Capítulo 21: Hazlo por la familia

975 67 4
                                    

Ali

Me despierto aturdida, con una sensación extraña de que alguien me observa. Parpadeo varias veces, intentando despejar la niebla del sueño, y siento cómo Pedri también se mueve a mi lado, despertándose por mis movimientos. Giro la cabeza y me encuentro con la mirada seria de mi padre, de pie frente a nosotros.

—Papá —murmuro, aún medio adormilada, mientras una oleada de ansiedad me invade.

Pedri se pone recto de inmediato, su rostro pálido al darse cuenta de la situación. Me llevo una mano al costado, sintiendo el dolor leve que aún persiste, y trato de sentarme más erguida.

—Buenos días, Ali. Pedri —dice mi padre, su tono formal y frío.

—Laporta —responde Pedri, con una voz tensa.

—Papá, ¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunto, tratando de sonar más tranquila de lo que me siento.

—Vine a ver cómo estabas. —responde, su mirada aún fija en nosotros, evaluando cada detalle.

El silencio que sigue es denso y lleno de tensión. Puedo sentir la incomodidad de Pedri, y mi propia ansiedad crece con cada segundo que pasa.

—Pedri, ¿podrías darnos un momento? Necesito hablar con mi hija —dice mi padre, su tono suave pero firme.

Pedri asiente, aunque puedo ver la preocupación en sus ojos. Se levanta con cuidado y me da una mirada tranquilizadora antes de dirigirse a la puerta.

—Claro, si ya me iba. Ali, descansa —dice Pedri antes de salir.

—Gracias —murmuro, intentando ocultar la inquietud en mi voz.

Cuando la puerta se cierra tras él, el ambiente se vuelve aún más tenso. Mi padre se sienta en el sillón frente a mí, su expresión es seria.

—Ali, necesito que me expliques qué está pasando —dice, su voz firme.

—Papá, Pedri solo vino a ver como estaba. Es un amigo y se preocupa por mí —respondo, intentando mantener la calma.

—¿Solo un amigo? —repite mi padre, arqueando una ceja—. ¿Desde cuándo los amigos duermen juntos en el sofá?

—Papá, no es lo que piensas. Pedri y yo somos amigos, nada más —insisto, aunque siento cómo la tensión en la habitación aumenta.

—Ali, no me trates como a un tonto. Sé que hay algo más entre vosotros. ¿Qué está pasando realmente? —pregunta, su tono volviéndose más severo.

—Papá, te lo estoy diciendo. Solo somos amigos. Pedri me estaba cuidando porque me caí y me duele el costado. Nada más —respondo, sintiendo cómo mi paciencia se agota.

—No me gusta nada esta situación, Ali. Eres mi hija y me preocupa tu bienestar. No quiero verte involucrada en algo que pueda perjudicarte —dice, levantando la voz.

—¿Perjudicarme? ¿De qué estás hablando? Pedri es una buena persona, me cuida y se preocupa por mí. No hay nada de qué preocuparse —digo, mi voz temblando por la frustración.

—Ali, tú no lo entiendes. Las relaciones con jugadores pueden ser complicadas y, francamente, peligrosas para ti. Quiero protegerte de cualquier posible daño —dice, con los ojos llenos de una mezcla de preocupación y enfado.

—¿Peligrosas? ¿De qué hablas, papá? —replico, mi voz subiendo de tono—. ¡Eres tú el que me está buscando pareja! ¿Crees que no me doy cuenta de tus intentos de emparejarme con Javier? ¿Qué tiene él que no tenga Pedri?

La cara de mi padre se endurece y sus ojos se llenan de una mezcla de rabia y decepción.

—¡Ali, no es lo mismo! Javier es un hombre responsable, tiene una carrera estable y es alguien en quien confío. No quiero verte envuelta en escándalos o complicaciones que puedan surgir de una relación con un jugador de fútbol —grita, su voz llena de autoridad.

La chica de las flores  [Pedri Gonzalez] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora