Capítulo 17

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Todo BangNa estaba revolucionado con la vuelta de Nunew.

Cada vez se parecía más al niñito impecable que era antes de que Zee Pruk se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que Don Perfecto hubiera encontrado a su media naranja, ya que el y George, quien era conocido ya por todos como Mister Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.

Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Zee Pruk, el Salvaje. Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Nunew y Zee, todo sería mucho más tedioso; por lo tanto, si alguien tenía que estar con Nunew, que fuera
aquel que lo hacía ser el mismo y no un clon de la perfección.

Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que los vecinos se
enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas: Zoe limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades.

En una de ellas escribió «Mister Perfecto» y en la otra «El Salvaje».

A partir de ese día se admitieron apuestas: ¿Quién se casaría finalmente con el querido Nunew? ¿El hombre perfecto o el salvaje apenas domesticado?

—¡Se aceptan apuestas, señores! —gritó Zoe felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Don Perfecto de nuevo a su hogar.

Max entró en el bar de Zoe a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada
vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron
expectantes hacia él. Zoe le sirvió incluso antes de que él pidiera, y los parroquianos
volvieron sus asientos hacia él esperando impacientemente a que hablara.

—Zee lo lleva fatal —comentó Max señalando los puntos marcados en la pizarra.

—Las apuestas están cinco a uno, y por ahora el Salvaje no ha conseguido ningún tanto —señaló Zoe.

—No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermano no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Mister Perfecto.

—¿Y qué hace Zee mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?

—Sí, hacer que Tutor y yo le acompañemos continuamente a espiar las citas de Nunew. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo de las que ha tenido jamás con mi hermano.

—Tal vez con un bonito presente consiga que lo perdone.

—Compitiendo con ese hombre es imposible: si Zee manda un hermoso ramo de flores silvestres, Mister Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Mister Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto… y así llevamos todo el mes. Y encima, como Nunew sigue furioso con Zee, le devuelve todos sus regalos hechos pedazos: las flores las desmenuza, los peluches los apuñala…

—¿Cómo está Zee? —preguntó Zoe preocupada.

—Pues abatido por los desplantes de Nunew y furioso con Mister Perfecto. He tenido que convencerlo más de una vez de que no puede secuestrar a ese hombre y abandonarlo en el desierto.

—Entonces, ¿por quién apuestas? —indagó interesada en anotar a un nuevo jugador.

—Por Zee, siempre por Zee —contestó apoyando a su amigo.

—Pero, por lo que me has dicho, Zee no puede ganar.

—Me da igual, mi hermano no es un juego y, a pesar de que ese tipo sea Mister Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Zee.

—¿Y qué es lo que no ves en Mister Perfecto para que no te guste para tu hermano?
—se interesó Zoe por el bien de su futuro negocio de apuestas.

—Amor, no veo en su rostro al loco enamorado que veo cada vez que miro a Zee. Así que, como soy un romántico empedernido, apuesto por el amor, apuesto por Zee —dejó veinte dólares en la mesa, reafirmando sus palabras—. Además, esta noche vamos a perseguir a Nunew en otra de sus citas y Zee está más decidido que
nunca. Le ha comprado hasta un anillo de compromiso por si en algún momento consigue quedarse con el a solas. Deséame suerte —pidió mientras se disponía a marcharse—, después de todo, es la primera vez que me llevan a un restaurante elegante a cenar para pedir la mano de mi hermano, espero que no acabe
pidiéndomelo a mí, porque, como esto siga así, Tutor y yo vamos a ser los que más citas románticas hayamos compartido con Zee.

Max cerró la puerta del bar tras de sí y ése fue el momento en el que se abrieron las apuestas acerca de quién sería el futuro marido de Don Perfecto. Al terminar la tarde los números no favorecían para nada al Salvaje, aunque ya se había decidido que finalmente era Max quien más citas había tenido con el chico de los Panich.

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora