AEMON II

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Escuchó dos toques rápidos en su puerta después un segundo de silencio y volvieron a tocar tres veces. Sonrió un poco y dejó que pasara su sobrina. Aún no podía creer que ella estuviera allí, la última de su familia en este paramo helado.

—¿Qué sucede, Daenerys? —preguntó notando que sus pasos eran firmes, casi sonaba como cuando Egg estaba molesto por algo y caminaba hacia su habitación resoplando.

—Solo quería poder hablar contigo un poco —respondió Daenerys mientras se acercaba a él.

Ella arrastró una silla vieja que siempre estaba cerca de la chimenea y la puso al lado de la cama. Daenerys se sentó a su lado y pudo decir por su respiración agitada que algo la estaba molestando. Quiso preguntarle, pero decidió que si ella quería hablar lo haría. En cambio, decidió descubrir más sobre ella. Ya le había contado sobre cómo trajo sus dragones al mundo y decir que su historia lo entristeció fue quedarse corto. Cómo odió no poder haber estado allí para ella y Viserys, ser más joven y poder guiarlos para que los dos pudieran haber tenido mejores vidas.

—¿No puedes sentir la conexión con tu dragón ahora? —preguntó.

—Un poco, es débil, pero puedo sentirlo como nunca —respondió su sobrina con un deje triste en su tono—. Es como un pequeño tirón en mi mente que me dice que está por allí, aunque no sé en dónde exactamente —suspiró mientras se le oía moverse en su silla—. Desearía poder tener una conexión igual con mis otros dos hijos.

—Un jinete solo se relaciona con un dragón en su vida, querida —comentó Aemon mientras recordaba las historias de los viejos jinetes—. Es un lazo fuerte entre ambos y eso se fortalecerá aún más con el tiempo. En cuanto a tus otros dragones, quizá nunca sea igual, pero ellos te siguen y obedecen a pesar de todo. Eres exactamente la madre de dragones.

—Me iré después de curarme por completo, tío —anunció ella y Aemon no pudo evitar sentir como su pecho dolía por la emoción. Sabía que eso ocurriría, pero aun así no podía evitarlo—. Quisiera que vinieras conmigo. En Meereen podríamos...

—Soy demasiado viejo para irme. Cada vez estoy más enfermo y no creo poder soportar ni un viaje a caballo. Mi lugar es aquí y lo ha sido durante casi toda mi vida. Quisiera irme contigo y verte de verdad, pero no puedo más. Solo puedo darte un poco de lo que sé y que podría ayudarte en un futuro.

Pudo sentir la pequeña mano de Daenerys sobre la suya. Era cálida y callosa, lo que no le sorprendió dado su historia con los dothraki y montando a su dragón.

—Quisiera poder quedarme por más tiempo, pero no con Stannis tan cerca de aquí —dijo ella y Aemon suspiró por eso—. ¿Lo sabías? —preguntó, su voz no era de reproche, solo de tristeza.

—Por supuesto, Stannis Baratheon acudió aquí hace unas lunas. Ofreció ayuda a la Guardia, aunque me temo que nunca llegará.

—¿Qué quieres decir?

—Se ha propuesto ganarse a las casas del norte devolviendo Invernalia a los Stark, pero sus hombres no podrán soportar los vientos más tiempo. Me temo que caerá más pronto que tarde, sobre todo si intenta un asedio a la fortaleza con el invierno soplándonos la nuca —dijo mientras apretaba la mano de Daenerys—. Sé que te pone nerviosa su presencia, y no es para menos. Pero no puedes vivir con ese rencor ni con el miedo.

Daenerys suspiró y Aemon le dio una sonrisa que esperó fuera correspondida con una propia de ella. Cuánto anhelaba que le concedieran la vista de regreso por unos minutos, pero ya era demasiado pedir. Su última familia a su lado después de tanto tiempo era maravilloso.

—Jon Snow me contó sobre que enviaron cartas a todos los reyes —dijo Daenerys de repente haciendo que Aemon frunciera las cejas—. ¿Qué pedían esas cartas?

El Lazo entre el Hielo y el Fuego | GOT fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora