Capítulo II

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POV MAX

Tengo toda la concentración puesta en los documentos que tengo delante.

Hoy cerramos un trato y le estoy dando un último vistazo a los números, de pronto, me interrumpen llamando a la puerta.

Alzo la vista con la cara enfurecida, tome esta oficina en la quinta planta sobre todo por esta razón: para evitar que me interrumpan y trabajar en paz, pero mi nueva recepcionista no parece entenderlo.

¿Qué necesitas? —vocifero. Tenemos que dar el visto bueno al grupo de operaciones para iniciar las transferencias. Y, ahora, esto.

El hombre que le he comentado antes, ha traído su teléfono —dice con voz temblorosa. Deja el teléfono en mi mesa y, por primera vez esta mañana, sonrío.

Qué alivio recuperar mi móvil. De repente me siento mal por no darle las gracias personalmente, me ha ahorrado incontables horas, tengo un montón de aplicaciones e información importante en mi teléfono, es mi ordenador cuando estoy lejos de mi portátil.

¿Sabes cómo se llama? —pregunto. —Sí, Sergio Perez. —Gracias. —Hago una mueca cuando veo que el mecanismo de bloqueo lo han tocado.

Doy en la pantalla y aparece el fonde de pantalla. Pestañeo rápidamente sin creerme lo que estoy viendo. Un precioso trasero. Suave y cremoso. Ese tipo de culo al que te gustaría darle un mordisquito. Mientras miro la fotografía, la bestia que hay en mí emerge y mi miembro cobra vida. Lo que daría por dar una cachetada a aquel precioso trasero y después introducir mi gran pene en el.

¿Señor Verstappen? Levanto la vista y me sorprende ver a mi recepcionista aún delante de mi mesa, menos mal que estoy sentado porque la erección que tengo la asustaría.

¿Puedes pasarme las imágenes de las cámaras de vigilancia? —Claro, señor Verstappen —dice—.

El señor Carlos Sainz me ha dicho que le recuerde que tienen unas entrevistas. El color de su piel se vuelve roja al mencionar a Carlos, él tiene ese efecto en las mujeres e incluso en algunos hombres. Carlos es mi socio comercial y mi amigo, un cazanova natural, a mujeres y hombres les vuelve locos.

Bien. —Mi mal humor brota de nuevo. Lo último que me apetece hacer ahora es entrevistar para encontrar a un asistente personal que no necesito. Según Carlos, necesito desesperadamente a alguien que me organice la agenda y otras no sé cuántas cosas más.

Se me ha ido la concentración y en lo único en lo que pienso es en el trasero que aparece en mi teléfono, lo miro de nuevo, sé que me llevaré una gran decepción cuando vea la cara de el portador. Seguramente tenga cara de caballo... Un caballo con un bonito culo, la recepcionista vuelve con las imágenes del hombre portador del trasero que hay en mi pantalla, me las deja en la mesa y se marcha.

Espero hasta que cierra la puerta del todo, miro dos veces, entrecierro los ojos y miro detenidamente el papel.

No puede ser, pero lo es, sonrío como un idiota.

Es el castaño pecoso del avión, ese con el que intercambié una mirada que comunicó nuestros pensamientos, nos sentimos atraídos el uno por el otro.

Si hubiese pasado en otro lugar, lo hubiera persuadido. Y por cómo me miró, sé que hubiera dicho que sí.

Unos minutos más tarde, salgo de la oficina y bajo hasta la segunda planta, donde están las oficinas principales de Hyperion, las entrevistas se hacen en la sala de conferencias, cruzo la zona de recepción deprisa, cuanto antes termine, antes volveré a mi trabajo, que es la actividad principal de Hyperion Investments.

Empujo la puerta para abrirla justo cuando una mujer morena se marcha.

Te llamaremos, gracias por venir —dice Carlos. La sonrío rápidamente cuando nos cruzamos.

Ya era hora —dice Carlos. —Más vale tarde que nunca —respondo.

Me vibra el teléfono con un mensaje, lo saco del bolsillo y lo primero que veo es el trasero de Sergio Perez y se me escapa una risa.

¿Qué es tan divertido? —pregunta Carlos mientras revisa unos papeles, le enseño mi teléfono y silba.

Bonito culo. Me gustaría saber de quién es —dice Carlos.

Le cuento la historia y se muere de la risa.

Un hombre atrevido. Llaman suavemente a la puerta e irrumpe Laura, la secretaria de Carlos.

¿Dejo pasar a la siguiente candidata? —Sí, por favor —contesta Carlos y me desliza un papel delante de mí, miro el nombre y se me desencaja la mandíbula, antes de que me dé tiempo a reaccionar, el entra con un par de gafas que le quedan muy bien sobre su nariz pecosa. Sergio Perez, mis ojos rápidamente se posan en su voluptuoso trasero envuelto en un pantalon que moldea sus tonificadas piernas.

Siéntese, señor Perez —dice Oliver y el le sonríe antes de mirarme a mí, la sonrisa de su rostro se congela, pestañea confundido.

Sé lo que está pasando por su cabeza; lo mismo que se me ha pasado a mí hace tan solo unos segundos ¿Cómo era posible que nos hayamos encontrado de nuevo? Se recompone rápidamente.

Gracias. Hace todo lo posible por no mirarme y eso me da la oportunidad de analizarlo. Rezuma una energía sensual y no hay nada vulgar en el. Tiene un estilo clásico, pero inteligente, intento imaginármelo en el lavabo haciéndose una foto de su culo, pero no puedo.

Se me escapa una risita y Carlos me mira con los ojos abiertos, tomo el papel con sus datos y escribo una nota a Carlos.

¿El chico del culo? Es el...

Le devuelvo el papel, lo lee y escribe rápidamente. Estás loco. No, dale el trabajo. ¿Y si no es el adecuado? Eso da igual.

Señor Perez, veo que su último trabajo fue en Washington DC, ¿por qué se ha mudado a otro estado? Pestañea y se le llenan los ojos de lágrimas. Me sale el instinto protector y me entran ganas de tomarlo entre mis brazos y tranquilizarlo.

No quiero que nada le haga sentir mal, se aclara la garganta y una risa temblorosa se escapa de su boca.

Perdón. Solo quería un cambio y un nuevo inicio, ninguno pregunta por qué, sea lo que sea debe ser algo malo para el y no queremos que recuerde cosas malas. Carlos le hace un par de preguntas más y le plantea algunos posibles escenarios relacionados con su trabajo.

Es listo y sexi, una combinación letal.

Nos pondremos en contacto —le dice Calors. Él parece sorprendido—. ¿Tiene alguna pregunta? El niega con la cabeza y me mira, mordiéndose el labio inferior.

Toda la sangre de mi cuerpo se concentra en mi pene. Lo deseo más que a nada, quiero inclinarlo sobre mi mesa con ese precioso culo al aire y follarlo... Y en mi jacuzzi... Y en mi cama.

Me quedo mirándolo cuando se gira para marcharse. Ese pantalón le hace buen culo, menea ligeramente las caderas al caminar.

Joder —digo cuando cierra la puerta, dirigiéndome a Carlos—. ¡No le has dado el trabajo! —Despacio, Romeo. Diré a recursos humanos que la llamen. No seas tan impaciente. —Lo que tú digas —le digo mientras echo la silla hacia atrás para ponerme en pie—, pero lo quiero en mi oficina mañana. Súbele el sueldo un veinte por ciento. Carlos sonríe. —Nunca te he visto así por un hombre. —Yo tampoco —le digo.

Entre 4 paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora