🌺Extra I🌺

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El Olimpo siempre me sorprendía con su majestuosidad

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El Olimpo siempre me sorprendía con su majestuosidad. Estaba en el templo de Apolo, un lugar lleno de luz y arte, reflejando perfectamente la esencia de mi sunshine. El lujo y la belleza se extendían a cada rincón, desde las estatuas doradas hasta las fuentes de mármol, pero mi lugar favorito era la piscina que él me había construido.

El agua cristalina y fresca me envolvía mientras nadaba, disfrutando de la tranquilidad. Escuché el rugido familiar de un motor acercándose y supe que Apolo había llegado. Sonreí para mí misma, anticipando nuestro reencuentro.

Pocos minutos después, lo vi estacionar su Maserati en el garaje, una visión que siempre me hacía reír un poco. Incluso en el Olimpo, Apolo no podía renunciar a sus juguetes modernos. Se bajó del coche con su gracia habitual y me buscó con la mirada. Al encontrarme en la piscina, una sonrisa traviesa apareció en su rostro.

—Ma reine —dijo, acercándose al borde de la piscina—. ¿Disfrutando del agua?

—Siempre —respondí, devolviéndole la sonrisa—. ¿Te unes a mí?

Apolo se agachó junto a la piscina, extendiendo una mano para ayudarme a salir. —Ven aquí, tengo algo que mostrarte.

En lugar de tomar su mano, tiré de su brazo con fuerza, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al agua conmigo. El chapoteo fue enorme, y cuando emergió, sus cabellos dorados empapados, me miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¡Nerea! —exclamó, riendo mientras intentaba apartarse el cabello de la cara.

—Te lo advertí —le respondí con una sonrisa traviesa—. Nadie me saca de mi piscina tan fácilmente.

Apolo nadó hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de amor y desafío. —Eres una reina rebelde, lo sabes, ¿verdad?

Asentí, acercándome a él. —Y tú eres un dios juguetón. Somos una buena pareja.

Nos abrazamos en el agua, la calidez de nuestros cuerpos contrastando con la frescura del líquido que nos rodeaba. Sentí su amor y devoción en cada gesto, en cada palabra. No importaba cuántas veces nos encontráramos así, cada momento juntos era un recordatorio de nuestra conexión inquebrantable.

—¿Qué querías mostrarme? —pregunté finalmente, recordando sus palabras anteriores.

Él sonrió, sus ojos reflejando la luz dorada del sol del Olimpo. —Es una sorpresa, pero primero tenemos que salir de la piscina.

Esta vez, tomé su mano y permití que me ayudara a salir del agua. Nos secamos rápidamente y él me llevó de la mano hacia una nueva sección del templo que no había visto antes.

Cada paso que daba con él me recordaba por qué lo amaba tanto. Apolo era más que un dios; era mi compañero, mi amante, mi amigo. Y mientras caminábamos juntos, sabía que cualquier cosa que me mostrara sería tan maravillosa como el amor que compartíamos.

Reina del OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora