Capítulo IX

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POV SERGIO

Me duele con cada embestida, la polla de Max es enorme y me llena como nunca nadie lo ha hecho, y aun así quiero más y más.

Empujo mi culo hacia atrás y me agarro a la mesa, mi lado racional trata de interferir, pero no quiero, solo esta vez, me digo a mí mismo.

Follarme a mi jefe una vez no lo convierte en nada, solo es para quitarme las ganas, me digo.

Después de eso, mi consciencia se calma y un grito se escapa de mis labios mientras Max me folla, saca la polla casi por completo, deja que me recupere un poco y la vuelve a meter.

Cada vez que lo hace, grito, las pausas son cada vez más cortas, sus dedos se clavan en mis caderas, pero no me hace daño, emito unos sonidos salvajes, sonidos que jamás he hecho, nunca he estado con un hombre que tomara tal control de mi cuerpo.

Es como si perteneciera a Max, en este momento, obedecería cualquier cosa que me pidiera mientras siguiera embistiéndome con su gran polla, gimoteo mientras noto cómo se forma el orgasmo en mi vientre, es intenso y va rápido.

Farfullo cosas incomprensibles, grito sin que me importe que alguien venga a la quinta planta, necesito aliviarme. Cuando llega, tiemblo y lloro de alivio.

Voy a correrme, cariño —gruñe Max, empujando rápido y rudo.

Cuando el placer disminuye y vuelvo a la Tierra, empiezo a arrepentirme. ¿Dónde me he metido? He cometido un error. Un grave error. Recojo mi ropa y me visto sin mirarle.

Ha estado muy bien —dice Max. Empiezo a llorar. Acabamos de pasar de jefe y empleado a amantes, aunque no tenemos que serlo, me digo... Puede ser algo de una vez... Mis manos me tiemblan mientras me visto. —Sergio, ¿estás bien? —dice Max. No puedo mirarle. —Estoy bien. —No lo estás —dice. Espera a que termine de vestirme y se acerca a mí, obligándome a mirarle—. Dime. —Esto ha sido un error. No debería haber pasado —le digo.

Mis ojos me arden con lágrimas que no brotan. ¿Cómo puedo estropearlo todo tan fácilmente? Cuando empezaba a tener todo bajo control, voy y tengo sexo con mi jefe. —¿Por qué es un error? —Max está tranquilo, pero él no tiene nada que perder.

Él no tiene que salir a buscar trabajo en una ciudad desconocida. —Tú eres jefe y yo tu empleado, no deberíamos acostarnos —le digo. —¿Por qué son cosas exclusivas? —dice, con las cejas levantadas—. Podemos ser jefe, empleado y amantes. ¿Cómo le explico lo que pasa cuando el jefe se folla al empleado? Que yo seré el que pierde. —Mira, necesito este trabajo y no quiero estropearlo acostándome con mi jefe.

Se pone rígido. —¿Tan mal piensas de mí que crees que te voy a despedir porque follamos o porque uno de los dos se canse del otro? Sí, quiero gritar, pero no lo hago. —Somos adultos, Sergio y cuando esto termine, quedaremos como amigos, no te despediría por eso, haces muy bien tu trabajo, no voy a perder a un buen asistente por esto.

Es algo que Max ya ha supuesto, sabe que es inevitable que se canse y pase página, bueno, puede que lo haya hecho con otro chico, pero esta de aquí no esperará a que él se canse.

Gracias por decir eso, pero prefiero no continuar con esto. Olvidémoslo y continuemos con nuestra relación profesional. Me mira más tiempo del necesario. —Si es lo que quieres. ¿Te apetece tomar algo el viernes? Quiero decir que no, pero quizás esté yendo demasiado lejos. ¿Qué hay de malo en tomar algo? —Vale. Me siento orgulloso de mí mismo cuando salgo de la oficina de Max.

He sido capaz de enfrentarme al lío que he originado y me siento desahogado, seré de nuevo el asistente de Max.

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Entre 4 paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora