🌺Extra II🌺

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El Olimpo era un lugar de belleza y poder inigualables, pero también era un campo de entrenamiento para los dioses y sus hijos

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El Olimpo era un lugar de belleza y poder inigualables, pero también era un campo de entrenamiento para los dioses y sus hijos. Hoy, Apolo y yo habíamos decidido entrenar cuerpo a cuerpo en uno de los patios del templo. La brisa era fresca, y el sol brillaba intensamente, reflejándose en el mármol blanco de los edificios.

—Vamos, ma reine, muéstrame lo que tienes —dijo Apolo con una sonrisa seductora, asumiendo una postura defensiva.

—No te contengas, sunshine. No quiero que me tomes a la ligera solo porque soy tu novia —respondí, adoptando mi propia postura de combate.

Nos movimos en círculo, estudiándonos mutuamente, buscando el mejor momento para atacar. Apolo lanzó el primer golpe, rápido y preciso, pero logré esquivarlo con agilidad. Aproveché su impulso para girar y lanzar un contraataque, logrando rozar su costado.

—Eres rápida, pero yo soy más rápido —dijo Apolo, sonriendo mientras volvía a la carga.

El combate se convirtió en una danza de movimientos precisos y ágiles. Cada vez que uno de nosotros lanzaba un golpe, el otro lo esquivaba o bloqueaba. La tensión entre nosotros era palpable, y cada roce, cada mirada, llevaba consigo una carga de deseo y desafío.

Finalmente, logré desequilibrar a Apolo, derribándolo suavemente al suelo. Me arrodillé sobre él, sujetando sus muñecas contra el mármol frío.

—¿Te rindes? —pregunté, con una sonrisa triunfante.

Apolo soltó una risa suave, sus ojos brillando con admiración y algo más profundo. —Nunca me rindo tan fácilmente, ma reine.

Estaba a punto de inclinarme para besarlo cuando una voz familiar interrumpió el momento.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Artemisa, su tono sarcástico pero divertido.

Me levanté rápidamente, liberando a Apolo, quien también se puso de pie. Artemisa nos miraba con una sonrisa divertida, claramente disfrutando de haber llegado en el momento justo.

—Vengo a buscarte, Cordelia. Es hora de tu entrenamiento con mis cazadoras —dijo Artemisa, señalando hacia el bosque cercano.

Apolo se acercó y me besó en la mejilla. —Buena suerte, ma reine. Te veré más tarde.

Asentí, siguiendo a Artemisa. Nos dirigimos al bosque, donde sus cazadoras ya estaban listas para entrenar. El aire fresco y el sonido de la naturaleza me llenaron de energía.

—Vamos a ver si puedes mantener el ritmo, Nerea —dijo Artemisa, lanzándome una espada.

Tomé la espada y me uní a las cazadoras. El entrenamiento fue intenso y sin parar durante horas. Cada golpe, cada movimiento, requería toda mi concentración y habilidad. Logré vencer a varias cazadoras con esfuerzo, sintiendo cómo mi destreza y fuerza mejoraban con cada combate.

Reina del OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora