Capítulo 4

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Pasó el tiempo y, cuando llegaron a la etapa de la adolescencia, los dos acérrimos enemigos empezaron a acercarse mutuamente atraídos el uno por el otro, pero, como ocurre con dos iones positivos cuando se acercan demasiado, acababan repeliéndose.

Zee, con dieciocho años y muy próximo a graduarse, se había convertido en un joven fuerte y atlético. Con su metro ochenta y dos de estatura, sus hermosos ojos oscuros, su melena negra y su atractivo rostro de rebelde desvergonzado, era el preferido de las chicas y chicos.

Además era el capitán del equipo de fútbol americano y, aunque sus notas no eran deslumbrantes, todos estaban seguros de que recibiría una beca por ser un gran jugador.

Nunew era un hermoso joven de preciosos ojos oscuros y rostro angelical que iban acompañados por un cuerpo que comenzaba a destacar por unas insinuantes curvas, las cuales tentaban a más de un joven atolondrado aunque el apenas se percataba, ya que estaba muy atareado con sus múltiples actividades: era delegado de clase, presidente del club de arte, columnista en el periódico del instituto y formó parte de las animadoras hasta que, entre partido y partido, comenzó a animar al equipo contrario para que placaran a Zee.

Después de eso las demás animadoras lo expulsaron, pero eso no desilusionó a Nunew, quien siempre que venía un equipo visitante al campus se unía a él en sus ánimos por abatir al capitán.

Las notas de Nunew eran brillantes con tan sólo dieciséis años, y todos creían que tendría un gran futuro relacionado con el arte.

Ambos contaban con admiradores a los que apenas les prestaban atención, y por eso las apuestas ahora giraban en torno a cuándo se darían cuenta de su mutua atracción y, por supuesto, acerca de cuál de los dos espantaría primero a la pareja del otro, porque si bien nunca admitirían que se gustaban, tampoco dejaban que el otro saliera mucho tiempo con alguien.

Eran como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

Por eso nadie se extrañó demasiado cuando una de las apuestas la ganó Jeff, que apostó que el primer beso de Don Perfecto se lo daría el Salvaje.

Y así fue que a los dieciséis años Nunew recibió su primer beso.

Todo empezó el día de San Valentín.

Zee y Nunew salieron corriendo de clase. Ese preciado día, el que llegaba antes a casa arrasaba el buzón del otro y se quedaba con los regalos y tarjetas de admiradores.

Nunew había tenido el honor de recibir en años anteriores osos de peluche mutilados y tallos de rosas sin pétalo alguno, pero ese año sería él, el vencedor, ya que había sobornado a su hermano Max, que estaba en casa resfriado, con darle veinte dólares si saqueaba el buzón de Zee en cuanto llegara el cartero.

Cuando Nunew llegó a casa ignoró la cara de satisfacción de Zee, quien lo esperaba junto al buzón; el entró en su hogar y vio cómo su hermano, tumbado en el sofá, leía muy atento una carta adornada con corazones mientras comía unas galletas caseras.

—Max, ¿hiciste lo que te pedí? —preguntó Nunew emocionado.

—Sí, pero creo que estas cartas son demasiado subidas de tono para ti. ¡Dios! Ni yo sabía que se podían hacer estas cosas. Le voy a tener que preguntar a Zee cómo consigue que le hagan esto.

—¡Dame eso! —contestó Nunew mientras le arrancaba la carta a su hermano y agarraba toda la demás correspondencia de Zee para meterla en su mochila.

—¿Y esas galletas? —preguntó Nunew nuevamente.

Max se apresuró a comérselas todas de una vez antes de que su hermano se las arrebatase y luego contestó con la boca llena que eran para Zee.

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora