Capítulo final

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Cinco meses después...

Ali

Es junio, y el aire está lleno de la promesa de nuevos comienzos. La brisa cálida acaricia mi rostro mientras estoy de pie frente a la floristería, mi floristería, asegurándome de que cada detalle esté perfecto para la inauguración.

La luz del sol se filtra a través de los amplios ventanales, iluminando el interior del local. Las flores, dispuestas con esmero en coloridos arreglos, llenan el espacio con su fragancia embriagadora. Los estantes de madera pulida exhiben una variedad de plantas, desde delicadas orquídeas hasta robustos cactus, creando un ambiente acogedor y lleno de vida.

Estos últimos cinco meses han sido un viaje de superación y recuperación. Después de todo lo que sucedió, busqué ayuda psicológica y, aunque el camino no ha sido fácil, puedo decir con orgullo que estoy mucho mejor. Javier está en la cárcel, y saber que está lejos me ha permitido dormir tranquila. No obstante, ha sido un proceso duro. Recuerdo la oferta del padre de Javier, una suma considerable de dinero a cambio de retirar la denuncia. No cedí, y esa decisión fortaleció mi determinación de luchar por lo que es correcto.

Mis amigos han sido mi roca en estos tiempos turbulentos. Cada uno de ellos ha contribuido a mi recuperación de maneras únicas. Ferrán, con su optimismo contagioso; Sira, con su presencia constante y apoyo incondicional; y Gavi, con su feroz lealtad. Pero sobre todo, ha sido Pedri quien ha sido fundamental en este proceso. Su amor, paciencia y comprensión me han ayudado a sanar las heridas más profundas.

Mi familia también ha estado a mi lado. Mis padres, después de la conmoción inicial, se han volcado en apoyarme. Mis hermanos, han sido una fuente constante de alegría y distracción. Siento que nuestra relación se ha fortalecido enormemente, y eso me da una paz interior que hacía tiempo no sentía.

La puerta de la floristería se abre y entra Val, mi empleada y ahora amiga cercana. Tiene el pelo recogido en una coleta y un delantal con el logo de la tienda, que lleva orgullosamente. En sus brazos sostiene una caja con algunas flores.

—¿Cómo vamos, jefa? —pregunta con una sonrisa traviesa—. Porque si me dices que falta algo más, juro que me meto entre las plantas y no salgo nunca más.

—Creo que estamos casi listas, Val —respondo, devolviéndole la sonrisa.

Val asiente, su mirada llena de calidez y complicidad.

—Has hecho un trabajo increíble con la decoración. Las flores nunca han lucido tan bien. Aunque entre tú y yo, si veo otra orquídea más, me convierto en jardinera de cactáceas.

—Cuidado con lo que deseas, Val. No vaya a ser que te tome la palabra y termine llenando la tienda solo con cactus —le respondo, riendo.

—Al menos los cactus no requieren tanto mantenimiento. Eso sí, no sé si atraeríamos a muchos clientes amantes de las flores delicadas —bromea Val, guiñándome un ojo.

—Puede que no, pero seguro que atraeríamos a los amantes de lo exótico. Podríamos ser la primera floristería especializada en cactus en toda Barcelona —sigo el juego, divertida.

Miro a mi alrededor, satisfecha con el resultado. Cada rincón de la tienda refleja el amor y la pasión que siento por las plantas y la naturaleza. Los detalles de la decoración, desde las macetas artesanales hasta los carteles hechos a mano, hablan de un cuidado meticuloso y un deseo de crear un espacio especial para los clientes.

—Gracias, Val. Esto significa mucho para mí —digo, sintiendo una mezcla de orgullo y emoción.

Val se acerca y coloca una mano en mi hombro.

La chica de las flores  [Pedri Gonzalez] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora