16-Almas Gemlas

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Era una noche mágica en el reino de Qsmp. Las estrellas brillaban intensamente, y la luna llena iluminaba el elegante salón del palacio, donde se celebraba un baile real. Las luces de cristal chisporroteaban, reflejando los destellos de los trajes de gala que adornaban a los nobles y dignatarios. La música suave de un cuarteto resonaba en el aire, creando una atmósfera de ensueño.

El príncipe Missa, con su impecable traje azul oscuro y una capa que caía elegantemente sobre sus hombros, se encontraba en el centro del salón, rodeado de admiradores. Sin embargo, a pesar de la multitud y la belleza del evento, su corazón estaba inquieto. Había llegado a la conclusión de que esta noche debía encontrar a su compañero ideal, alguien que pudiera compartir la danza de su vida.

Con cada giro y cada paso, Missa probaba con diferentes invitados. Bailó con damas de la corte, con caballeros valientes y con nobles de todas partes del reino. Pero, a medida que avanzaba la noche, sentía que algo faltaba. Ninguno de ellos lograba despertar esa chispa en su corazón; todos parecían ser solo sombras en comparación con lo que realmente anhelaba.

Finalmente, decepcionado y sintiéndose más solo que nunca en medio de la multitud, decidió escapar del bullicio del salón. Se dirigió al jardín real, un lugar mágico lleno de flores nocturnas que florecían solo bajo la luz de la luna. El aire fresco le trajo un alivio instantáneo, y se permitió perderse entre los senderos iluminados por faroles de papel.

En el jardín, rodeado de fragancias dulces y colores vibrantes, Missa sintió que podía ser él mismo. Con un suspiro profundo, comenzó a bailar solo entre las flores, moviéndose al ritmo de la música que aún resonaba en su mente. Cada paso era una expresión de su anhelo y soledad, una danza íntima con la naturaleza que lo rodeaba.

De repente, mientras giraba y se dejaba llevar por la melodía imaginaria, sintió una presencia a su lado. Al abrir los ojos, vio al duque Philza, un joven noble conocido por su carisma y su talento artístico. Philza llevaba un traje elegante en tonos plateados que brillaban bajo la luz lunar. Sus ojos brillaban con complicidad y una sonrisa encantadora iluminaba su rostro.

—¿Puedo unirme a tu danza?— preguntó Philza con un tono juguetón.

Missa sonrió, sorprendido pero encantado. —Por supuesto—, respondió, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza.

Ambos comenzaron a bailar juntos entre las flores nocturnas, creando una coreografía improvisada que parecía estar en perfecta sintonía. La música del salón se desvaneció en el fondo mientras sus risas llenaban el aire. Missa se dio cuenta de que había encontrado lo que había estado buscando: no solo un compañero de baile, sino alguien que comprendía su alma.

Mientras el duque Philza y el príncipe Missa danzaban en el jardín, la atmósfera se tornó mágica, como si el propio universo se hubiera detenido para observar su conexión. La luna llena, radiante y brillante, iluminaba sus rostros, revelando la intensidad de sus miradas. Las flores nocturnas, con sus pétalos brillantes, parecían inclinarse hacia ellos, como si fueran parte de un espectáculo privado.

Cada paso que daban era una conversación silenciosa. Philza, con su porte elegante y su gracia innata, guiaba a Missa con suavidad. Sus manos se entrelazaban con una naturalidad que parecía haber existido desde siempre. A medida que giraban, el viento suave acariciaba sus rostros, trayendo consigo el dulce aroma de las flores y el murmullo lejano de la música del salón.

Missa se sintió libre por primera vez en mucho tiempo. En los brazos de Philza, la presión de las expectativas reales se desvanecía. Se permitió dejarse llevar por el momento, disfrutando de la cadencia de sus movimientos. Cada giro era un latido compartido; cada pausa, un susurro de complicidad.

—¿Siente eso su magestad?— preguntó Philza, su voz suave como un susurro. —Es como si el mundo entero nos estuviera alentando—.

Missa asintió, sintiendo cómo la energía del jardín envolvía sus cuerpos. Era un espacio donde podían ser auténticos, lejos de las miradas escrutadoras de la corte. —Es verdad—, respondió, su voz apenas un murmullo. —Es un poco extraño pero muy confortable—.

Mientras continuaban bailando, Philza comenzó a hablar sobre su amor por el arte. Describió cómo cada pincelada en sus lienzos era una forma de expresar lo que sentía en su interior. Missa escuchaba embelesado, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón. La pasión de Philza era contagiosa; él también deseaba crear algo que tocara las almas de las personas.

—Siempre he creído que la danza es una forma de arte también—, dijo Missa, sintiendo cómo la conexión entre ellos se profundizaba. —Es una manera de contar historias sin palabras—.

—Exactamente—, respondió Philza, moviéndose más cerca. —Y aquí, en este momento, estamos escribiendo nuestra propia historia—.

Las estrellas brillaban intensamente sobre ellos, y Missa sintió que la magia del jardín se filtraba en su ser. Mientras giraban bajo la luz lunar, sus corazones latían al unísono. Era como si el tiempo no tuviera significado; solo existía el ahora, ese instante perfecto donde todo encajaba.

El duque lo miró a los ojos, y en ese momento, Missa vio reflejado en ellos no solo admiración, sino también un profundo entendimiento. Era como si Philza pudiera ver más allá de la fachada del príncipe y alcanzar su esencia más pura.

—¿Te gustaría que esta noche fuera solo el comienzo?— preguntó Philza con una sonrisa esperanzadora.

Missa sintió una oleada de emoción.—Sí—, respondió con firmeza. —Quiero explorar este camino contigo—.

Con esas palabras, se dieron cuenta de que habían encontrado algo invaluable: un compañero que no solo compartía sus sueños, sino que también estaba dispuesto a caminar a su lado en la búsqueda de una vida auténtica y plena.

A medida que la música del salón se desvanecía aún más en la distancia, el jardín se convirtió en su refugio secreto. Allí, rodeados de flores y bajo el manto estelar, Missa y Philza continuaron bailando, creando una sinfonía de pasos y risas que resonaría en sus corazones por siempre. En ese mágico rincón del reino, habían encontrado no solo compañía, sino también un hogar en el alma del otro.

—Gracias por esta noche—, dijo Missa, su voz suave pero llena de emoción. —No sé qué habría hecho sin ti—.

Philza sonrió con sinceridad. —A veces, lo que buscamos está justo frente a nosotros. Solo necesitamos abrir los ojos—. Beso sus nudillos con galantería.

En ese instante, Missa comprendió que no solo había encontrado un compañero de baile; había encontrado a alguien que podría ser mucho más. La conexión entre ellos era innegable y poderosa.

Mientras regresaban al salón juntos, el príncipe Missa ya no se sentía decepcionado ni solo. Había descubierto que a veces la verdadera magia no está en las grandes celebraciones, sino en los momentos compartidos con aquellos que realmente nos comprenden.

Esa noche, en el jardín real bajo las estrellas, dos almas se unieron en una danza que marcaría el comienzo de una hermosa historia compartida entre el príncipe y el duque. Y así, mientras el baile continuaba en el salón del palacio, ellos sabían que habían encontrado algo verdaderamente especial: un hilo invisible que los uniría para siempre.....Fin?

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