Capítulo 18

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A las tres de la madrugada, un hombre totalmente ebrio gritó bajo la ventana de
su amado dispuesto a llamar su atención. Al ver que éste no mostraba señal alguna de
interesarse por sus tonterías de borracho, trepó torpemente por el árbol cercano a su
ventana dispuesto a hacerse escuchar.

Se coló en la habitación de Nunew y cayó al suelo al tropezar con una silla, desplomándose sin saber cómo volver a ponerse en pie. Un chico furioso encendió la luz de su habitación y,
mirándolo irritado, le increpó:
—¿Se puede saber qué haces aquí, Zee Pruk?

Zee se dispuso a pedir perdón cuando recordó por qué motivo estaba allí.
Decidido, se puso torpemente en pie y, cuando el suelo dejó de moverse, se dirigió
hacia el sacando la lista del bolsillo de sus pantalones y comenzó a recitar cada uno
de sus puntos.

—Quiero que sepas que yo también he hecho una lista sobre mi chico perfecto.

—¿Y no podías esperar a mañana para comentármela? —inquirió molesto,
sentándose en la cama a la espera de que Zee comenzara con sus desvaríos.

—No, por una vez te vas a sentar y me vas a escuchar —ordenó Zee con firmeza.

—Zee, ya estoy sentado.

—Mejor, pero no te muevas tanto que me distraes —añadió Zee tambaleándose,
mientras exponía su primer punto—. Uno. Que tenga un buen trasero para poder apoyar la cerveza.

—Estoy confuso, ¿quieres un chico o un aparador?

—Dos. Que hable poco, tan sólo lo necesario (para decir «sí» a todo lo que yo diga).

—Decididamente Zee, lo que me estás describiendo es una muñeca inflable,
seguro no te negaría nada, aunque tampoco podría mantener una conversación contigo.

—Tres. Que no me interrumpa con sus cotorreos cuando esté viendo los deportes.

—Sí, la muñeca inflable es tu mejor opción hasta ahora —concluyó Nunew quien, irritado por la falta de sueño, añadió—: te regalo una por tu cumpleaños si me dejas dormir de una maldita vez, Zee.

—Cuatro. Que nunca me diga «ya te lo dije». Ésta es la última y más importante de todas —finalizó Zee orgulloso mientras le tendía la lista a Nunew.

—¿Y se puede saber por qué estúpida razón has subido hasta mi cuarto a estas horas de la noche para relatarme una lista de lo más majadera?

—Para demostrarte que yo también podía hacer una lista y que tú tampoco eres perfecto. ¿O es que acaso cumples con alguno de estos puntos?

—No, ni quiero hacerlo, porque hay algunos hombres a los que les gusto tal y como soy —señaló acercándose a él mientras lo golpeaba en el pecho con el arrugado trozo de papel que le había dado.

—Pero yo nunca te pediría que fueras así —intervino Zee—, porque tú me gustas con tus defectos y virtudes, sin ellos no serías tú. Pero tú…, tú buscas una perfección que no existe.

—¡Sí existe! He encontrado un hombre que cumple cada uno de mis requisitos y me voy a casar con él —sentenció Nunew empujando su musculoso pecho intentando apartarlo de su lado.

—No, no cumple todos tus requisitos —declaró abrazándolo fuertemente para evitar que se alejara mientras lo miraba codiciando sus besos.

—¿A qué te refieres? —suspiró Nunew, con su boca no muy lejos de sus labios.

—A que sus besos nunca serán especiales y tampoco será el mejor amante del mundo para ti —alegó antes de devorar su boca y
haciéndolo responder a su lengua que buscaba hambriento su sabor.

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora