Capítulo 20

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Ese día Nunew deseaba más que nunca que todo el asunto de su boda finalizara pronto, pues llevaba toda la mañana probándose trajes de novio, cada uno más ridículo y tortuoso que el anterior.

Parecía que su cuñada se quería vengar del lamentable asunto del cubo de pintura
obligándolo a embutirse en trajes en los que ni siquiera podía caminar.

—¿No te gusta éste, querido? —preguntó Anette emocionada.

—Le queda fantástico, mamá —comentó con una pérfida sonrisa su malévola cuñada.

Nunew se miró una vez más al espejo y rogó porque la imagen que contemplaba ante el no fuera cierta, pero al abrir nuevamente los ojos su reflejo no desapareció: el traje de novio por la parte superior era perfecto, se ajustaba a su
figura como un guante, y en sus mangas tenían hermosos adornos a los lados.

Hasta ahí todo estupendo. Pero de cintura para abajo, lo que era el pantalón, era tremendamente ancho e incómodo de usar porque llegaba hasta el suelo cubriendo sus pies.

«¡Tierra, trágame!», pidió Nunew frente al espejo mientras sus futuras parientas
políticas planeaban cómo meterlo en la iglesia con ese traje.

—No sé, aún no me he decidido —dudaba Nunew.

—¡Pero si has visto más de veinte trajes! —protestó ruidosamente Alice.

«Sí —pensó Nunew—, cada uno más feo e incómodo que el anterior.»

—Eres un poco indeciso, ¿verdad? —señaló Anette como si fuera un gran defecto.

«Seguro que me hubiera decidido si me hubieran dejado elegir a mí, en lugar de
traerme todas las monstruosidades que encontraban por el camino. Pueden ser todo lo
sofisticadas que quieran, pero tienen un pésimo gusto», pensó Nunew, aunque finalmente dijo:
—Creo que este estilo no va conmigo.

—Bueno, no te preocupes: mamá y yo elegiremos algunos trajes más. Después de todo, nosotras entendemos más de moda que tú —señaló altanera Alice.

—Tal vez yo debería mirar alguno para ver si…

—¡Quita, quita! ¡Tú relájate mientras nosotras elegimos el traje de tu gran día!
—profirió Anette alejándose decidida, seguida de cerca por la arpía de su hija.

En el momento en el que Nunew se quedó al fin solo en el vestidor, se bajó torpemente del estrado y buscó en su bulto el teléfono móvil para llamar una vez más a su torturador, que hacía semanas que no cogía el teléfono.

Mientras esperaba nuevamente que saltara su contestador, se entretuvo deleitándose con la copa de champán que la exclusiva tienda del pueblo les había ofrecido para amenizar la elección del traje.

—Habla Zee, ¿qué puedo hacer por ti, gatito? —contestó una alegre voz.

Nunew se tragó rápidamente el champán de una sola vez y se dispuso a gritar toda y cada una de sus quejas al estúpido de Zee Pruk.

—¡He estado semanas intentando contactar contigo! ¿Dónde demonios te habías metido y qué narices has hecho con mi anillo de compromiso?

—Si no me localizabas en el móvil, siempre podrías haber venido a mi casa, ya sabes donde vivo.

—¡Ni loco pongo un pie en tu casa! Conociéndote hubiera acabado en tu cama.

—Pues ahora que lo dices…

—¡No me puedo creer que creyeras que acabaría yendo a tu casa! ¡Ni loco! ¿Me oyes? ¡Ni loco!

—Entonces, ¿cómo voy a devolverte el anillo si no puedo verte? ¿Dónde estás ahora?

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora