Capítulo 1.

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Desde que supo lo que era la muerte, Lee Minho no ha tenido descanso en su vida. 

Recordaba con viveza la primera vez que había pensado en ella. Era una tarde cualquiera, en su habitación. Veía la película de los 101 dálmatas en la televisión con VHS incorporado que sus padres le habían regalado por Navidad el año anterior. 

A sus cortos ocho años de edad, reconoció la amarga sensación en su boca al darse cuenta de que uno de los cachorritos de Perdita no iba a sobrevivir. Hasta que Roger lo devuelve a la vida y entonces puede respirar con tranquilidad.

Pero el sentimiento sigue ahí. Lo entiende. Sabe que la muerte es el final. Que dejará de existir, que dejará de ser él mismo y se perderá en algún lugar del que no hay registros, a pesar de lo que quisieran hacerle creer las múltiples religiones.

Dejó de creer en dios después de hacer la primera comunión. Tampoco es que creyera demasiado antes de eso, pero a sus diez años descubrió algo que le cambiaría la perspectiva desde la raíz: la pornografía.

Un cajón en la zapatera de sus padres, con una cerradura. Era lo único que hacía falta para que Minho tuviera la suficiente perseverancia para averiguar la manera de abrirla. Comenzaron a dejarle solo en casa cuando tenía nueve años, así que no había recoveco que no hubiera descubierto ya. Excepto aquella gaveta.

Encontró la llave en la mesa de noche de su padre. Al abrirla... ¡boom! Vio todo lo que pudo, las cintas de vídeo esparcidas en el suelo de su habitación mientras él las reproducía en su televisión. Qué irónico que fuera la misma que le habían regalado ellos. Si no hubiera sido por aquella televisión, tal vez no lo hubiera descubierto tan pronto.

Los vídeos contenían imágenes explícitas del sexo. Hubo uno que le llamó la atención en concreto, tal vez porque eran dibujos animados. "Blanca Nieves y los siete enanitos", donde ella se dejaba penetrar por todos. 

Minho recuerda que incluso los animales habían empezado a tener sexo sin parangón. Una de las orgías más extrañas de la historia.

Algo hizo click en su mente cuando sintió su entrepierna cobrar vida. Allí, a su corta edad descubrió lo que era masturbarse. Y se obsesionó. Se obsesionó tanto, que le rezaba a aquel dios en el que había dejado de creer solo por la culpabilidad que sentía.

No sabe por qué, pero también fue muy consciente del momento en el que su vida volvió a dar otro giro. Seguía teniendo la muerte tan presente, que su motivación para vivir se apagó. "¿Para qué luchar si me voy a morir en cualquier momento?", pensaba. En aquello quedó inmerso durante su adolescencia.

Sus padres intentaron ayudarlo, apoyándolo, estando con él más a menudo, haciendo cosas juntos para animarlo. Pero siempre pasaba algo entre ellos que lo empeoraba. Minho recuerda desde siempre estar en medio de sus peleas. 

Recuerda las lágrimas de su madre y cómo le ofrecía pañuelos para secarlas. Recuerda los gritos de su padre aquella noche que cerró la puerta de la calle con el pestillo porque ella decidió salir de fiesta y no volvió a la hora que él le había dicho. También recuerda el día en el que ellos le prometieron que no volverían a discutir. Una gran mentira.

Su percepción del amor, el sexo y la vida estaba condicionada por aquellas tres cosas: la relación de sus padres, la pornografía y la muerte.

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Chasing the light ~ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora