Los principios por los que Lee Minho rige su vida, se ven tambalear por la presencia de una persona en su entorno. Y debía evitarlo a toda costa.
🥉TERCER PREMIO🥉 En los Clover Awards 2024 en la categoría de Fanfic.
¡¡Advertencia!!
En este fic se n...
Tuvo tanta suerte, de eso está muy seguro, de que sus amigos estuvieran ahí para él en todos los altibajos que sufrió durante esos años. Christopher y Changbin eran sus pilares, aquellas personas a las que había aprendido a amar con todo su corazón, aunque hubiera sentido que no le quedaba más amor para dar.
Ellos le enseñaron que el amor de su vida no tenía que ser como en las películas románticas. Que no tenía por qué venir un príncipe a salvarle el culo y ser felices para siempre.
Minho aprendió a amar sin condiciones, a amar con todo su espíritu y sobre todo, a amarse a sí mismo.
Gracias a la terapia, también entendió que creaba vínculos a través del sexo. Vínculos que se rompían cuando ya no había más sexo que dar. Decidió entonces dejar de mantener relaciones sexuales con personas que no estuvieran buscando lo mismo que él.
Estaba harto del sexo, de la necesidad innata que sentía por ser querido por encima de todo, y del vacío horrible que aparecía en su interior cuando no era correspondido.
Pasó tanto tiempo construyendo su propio castillo, que cuando cogió sus maletas para volver a Japón y vivir allí, no le dolió mirar atrás. Supo que era lo mejor, que no podía sanar donde le habían herido tanto.
Había encontrado trabajo en una empresa de marketing, donde podía poner en práctica sus habilidades fotográficas y artísticas. Tras un año de estar allí, su puesto en la compañía estaba asegurado, y se sentía tranquilo, bajo control.
A sus casi treinta años, le encantaba la persona en la que se había convertido y estaba orgulloso de haberse mantenido firme con la promesa que se había hecho.
Todo se había mantenido en calma en su vida, era feliz papá de dos gatitos que amaba con todo su corazón, y sus mejores amigos se habían mudado con él. No podía pedir más, no quería nada más.
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El principio del otoño avisaba de su llegada, con las hojas verdes tornándose amarillas en las copas de los árboles. La temporada alta de publicidad estaba a punto de empezar, pues las marcas de los productos más populares para Navidad querían tener la mejor promoción lo antes posible.
Por fin se había acabado otra semana extenuante cuando Minho metió la llave en la cerradura de su piso, un apartamento de cuatro habitaciones que compartía con Christopher y Changbin. Ambos se dedicaban a la producción musical, por lo que a veces era complicado coincidir los tres para pasar el rato.
– ¡Justo a tiempo! –Le saludó Chris.
Quitándose la chaqueta vaquera, observó el salón. Los chicos habían abierto la mesa de comedor para que fuera más grande, vistiéndola con un mantel blanco que sabía le había regalado su madre. Había varios contenedores de comida a domicilio y platos listos para que comieran.
–¿A qué viene esto? –preguntó con una nota de ilusión en su voz.
Hacía semanas que no se habían podido ver a derechas. Echaba de menos pasar tiempo con ellos, y verles allí esperándolo casi hizo que se le saltaran las lágrimas.