Con veintidós años, apenas faltaba uno para que Zee Pruk finalizara sus estudios en la universidad. Los ojeadores cazatalentos ya llamaban a su puerta para posibles fichajes profesionales y tenía ante sí un futuro brillante lleno de fama y fortuna haciendo lo que más le gustaba, jugar al fútbol americano. Sus calificaciones no eran espectaculares en la simple carrera de Ciencias Audiovisuales que estaba cursando, pero los profesores pasaban mucho la mano a los deportistas.
Su futuro se anunciaba maravilloso hasta que en un partido todo terminó repentinamente con el violento placaje de un rival que lo llevó a sufrir una terrible lesión en la rodilla. Lo sacaron del campo en camilla y lo llevaron al hospital, donde lo sedaron, por lo que apenas se enteró de nada hasta que volvió a abrir los ojos y el dolor comenzó a atormentarlo.
La fría habitación blanca lo agobiaba, lo asfixiaba.
Mientras intentaba respirar entre esas cuatro paredes, Zee fijó su vista en su vendada e inmóvil pierna. Tocó el timbre desesperado preguntándose cuál era su lesión y cuánto tardaría en volver al campo. A cada segundo que pasaba sin recibir respuesta, se temía lo peor.
Unos minutos después, que a él le parecieron horas, entró una enfermera y Zee le preguntó por su médico: quería hablar con él sobre cuándo volvería a jugar. Al percatarse de cómo la enfermera esquivaba su mirada y sus preguntas, lo supo sin lugar a dudas: su brillante futuro había desaparecido ante sus ojos a tan sólo unos días de la gloria.
Pasó varios días en el hospital, donde recibió las visitas de sus familiares y amigos. Como un autómata, debido a su estado de postración y a no poder ir a ningún sitio, su mente se retraía evitando la realidad. Únicamente podía rememorar una y otra vez la conversación que había mantenido con el médico.
—En unos meses y con dura rehabilitación podrás volver a caminar, incluso a correr —anunció un doctor de mediana edad que cargaba con su expediente.
—¿Podré volver a jugar profesionalmente? —planteó Zee emocionado ante la buena noticia.
—Lo siento, pero has sufrido una lesión muy grave para un deportista profesional: rotura total de los tres ligamentos de la rodilla, la llamada tríada. Los tres ligamentos se han roto por completo, y la operación de reconstrucción no los deja perfectos. Si vuelves a jugar, no será profesionalmente.
—Pero tengo muchos equipos profesionales interesados en mí, ¡no puede pasarme esto ahora! —se quejó Zee—. Seguro que en un año volveré al campo, ¡necesito poder jugar!
—Puedes intentarlo —declaró el médico—, pero esto lo he visto ya muchas veces. En cuanto vuelvas al campo, se te puede reproducir la lesión. Tienes alta probabilidad de que eso ocurra, pues la zona ya está dañada y, por otra parte, no hay muchos equipos que se arriesguen a contratar a un novato con esa carga. Si ya fueses profesional, tal vez habría posibilidades, pero en tu caso…
—Entonces, ¿qué hago? ¿Me rindo? ¿Tiro todo mi futuro por la borda por una estúpida rodilla? —exclamó al médico un enfurecido Zee
—Alégrate de que la lesión no haya sido más grave de lo que es, lucha por recuperarte y más adelante ya veremos si puedes intentar volver al mundo profesional.
Tras estas palabras, el doctor lo dejó solo, sumido en sus pensamientos.
—Para qué luchar… —susurró en voz baja mientras derramaba en silencio lágrimas de dolor por lo perdido.
Cuando Nunew volvió ese año de la universidad se extrañó al no ver a Zee en casa de su abuela. Preocupado, preguntó a sus hermanos, quienes, a pesar de no ir a la misma universidad que él, eran amigos inseparables del vecino.
Después de los abrazos y besos que recibía todos los años al retornar a casa, se sentó en el porche con una deliciosa limonada junto a Tutor y Max. Ellos permanecían tensos, a la espera de sus preguntas, parecían no querer contarle lo que sucedía, ya que evitaban continuamente su mirada.
—¿Dónde está Zee? —inquirió finalmente Nunew; sus hermanos se miraron entre ellos, decidiendo quién sería el que daría la mala noticia, y fue Tutor el que comenzó a contestar a sus cuestiones.
—Zee tuvo una lesión a principios de verano. Está bien —añadió Tutor al ver como su hermano se disponía a levantarse para ir en su busca—, pero no creen que pueda volver a jugar profesionalmente.
—¿Y eso qué más da? Lo importante es que esté bien y se esté recuperando, porque se está recuperando, ¿verdad?
—Físicamente puede, pero…
—Pero psicológicamente está hecho una mierda —acabó Max por su hermano.
—¿Por qué? No lo comprendo; no tendrá una carrera brillante pero aún puede terminar la universidad y centrarse en su futuro.
—No lo entiendes, Nunew: ése era su futuro, las notas de Zee son pésimas y sin la perspectiva de contar con un buen futbolista, la universidad pronto se deshará de él.
—¡Pero eso no es justo! Él es muy inteligente, seguro que puede finalizar su carrera y hacer algo.
—No quiere hacer nada, se ha rendido —comentó Tutor apenado.
—¡Tengo que ir a verlo! —exclamó Nunew decidido mientras se incorporaba, pero las apesadumbradas palabras de su hermano Max lo detuvieron.
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No seras mi principe azul
FanfictionNunew Chawarin y Zee Pruk se declararon la guerra desde pequeños. Pero ¿qué ocurre cuando los niños crecen y Zee se da cuenta de que Nunew es su chico ideal? ~ Adaptación al ZeeNunew ~ • Esta historia no es mía • Adaptación sin fines de lucro