11- Cicatrices// Marcas en la piel

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En una ciudad donde la vida transcurría entre el bullicio de las calles y el murmullo de las historias olvidadas, Missa y Philza eran dos jóvenes que compartían más que una amistad; llevaban en sus pieles las cicatrices de sus pasados.

Missa había crecido en un barrio difícil, donde cada pelea y cada caída dejaban su huella. En su brazo izquierdo, una línea roja y prominente recordaba un accidente en bicicleta que casi le costó la vida. Esa marca, aunque dolorosa, le había enseñado a levantarse y seguir adelante. Por otro lado, Philza había vivido una vida diferente, pero no menos complicada. Su cicatriz más visible, un corte en su mejilla, era el resultado de una pelea con un compañero de clase que se había vuelto personal. Esa herida le enseñó sobre la fragilidad de las relaciones y la importancia de la comunicación.

Ambos se conocieron en un taller de arte terapéutico, donde los participantes eran invitados a explorar sus emociones a través de la pintura. Desde el primer día, sintieron una conexión especial. Mientras otros luchaban por expresarse, Missa y Philza se encontraban en la misma sintonía, compartiendo risas y anécdotas sobre sus cicatrices.

Una tarde, mientras trabajaban en una pintura conjunta, Missa decidió abrirse un poco más. —¿Sabes? A veces siento que mis cicatrices me definen. Me recuerdan lo que he pasado—

Philza asintió, contemplando su propia marca. —Lo mismo me pasa. Pero creo que también nos han hecho más fuertes. Cada vez que miro mi cicatriz, me acuerdo de que puedo superar cualquier cosa.

Con el tiempo, comenzaron a hablar sobre sus sueños y aspiraciones. Missa quería ser fotógrafo; quería capturar la belleza del mundo y contar historias a través de su lente. Philza, por su parte, soñaba con convertirse en escritor, deseando plasmar sus pensamientos y experiencias en palabras.

Un día, decidieron salir a explorar la ciudad con la cámara de Missa. Mientras caminaban por las calles vibrantes, encontraron un mural que representaba la lucha y la esperanza. Missa se detuvo para capturarlo. —Mira esto —dijo—. Es como nuestras cicatrices; cuenta una historia—

Philza sonrió mientras observaba cómo Missa se movía con gracia detrás de la cámara. —Tienes un don para ver lo que otros no ven—

A medida que pasaban los meses, su amistad se profundizaba. Compartían risas, lágrimas y momentos de vulnerabilidad. Ambos aprendieron a aceptar sus cicatrices no como marcas de debilidad, sino como símbolos de resistencia.

Una noche, mientras estaban sentados en un parque bajo las estrellas, Missa se atrevió a preguntar lo que siempre había tenido en mente. —¿Te gustaría compartir tus historias con el mundo? Creo que podrían inspirar a otros—

Philza miró hacia el cielo estrellado y luego a su amigo. —Sí, pero tengo miedo. ¿Y si a la gente no le importa?

—No importa lo que piensen —respondió Missa—. Lo que importa es que tú te sientas libre de contar tu verdad—

Con esas palabras resonando en su mente, Philza comenzó a escribir. Cada palabra era un paso hacia la sanación, cada página una liberación de su pasado. Missa lo animaba constantemente, tomando fotografías de sus momentos creativos para documentar el proceso.

Finalmente, después de meses de trabajo arduo, Philza decidió compartir su historia en una pequeña exposición local. La noche del evento llegó y el lugar estaba lleno de gente. Con nerviosismo pero también con emoción, leyó fragmentos de su obra mientras Missa capturaba cada momento con su cámara.

Al terminar, la sala estalló en aplausos. Philza sintió una mezcla de alivio y orgullo; había compartido su verdad y había sido recibido con amor. Al mirar a su alrededor, sus ojos se encontraron con los de Missa, quien sonreía con orgullo.

Después del evento, se sentaron en un banco del parque nuevamente, esta vez sintiendo una ligereza en el aire. —Lo hiciste —dijo Missa—. Te enfrentaste a tus miedos.

Philza sonrió, tocando la cicatriz en su mejilla. —Gracias por estar a mi lado. No podría haberlo hecho sin ti.

Missa asintió y miró al cielo estrellado. —Nuestras cicatrices nos han llevado hasta aquí. Ahora podemos seguir adelante y ayudar a otros a ver que también pueden sanar.

Ambos comprendieron que sus marcas eran parte de ellos, pero no definían quiénes eran ni lo que podían llegar a ser. Juntos habían encontrado fuerza en su vulnerabilidad y luz en medio de la oscuridad.

Y así, mientras la luna iluminaba el camino hacia el futuro, Missa y Philza supieron que su viaje apenas comenzaba; juntos seguirían contando historias, capturando momentos y sanando las heridas del pasado.....Fin?

Deathduo Month Donde viven las historias. Descúbrelo ahora