POV MAX
Desde el último banco de la iglesia en el que estoy sentado, solo le veo la cabeza a Elly. Escucho a medias al hombre que está leyendo un versículo de la Biblia.
Ya han hablado varias personas, desde gente que trabajó con él hasta amigos, personas que no conozco, cuentan anécdotas divertidas y me rio con los demás al reconocer algunos rasgos característicos de Lando.
Cuando la misa se acaba, me siento extrañamente aliviado y sin remordimientos por los años que hemos pasado distanciados.
Carlos y yo nos ponemos en la fila para dar el pésame a la familia. Siento cierto temor al imaginarme estar cara a cara con mi hija de seis años. Llegamos adelante y le doy la mano a Daniel.
—Gracias por venir —dice Daniel con unas gafas de sol que ocultan sus ojos—. ¿Quieres ver a Elly? Está en el coche con los padres y las hermanas de Lando.
Niego con la cabeza. No es el momento ni el lugar. Ya habrá tiempo para ello cuando me den los resultados de la prueba de paternidad. Pedí a mis abogados que lo organizaran todo.
—¡Odio los funerales! —dice Carlos cuando volvemos al coche.
—¿Por qué has venido? —le pregunto desconcertado. No le pedí que viniera y él y Lando no se conocían.
—Es lo que hacen los colegas —dice Carlos—. Hacen cosas el uno por el otro aunque a uno no le agrade.
Se me agarra algo en la garganta. Le doy un apretón a Carlos en el hombro. Vamos en silencio casi todo el camino de vuelta a la oficina.
—¿Qué vas a hacer ahora? —pregunta Carlos en voz baja.
No he pensado en lo de Lavish cosmetics desde que Daniel me dijo que Elly era mi hija. Legalmente, la compañía ahora le pertenece a ella y a Daniel y pensar en seguir con mis planes me pone malo.
—La compraremos —le digo a Carlos.
No nos dedicamos a invertir en compañías y a dirigirlas nosotros. En el caso de Lavish cosmetics, me siento en la obligación moral de que vuelva a obtener beneficios por el bien de Daniel y de Elly.
Eso significa contratar a profesionales que la dirijan y echarle un ojo sin involucrarme personalmente. No quiero que Daniel sepa que soy dueño de gran parte. Si se entera, sabría que tenía planeado robarle a Lando su empresa.
No sé por qué de repente me importa su opinión. Aunque lo averigüe, no tiene ninguna autoridad moral de opinar sobre ello. Me dejó por mi mejor amigo y no me contó que tenía una hija. Elly es quien me preocupa. Dejará de ser una niña y no quiero que conozca esa parte de la historia.
Lando es el padre que ha conocido los primeros seis años de su vida y seguro que no querrá saber que tenía la intención de destruirle. No, es mejor que Daniel no se entere de mi relación con Lavish cosmetics.
—Gracias, tío —le digo a Carlos cuando nos separamos en el ascensor.
En cuanto salgo del ascensor, huelo la fragancia afrutada de Sergio. Me hace sonreír y camino deprisa a su oficina. Levanta la vista y sonríe al verme. Cruzo hasta su mesa y le doy un beso en la boca antes de dejarme caer en la silla que hay junto a su mesa.
—¿Tan mal ha ido? —pregunta con cara de preocupación.
—Ha sido duro —le digo—. Si me hubieran dicho que mi amistad con Lando llegaría a su fin, me hubiese reído.
—Es horrible perder a un amigo. No me imagino mi vida sin Pato. Nos conocemos desde que somos niños —dice Sergio.
—Así éramos Lando y yo. Éramos más que mejores amigos. Éramos como hermanos. ¿Por qué tuvo que escoger a Daniel por encima de nuestra amistad? Si tuviera la oportunidad de hablar sinceramente con él, es lo único que querría saber. Nunca he ido detrás de ningun hombre en el que él estuviera interesado, mucho menos saldría con el.
—Los hombres son así de débiles —responde Sergio—. Cambian de una persona a otra sin pestañear. —
Hay algo en el tono de su voz que me hace sospechar de que no está hablando de Danield ni de Lando.
—¿Qué te pasó en tu última relación? —pregunto.
Noto el dolor en rostro, pero rápidamente desaparece. Mi corazón se encoge y me dan ganas de protegerlo.
—Lo normal. Conoció a otro y le propuso matrimonio. Se suponía que nos casábamos este año —dice con un tono neutral.
—¡Será cabrón! —digo enfadado. El se ríe.
—¿Cabrón?
—¡Sí! No hay otra palabra para un hombre que miente a una persona. No hay necesidad de hacer algo así. Si no sientes algo por ella, díselo y punto. Es menos doloroso para todo el mundo a la larga.
—Por suerte para nosotros, no tenemos que preocuparnos de los sentimientos —dice Sergio.
Unas semanas antes, hubiese respondido con seguridad. Ahora, me pienso las cosas antes de decir algo. Me gusta Sergio. Mucho. Me encanta su cuerpo y su compañía. Pero no estoy seguro de lo que siento por el.
No quiero que esto sea algo serio para que ninguno salga herido.
—Es cierto —le digo—. Y a propósito, ¿por qué no te acercas aquí para darle un beso a este individuo? El sonríe.
—Ahora nos entendemos.
Se levanta y se acerca a mí. Pero en vez de sentarse sobre mis piernas para besarme, se arrodilla en el suelo y se coloca entre mis rodillas
—Creo que necesitas algo más que un beso —dice Sergio mientras me baja la cremallera.
—Tienes razón —le digo con la voz ronca expectante de ver cómo envuelve mi polla con sus labios.
Es la mejor manera de liberar mis sentimientos encontrados después de la misa del funeral. Echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Todos mis sentidos se centran en lo que hace Sergio.
Espero la primera mamada, pero en vez de eso, lame el interior de mis muslos y mis testículos. Su lengua y sus manos están por todos lados excepto en mi polla y me está volviendo loco. Mi polla se sacude a modo de protesta y Sergio se ríe.
—Te gusta jugar, ¿no? —gruño.
—Yo no lo llamaría así —dice, y sostiene la base de mi polla.
Al tocarla, el fuego recorre todo mi ser. Sergio utiliza su boca y su lengua de una manera que ninguna otra persona ha hecho conmigo.
—¿Cómo lo llamarías? —consigo decir. Apenas puedo seguir la conversación.
—Lo llamaría preámbulo.
Me río, pero mi risa se sofoca en mi garganta cuando, sin avisar, se mete toda la polla en la boca.
—¡Joder, Sergio! —gruño.
Mis manos se van hasta la parte de atrás de su cabeza para evitar que deje de hacer lo que está haciendo, por si acaso. Me la chupa con ganas y resoplo y gruño como un hombre de las cavernas. Tiene la boca caliente y, junto con una lengua que se enrosca en mi polla, empiezo a sentir el orgasmo. Sergio deja de chupar un segundo para darme instrucciones.
—Córrete en mi boca.
¡Joder! ¿Cómo puede un hombre controlarse ante esa invitación? Muevo las caderas contra el y mi polla profundiza más en su boca. Mi cuerpo se pone rígido y, segundos después, sale la corrida directamente a su boca, emito sonidos ahogados mientras me corro. Suspiro. ¿Cómo he podido vivir todo este tiempo sin Sergio? No recuerdo la vida sin el. En pocas semanas, se ha vuelto indispensable.
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Hoy es madrugada de actualizaciooooooooon, disculpen la desaparecida pero algunos días en el trabajo son pesadisimos y osh, pero bueno, veamos cuanto les puedo actualizar hoy.
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Entre 4 paredes.
FantasySergio huyo de una ciudad para no afrontar su dolor, que pasara ahóra que llegue a Nueva York y su vida cambie completamente. Adaptación de "En su despacho"