🌺Le monde souterrain🌺

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La noche nos estaba alcanzando cuando estábamos en las sombras del bulevar Valencia, mirando el rótulo de letras doradas sobre mármol negro: «ESTUDIOS DE GRABACIÓN EL OTRO BARRIO

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La noche nos estaba alcanzando cuando estábamos en las sombras del bulevar Valencia, mirando el rótulo de letras doradas sobre mármol negro: «ESTUDIOS DE GRABACIÓN EL OTRO BARRIO.» Debajo, en las puertas de cristal, se leía: «ABOGADOS NO, VAGABUNDOS NO, VIVOS NO.»

Era casi medianoche, pero el recibidor estaba bien iluminado y lleno de gente. Tras el mostrador de seguridad había un guardia con gafas de sol, porra y aspecto de tío duro.

Me volví hacia mis acompañantes. Los tres niños estaban extremadamente nerviosos.

—Muy bien. ¿Recordáis el plan?

—¿El plan? —Grover tragó saliva—. Sí. Me encanta el plan.

—¿Qué pasa si el plan no funciona? —preguntó Annabeth.

—No pienses en negativo —contestó Percy.

—Vale —dijo Annabeth—. Vamos a meternos en la tierra de los muertos y no tengo que pensar en negativo.

—Todos tranquilícense, estaremos bien. Hades no es un mal tío —añadí, tratando de calmar a todos.

Mi hermano sacó las perlas de mi bolso, las cuatro que Tetis nos había dado en Santa Mónica.

—Si algo va mal, no duden en pisarlas bajo sus pies. Lo que es del mar regresará al mar —dije mirando a Percy.

Annabeth le puso una mano en el hombro a mi hermano. Y creo que he pasado demasiado tiempo con Dita ya que lo único que deseaba hacer en ese momento era gritar.

Ellos se amaban y aún no se dan cuenta. Mi sexto sentido me lo estaba diciendo a gritos y no pensaba ignorarlo.

—Lo siento chicos, los nervios me traicionan. Pero tienes razón, lo conseguiremos. Todo saldrá bien —dijo Annabeth, dándole un codazo a Grover.

—¡Oh, claro que sí! —dijo Grover, asintiendo con la cabeza—. Hemos llegado hasta aquí. Encontraremos el rayo maestro y salvaremos a tu madre. Ningún problema.

Los miré y me sentí agradecida de que mi hermano haya encontrado a este tipo de personas, de las que en este mundo eran tan importantes, esas que están dispuestas a ponerse en riesgo para que tú estés bien.

Mi pececito volvió a meter las perlas esta vez en su bolsillo y habló con voz decidida:

—Vamos a repartir un poco de leña subterránea.

Entramos en la recepción de EOB.

Una música suave de ascensor salía de altavoces ocultos. La moqueta y las paredes eran gris acero. En las esquinas había cactos como manos esqueléticas. El mobiliario era de cuero negro, y todos los asientos estaban ocupados. Había gente sentada en los sofás, de pie, mirando por las ventanas o esperando el ascensor. Nadie se movía, ni hablaba ni hacía nada. Con el rabillo del ojo los veía a todos bien, pero si me centraba en alguno en particular, parecían transparentes. Veía a través de sus cuerpos.

Reina del OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora