Capítulo 11

331 54 7
                                    

Cuando Don Perfecto y el Salvaje dejaron el pueblo, todo permaneció en calma.

Los días volvían a ser monótonos; las tardes, aburridas, y las noches, silenciosas y
sosegadas. Pero en el momento en el que los dos volvieron de vacaciones, hubo una paz nada habitual entre ellos. Todos sospecharon que se trataba de la calma que precede a la tormenta y empezaron a apostar quién sería el primero en romper la tranquilidad que los mantenía a todos tremendamente adormecidos en sus deberes matutinos.

Las vacaciones de Navidad duraban apenas unas semanas, pero aún así Nunew había decidido regresar al hogar. Uno de sus compañeros de clase, Elliot Milton, un chico guapo y risueño que siempre estaba rodeado de jovenes, iba a quedarse solo en esas fechas tan señaladas, así que, sintiéndose lleno de compasión y de lástima, se decidió a invitarlo a acompañarlo. ¡Gran error!

¿Quién podía llegar a sospechar que todo el pueblo se revolucionaría ante su llegada?

Elliot Milton era apuesto, de cortos cabellos rubios y unos atrayentes ojos azules que hacían su rostro de adonis muy interesante. Su cuerpo, a pesar de dedicarse sólo al arte, era firme y fuerte.  De humor siempre alegre y despreocupado, lo hacía reír y le recordaba a su hermano Max; por eso y porque añoraba su casa, acabaron siendo pareja en algún que otro proyecto de clase.

Nunew se hallaba empaquetando sus cosas cuando él se acercó a preguntarle dónde pasaría las vacaciones y Nunew, ilusionado, le describió su hogar como si de un sueño se tratase:

—Iré a mi casa, Elliot. No te puedes creer lo maravillosa que es en esta época del año: el pueblo entero se cubre de nieve, los niños hacen muñecos por todos lados, las casas compiten con los adornos y, aunque en ocasiones puedan parecer recargadas, son adorables. También hay una función de Navidad en la que el tema lo eligen los vecinos; por lo tanto, te puedes encontrar obras tan estrafalarias como El padrino — Nunew hizo una pausa y continuó su descripción con una sonrisa—. Todos son
amigables unos con otros, y el encendido del árbol en la plaza es algo precioso. ¡Tengo unas ganas tremendas de pasar estas fiestas en mi hogar! ¿Y tú Elliot? ¿Dónde irás?

—Yo me quedaré aquí, solo —respondió Elliot—. Ya sabes que mi familia es prácticamente inexistente y no me hace demasiada ilusión visitar a mi madre borracha en su vieja caravana.

—¡Pobre! ¿Y no tienes ningun chico con el que pasar las fiestas, ningún primo lejano que visitar? —quiso saber Nunew, preocupado por la soledad de su amigo en fechas tan especiales.

—Estaré solo, pero tú no te preocupes por mí: ya estoy acostumbrado a ello — expresó Elliot quejosamente.

—¡Ningún amigo mío pasará solo estas fiestas! ¿Por qué no te vienes conmigo a casa de mis padres? Tenemos una fantástica habitación de invitados y seguro que los habitantes de BangNa te recibirán encantados.

—Está bien, si me lo pides así… —comentó Elliot sonriente aceptando pasar sus
vacaciones en un pueblo muy particular.

Zee llegó ese año cargado de regalos para el día de Navidad un poco antes de lo habitual en él, y trajo consigo uno muy especial para Nunew. Había pensado en obsequiarle un anillo de compromiso, pero, como era demasiado pronto y probablemente se lo tiraría a la cara, le compró un conjunto de joyas, que traía collar, pulsera y anillo, pues, tras pasar un día frente al escaparate en el que estaban expuestos mientras hacía alguna compra de última hora, no pudo dejar de imaginarse a Nunew desnudo y luciendo solamente esas espléndidas joyas.

Cuando llegó, su madre y su abuela corrieron a recibirlo con un gran abrazo.

Mientras Penélope lo llenaba de besos y preguntas sobre su salud, su abuela lo
reprendía con una sonrisa por las posibles travesuras realizadas. Continuaron
atosigándole hasta las escaleras, donde le apremiaron a dejar sus cosas en su habitación y a que bajara con rapidez para tomar un tentempié tras el largo viaje.

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora