mi padre pues ambos parecen tener una anatomía similar. Quizás, entre tantos momentos juntos, pueda descubrir al hombre escondido en ese pañuelo.