Capítulo 5

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John Perdpiriyawong, por primera vez en dieciséis años, estaba preocupado.

Sabía que ese momento tendría que llegar algún día, que su hijo se haría mayor y saldría con chicos, pero, para él, Nunew aún era su niñito.

Su pequeño había ido a un baile y aunque suplicó y rogó a su mujer que le dejara ir al instituto a espiar, Sarah se lo había prohibido rotundamente, así que no le había quedado más remedio que esperar en casa sentado en el viejo sillón del salón que había situado delante de la puerta con la lámpara del salón encendida y un viejo libro como compañía.

Como no podía hacer nada para vigilar a su hijo más chico, le pidió a los gamberros de sus
hermanos que lo espiaran durante toda la fiesta y que no lo dejaran a solas con ese
jovencito lleno de hormonas ni un solo instante, pero sus hijos eran unos alocados
y seguro que se habían olvidado de su hermano menor en cuanto llegaron al baile.

Su último recurso antes de resignarse a perder a su pequeño había sido pedir a Zee que compartiera el coche de alquiler con sus hijos. Con suerte esos dos volverían a las andadas y pasarían todo el tiempo discutiendo, sus parejas se cansarían de ellos y su Nunew volvería a casa diciendo que odiaba a todos los chicos y los bailes.

—Dios, por favor, que vuelva a casa disgustado con el vecino y no con una sonrisa radiante de «me he besado con un joven adolescente y quiero más» —rezó John antes de que la puerta de su casa se abriera con brusquedad y su hijo
entrara descalzo y gritando.

—¡Odio a Zee Pruk y no pienso volver a ir a ningún estúpido baile con chico alguno! ¡De hecho, no pienso salir con ningún chico! ¡Nunca!

—Gracias, Dios mío —murmuró John antes de levantarse del sofá para calmar a su hijo.

Sus hermanos, que entraron tras el, intentaron calmarlo y muy pronto no tardó en unirse a la reunión Sarah, que salió de su habitación en la planta superior dispuesta a solucionar una vez más el enfado que su hijo tenía con el vecino.
Cuando la madre de Nunew entró al salón adormilada, terminó de despertarse de golpe en cuanto vio a sus hijos mayores con las ropas destrozadas y llenos de moretones peleándose, a su hijo menor buscando la escopeta de perdigones aún con el traje y descalzo, y a su marido persiguiéndolo

—¿Qué demonios pasa aquí? —gritó Sarah a pleno pulmón poniendo fin a todo el alboroto.

—Nunew odia a los hombres y las fiestas —contestó John muy ilusionado.

—Mis hermanos se han peleado en el baile —cotilleó Nunew en un intento de distraer a su madre de lo que estaba haciendo.

—Zee ha besado a Nunew… —comentó Max evitando la mirada furiosa de su madre.

—Y por eso… Nunew quiere pegarle un tiro al vecino —señaló Tutor librándose de la atención de su madre, que finalmente recayó en su hermano menor.

—¡Ése es mi niño! ¡Así se hace! ¡Ven aquí, que te enseño a disparar! —animó John a su hijo bajo la mirada reprobatoria de su mujer.

—¡Nadie va a disparar al vecino! —gritó Sarah histérica—. Nunew, ¿te has vuelto loco? ¡Suelta la escopeta de tu padre ahora mismo!

—¡Pero mamá, me besó en la boca y me metió la lengua! ¡Fue asqueroso! ¡No voy a volver a besar a un chico en mi vida! —protestó Nunew mientras bajaba la escopeta.

—¡Gracias, Dios, porque el vecino no sabe besar! Mañana mismo le regalo una cesta de frutas —murmuró John.

—¡John, cállate y déjame a solas con tu hijo! ¡Me estás poniendo histérica! —dijo Sarah señalando la puerta del salón.

No seras mi principe azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora