Capítulo 24: ¡Para el video!

986 63 4
                                    

Ali


Estos últimos días han sido como vivir en una burbuja, ajena a todo lo que sucede fuera. Pedri, Sira y todos los chicos del equipo han sido mi refugio, manteniéndome a salvo y distrayéndome de la pesadilla que parece no tener fin. Si soy sincera, sé que han pasado cinco días desde que Javier me pidió matrimonio, pero solo porque hoy miré el móvil por primera vez. Me encontré con llamadas perdidas de mis padres y un montón de mensajes que no he contestado. Los chicos y Sira se han ocupado de que mi mente se despeje y no piense en nada más que en recuperarme.

Ahora, me encuentro en el jardín de la casa de Pedri, tomando un poco de café mientras disfruto del aire fresco. Los chicos están entrenando y yo estoy sentada con Sira. La taza de café caliente entre mis manos es un pequeño consuelo en medio de este caos.

Sira aprovecha que estamos solas y me mira con preocupación.

—Ali, ¿puedo hablar contigo sobre el tema? Ya sabes, ahora que no están los chicos —dice, su voz suave pero firme.

Asiento y suspiro, sabiendo que este momento tenía que llegar. He estado evitando pensar en todo esto, pero no puedo huir para siempre.

—Sí, claro, Sira —respondo, tratando de prepararme para la conversación.

—Tienes que tomar acciones legales —dice Sira directamente, su mirada penetrante—. No puedes dejar que esto siga así.

—Lo sé —respondo, mi voz apenas un susurro. Sé que tiene razón, pero el miedo y la incertidumbre me han paralizado.

—He estado hablando con una abogada muy buena. Dice que necesitas pruebas —continúa Sira, mirándome con seriedad.

La miro y me señalo a mí misma, obvia.

—¿No es suficiente con esto? —pregunto, señalando los moratones en mis brazos.

Sira niega, apenada.

—No, Ali. Necesitamos algo más contundente. ¿Tienes algún video o algo que pueda enseñar lo que ha pasado? —pregunta, su voz llena de esperanza.

Niego con la cabeza, sintiéndome frustrada.

—No, Sira. No estaba pensando en grabar esos momentos —respondo, mi voz cargada de impotencia e ironía—¿Y las fotos de los moratones? ¿No valen para nada? —pregunto, tratando de encontrar alguna esperanza.

—Es la palabra de Javier contra la tuya. Si nunca ha habido testigos, no pueden hacer mucho con eso —dice Sira, su voz triste pero realista.

Resoplo, molesta con la situación. Fer, que ha llegado recientemente de Tenerife, se sienta junto a nosotras y nos escucha atentamente.

—Tiene que haber alguna manera de pillarlo —dice Fer, su voz llena de determinación—. No puede salirse con la suya.

Me encojo de hombros, sintiéndome perdida.

—No sé, Fer. Estoy tan cansada de todo esto... —digo, mi voz quebrada. Asiento, sintiendo la necesidad de recuperar algo de normalidad en mi vida— Necesito ir a por Fuet y a por ropa. No puedo seguir viviendo así —respondo, mi voz llena de determinación.

Sira y Fer se miran dubitativos y luego me miran con preocupación.

—Pedri ha dicho que no es seguro, que no deberías ir sola —dice Sira, tratando de protegerme.

—Ya sé lo que ha dicho Pedri, pero necesito ir a por mis cosas. No puedo seguir sin ellas.

La preocupación en los rostros de mis amigos es evidente, pero sé que tengo que hacer esto. Necesito recuperar algo de mi vida, aunque sea una pequeña parte.

La chica de las flores  [Pedri Gonzalez] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora