7- Omegaverse

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En un bosque denso y misterioso, donde los árboles se alzaban como guardianes silenciosos y el viento susurraba secretos olvidados, vivía Philza, un alpha protector. Su presencia era imponente, con una melena rubia que parecían rayos de sol la cual caía sobre sus hombros y ojos que brillaban con la intensidad de mil esmeraldas . Era conocido por su valentía y fuerza, siempre dispuesto a defender a los suyos de cualquier amenaza.

En el mismo bosque, pero en un rincón más apartado, habitaba Missa, un omega de cabello azabache que caía en suaves ondas hasta sus hombros. Su belleza era innegable, pero también lo era su timidez. Missa era un alma reservada, marcada por experiencias pasadas que habían dejado cicatrices en su corazón. Desconfiaba de los demás, incluso de aquellos que deseaban acercarse a él.

Philza había oído hablar de Missa a través de sus amigos. Todos hablaban de su belleza etérea y su naturaleza amable, pero también sabían de su desconfianza. Decidido a conocerlo, Philza comenzó a buscarlo en el bosque. No quería forzar una conexión, solo anhelaba entender al omega que había cautivado su atención.

Un día, mientras exploraba un claro bañado por la luz del sol, Philza escuchó el suave murmullo del agua de un arroyo cercano. Sigilosamente se acercó y vio a Missa sentado al borde del agua, sus dedos jugando con las pequeñas piedras en la orilla. El corazón de Philza se aceleró al verlo; había algo en su expresión melancólica que lo atraía.

Sin embargo, al notar la presencia de Philza, Missa se tensó y dio un paso atrás. Sus ojos se llenaron de desconfianza.

—¿Qué quieres?— preguntó, su voz temblando ligeramente.

—Solo quería admirar la belleza de este lugar— respondió Philza con suavidad, tratando de no asustarlo.
—No quiero hacerte daño.—

Missa lo miró con escepticismo, pero había algo en la voz de Philza que le transmitía calma. Sin embargo, su instinto le decía que debía alejarse.
—No estoy interesado en compañía— murmuró antes de girarse para marcharse.

Philza sintió una punzada en el corazón al ver cómo se alejaba. No podía rendirse tan fácilmente. Decidió seguirlo a distancia, observando cómo Missa se refugiaba en la soledad del bosque. Durante días, Philza continuó apareciendo en el claro, siempre manteniendo su distancia, pero siempre presente.

Con el tiempo, Missa comenzó a notar que el alpha no era una amenaza. En lugar de eso, parecía estar allí para protegerlo. Un día, mientras recogía flores silvestres, se encontró con Philza observándolo desde lejos. Esta vez, en lugar de huir, decidió acercarse un poco más.

—¿Por qué sigues viniendo aquí?— preguntó Missa, aunque su voz temblaba menos que antes.

—Porque creo que hay más en ti de lo que muestras—, respondió Philza con sinceridad. —Quiero conocerte.—

Missa sintió una mezcla de sorpresa y confusión. Nadie había mostrado tanto interés en él antes. —No soy alguien interesante—, dijo tímidamente.

—Eso no es cierto—, insistió Philza. —Eres hermoso y tienes una luz dentro de ti que merece ser vista.—

A medida que pasaban los días, Missa comenzó a abrirse lentamente a Philza. Compartieron risas y momentos tranquilos junto al arroyo. Cada conversación hacía que la barrera entre ellos se desvaneciera un poco más. Philza nunca presionó a Missa; en cambio, le dio espacio para explorar sus sentimientos.

Una tarde, mientras el sol se ponía y el cielo se teñía de tonos dorados y púrpuras, Philza tomó la mano de Missa con suavidad. —Sé que has pasado por mucho—, dijo con ternura. —Pero quiero que sepas que estoy aquí para protegerte y apoyarte. No tienes que tener miedo.—

Missa sintió una calidez invadir su corazón. Por primera vez, comenzó a confiar en alguien. —No sé si puedo abrirme por completo—, confesó.

—Lo tomaremos un día a la vez—, respondió Philza con una sonrisa alentadora. —No hay prisa.—

Con el tiempo, la conexión entre ellos se profundizó. Missa comenzó a enamorarse del alpha protector que había estado a su lado sin importar sus miedos. Cada gesto amable y cada palabra reconfortante lo hacían sentir seguro.

Una noche estrellada, mientras caminaban juntos bajo el cielo iluminado por la luna, Missa reunió el valor para hablar. —Philza... creo que me estoy enamorando de ti.—

El corazón de Philza se llenó de alegría al escuchar esas palabras. —Y yo también me he enamorado de ti, Missa. Eres más fuerte de lo que crees.—

Desde ese momento, su amor floreció como las flores silvestres en el bosque. Juntos enfrentaron los desafíos del mundo exterior y construyeron un refugio seguro donde ambos podían ser ellos mismos. Philza se convirtió en el protector que siempre había sido, mientras que Missa encontró la confianza para dejar brillar su luz interior.

El bosque ya no era solo un lugar oscuro y misterioso; se había convertido en un hogar lleno de amor y esperanza. Y así, entre sombras y luces danzantes, Philza y Missa encontraron su camino hacia la felicidad juntos, demostrando que incluso los corazones más tímidos pueden florecer cuando son amados con sinceridad y paciencia...... Fin?

Deathduo Month Donde viven las historias. Descúbrelo ahora