Capítulo VIII

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POV MAX

En cuanto escuchó sus pasos en la oficina mi corazón empieza a galopar en mi pecho, mi cuerpo se enciende y no hay nada que pueda hacer para seguir leyendo el informe.

Escucho que se va a la cocina y, unos segundos después, escucho la cafetera, mi polla lo recuerda y empieza a ponerse dura, se me hace eterno hasta que vuelvo a escuchar sus pasos. Me quedo mirando la puerta expectante y, cuando entra lo miro fijamente, me quede en shock al ver que traía una falda... Una minifalda que envuelve sus preciosos muslos, mi polla amenaza con hacer un agujero en mis pantalones.

Buenos días —dice Checo, dejando los cafés en mi mesa. Su precioso cabello castaño enmarca su cara. Él se endereza y yo reprimo las ganas de apartarle unos mechones de la cara. Es perfecto.

Buenos días —digo con una voz totalmente empresarial—, gracias por el café. Se pone las manos en la cadera.

¿Quieres que repasemos la agenda ahora? Lo que quiero saber es si me hizo caso y hoy omitio los boxers, pero me enteraré pronto. —Sí, siéntate. Mantiene las piernas juntas al sentarse, pero hay algo que lo delata: su respiración agitada. Aparto la mirada de sus pectorales, me pongo en modo profesional mientras repasamos la agenda y, cuando terminamos, Sergio se levanta, tiene unos ojos expresivos y ahora expresan desilusión, él esperaba que me echara encima de él, pero no es así como quiero jugar.

Quiero crear anticipación para que cuando vaya a la caza, no pueda resistirse...

¿Eso es todo? —pregunta. —Sí, gracias —le respondo mirando el ordenador. Cuando se va, sonrío, satisfecho conmigo mismo.

Estoy atento al reloj y, cuando pasan cincuenta minutos, me levanto de la silla. Esperaba que mi polla estuviera calmada para entonces, pero sigue abultando en mis pantalones, intento acomodarla, pero sin éxito.

Me inunda la adrenalina y la lujuria a partes iguales mientras cruzo el pasillo hasta la oficina de Sergio... Llamo a la puerta y empujo para abrirla, él levanta la mirada con sus ojos cafes bien abiertos y sus labios medio separados.

Ya sabes por qué estoy aquí —gruño, y cierro la puerta.

Camino hasta su posición y hago girar su silla para ponerla frente a mí, me pongo de rodillas y coloco las manos en los reposabrazos de la silla... Su respiración se acelera, mi propia respiración suena mucho... Seguramente el ya se haya dado cuenta, y entonces lo huelo, su humedad, el olor de su excitación, es embriagador.

Sergio se muerde el labio inferior y mi control desaparece, necesito mamarsela ahora mismo, pero primero he de comprobar si me ha hecho caso, despacio, le subo la falda.

Separa las piernas —le digo. El duda un poco, pero despacio las separa para poner al descubierto su gran pene. Me quedo sin aire en los pulmones, la mandíbula se me tensa...

Abro más sus piernas hasta que su pene rosado y mojado queda bien visible.

Buen chico —gruño—, me gusta que me hagan caso. Ahora tu recompensa. Hago que se ponga al borde de la silla e inhalo su aroma antes de inclinarme más para capturar su pene con mi boca, se le escapa un gemido agudo.

Eso es, gime para mí —le digo. Trazo círculos con la lengua sobre su glande hinchado, jugando hasta que Sergio se empieza a retorcer en la silla.

Es como un petardo debajo de esa fachada fría y tranquila y me encanta, llevo días pensando en este pene y quiero saborearlo todo, sabe tan bien, como a una mezcla de vainilla y fresa con un toque de canela.

¿Te gusta lo que te hago? —pregunto. —Sí. Le succiono el Glande y Sergio abandona cualquier disimulo de control, enreda sus dedos en mi cabello y me presiona hacia el para que su gran pene llegue más adentro de mi garganta. —Por favor —gime una y otra vez. Introduzco un dedo en su entrada apretada, lo meto y saco mientras mi lengua lame la totalidad de su miembro. No tarda en correrse. Su respiración aumenta y me toma con más fuerza. Meto y saco mi dedo cada vez más rápido. Grita mi nombre y su cuerpo convulsiona. Le saco el dedo y lo miro. Sergio sigue con los ojos cerrados y tiene la camisa desabrochada, sus preciosos pezones empujan contra su camiseta. Siente mi mirada sobre el y abre los ojos, le inunda una mirada de vergüenza y se sienta en la silla, intentando abotonarse la camisa.

Entre 4 paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora