Tocó la puerta para avisar que entraría en la habitación. Si bien siempre esperaba a que se le permitiera la entrada, en este caso era mejor entrar rápido antes de que Gusano Gris pudiera inventar alguna excusa sobre su estado y así despedirla.
Al entrar en la habitación se topó con Gusano Gris poniéndose sus botas. Ya estaba vestido con su traje de cuero de inmaculado. Su caso estaba en el mueble al alcance de su mano y su lanza a un costado. Los dos se miraron a los ojos sin hacer ningún movimiento. Missandei llevaba algunas vendas limpias y un poco de agua en las manos. Ella suspiró y dejó las cosas en la mesita mientras se acercaba a él.
—Necesitas descansar, aún no se han curado por completo tus heridas —dijo Missandei en valyrio.
—Este necesita volver a su trabajo —gruñó Gusano Gris en lengua común. Aún le costaba mucho decir las palabras y formular mejor sus oraciones, pero iba aprendiendo muy rápido, algo que le gustaba mucho a Missandei—. Los inmaculados necesitan mostrar fuerza. La ciudad necesita orden.
Sí, la ciudad necesitaba eso más que nunca. Después de que su reina se fuera volando en su dragón las cosas parecieron cesar un poco. Fue una buena distracción cuando las llamas de uno de los hijos de su reina bañaron a los hijos de la arpía. Los inmaculados habían entrado a la fosa de pelea y habían masacrado a todo que tuviera una máscara dorada. Hicieron un camino junto con los segundos hijos para llevarlos a la pirámide después de eso. Solo había visto en el cielo como la reina se alejaba hacia el noroeste.
Si bien los ataques habían cesado ese día, lo que dio la oportunidad de que el caballero de Poniente Jorah y Daario Naharis pudieran salir de Meereen en busca de la reina, al otro día avivaron de nuevo. Fueron pocos y los inmaculados estaban haciendo bien su trabajo, pero eran cada vez más seguidos. Los hijos de la arpía estaban consiguiendo armas de los barcos que atracaban en los puertos. Alguien los estaba financiando y eso solo llevaría a que esta guerra tomara más tiempo.
—Necesitas descansar sino no podrás poner en orden la ciudad —dijo Missandei mientras se acercaba a él y le ponía una mano sobre el hombro. Él la miró, sus ojos marrones tenían un leve brillo que ella recordaba un poco de aquella vez en el río. Se sintió un poco nerviosa, pero se negó a irse—. Vine a cambiarte las vendas y después puedes acompañarme a ver a nuestro invitado de Poniente.
—No me agrada el enano —gruñó Gusano Gris.
—A mí tampoco, pero es inteligente —respondió mientras le daba una sonrisa—. Quizá pueda tener una respuesta a los esclavistas. También podríamos ver cuáles son sus planes aquí y por qué cree que nuestra reina es la mejor.
—La reina es la mejor opción —dijo con fiereza él. Sus ojos tenían ese brillo de orgullo y se juntó a su postura erguida de un buen soldado.
—Por supuesto, pero lo que han dicho de Poniente, parece ser que hay demasiados reyes allí y todos quieren algo de ellos. No creo que solo venga aquí porque quiere paz.
Gusano Gris asintió y después los dos se quedaron en silencio. Missandei suspiró y le pidió que le dejara cambiarle las vendas. Él no se resistió por mucho, así que se quitó su peto y dejó que ella hiciera su trabajo.
Con cuidado comenzó a desatar las vendas sucias de su torso. Ya no sangraba como antes cuando su herida estaba fresca, pero aun así tenía que cambiárselas debido a que la herida necesitaba un poco de aire según los curanderos, así como que la venda se podía llenar de sudor u otras cosas durante el paso de los días. Después de haberle quitado la venda echó un vistazo a la herida. Estaba curando bien, la costra era negra y la piel de al lado estaba enrojecida. Podía ver como su piel brillaba por el sudor debido a el calor que estaba azotando a la ciudad en ese momento.
ESTÁS LEYENDO
El Lazo entre el Hielo y el Fuego | GOT fanfic
FanfictionJon Snow desde niño había sentido esa llama crecer con él durante los sueños pacíficos esporádicos. Por el otro lado, para Daenerys Targaryen la briza helada la acompañó durante mucho tiempo hasta que estuvo completamente envuelta por ello. Los sueñ...