DAENERYS IV

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Con todas sus fuerzas ayudó a Jon a subirse al pequeño bote. Estaban empapados de pies a cabeza, tiritando por el agua helada del norte y con bastantes heridas. Un feo corte le partía la ceja Dany bajando hasta su mejilla rodeando su ojo derecho. Era la más llamativa, aunque todavía tenía otra en la cadera y una en su brazo izquierdo.

«Son reales», pensó, llevándose una mano al pecho y con la vista fija en lo que alguna vez fue un asentamiento de hombres. Las llamas ardían en las chozas de cuero y madera que tuvieron que incendiar para poder escapar. Los cuerpos de los salvajes tendidos en el suelo, con la sangre creando charcos debajo de ellos. Y de pie entre todo ello estaban esos seres de hielo, con armaduras tan hermosas de color blanco y azul, sus cabezas con cabello blanco y sus ojos de un azul irreal. Al frente de ellos, sobre un caballo muerto y vivo, estaba una silueta que destacaba por sus colores más oscuros y su mirada más humana.

—¿Qué está haciendo? —susurró Jon a su lado. Dany no respondió, solo se fijó en como el ente levantaba sus brazos junto a los otros seres de cabello blanco.

El frío aumentó de golpe y la nieve comenzó a caer. El cielo tronó y pudo ver como rayos azules caían e iluminaban las nubes. Seguían avanzando hacia el barco en su pequeño bote, pero solo por la inercia ya que todos estaban prestando atención a lo que ocurría en tierra. Una fina capa de hielo comenzó a formarse sobre el agua yendo hacia ellos. Eso los sacó de su estupor y rápido todos tomaron los remos.

Sus brazos le ardían después de haber dado golpes por doquier con una espada antes, pero aun así remó con todas sus fuerzas intentando alejarse más del hielo. Tormund que también estaba con ellos llevaba un remo en cada mano. A su lado pasó corriendo el último gigante del que se sabía. Jon gruñía mientras la sangre escurría de su mano con el agarre del remo. No le importó en ese momento las heridas de quien fuera, necesitaban salir de allí.

Jadeó cuando los salvajes en el suelo temblaron como si tuvieran algo que les recorriera de pies a cabeza. Recordó vagamente la enfermedad de los temblores, la misma que tuvo una de las hijas de Jaehaerys quien tuvo su mismo nombre hacía más de doscientos años. Los dedos de sus manos se aferraron al suelo como si quisieran arañarlo. Sus brazos se doblaron en extraños ángulos y dieron patadas al aire. Al último sus cabezas golpearon el suelo repetidas veces antes de que todos volvieran a quedarse quietos. Contuvo el aliento un segundo, luego dos y siguió así hasta que los muertos se levantaron. Sus extremidades temblorosas en un principio y después normales como si siguieran con vida. Sus ojos eran azules para todos ellos, sin brillo humano ni natural.

El que destacaba de entre todos habló, pero no era una lengua que conociera ni que alguien debiera saber. Era como el hielo crujiendo desde las profundidades del mismo infierno. Alzó su espada de hielo y la apuntó hacia ellos. Al segundo siguiente los no muertos avanzaron corriendo hacia ellos, hundiéndose en el agua y arrastrándose o intentando nadar.

—¡RÁPIDO, SIGAN REMANDO! ¡HIJOS DE PUTA! —gritó Tormund. No tuvieron que decirlo dos veces, todos los botes que estaban en el agua se alejaron con más velocidad.

—Nos van a atrapar —murmuró uno de los hombres que venía con ellos desde el Castillo Negro, Edd si bien recordaba—. Estamos jodidos. ¡Esas cosas nos van a atrapar!

—¡Cállate, Edd, y sigue remando! —gruñó Jon.

La mayoría de los espectros se hundían, no podían mantenerse firmes y romper el agua con sus piernas. Pero eso ayudó a que el agua se congelara más rápido y ya no fuera solo una cubierta fina. A la orilla de Casa Austera ya estaba completamente congelado. Tanto que los no muertos pudieron avanzar con la seguridad de no hundirse.

Llegaron a la galera con el blasón del ciervo coronado Baratheon. En ese momento fue lo más hermoso que vio en sus dieciocho años de vida. Subieron casi todos al mismo tiempo, aferrándose a las cuerdas de la red que usaban como escalera. Los muertos ya le pisaban los talones a pesar de la profundidad ya del agua. Las cabezas solo flotaban, otros se hundían e intentaban saltar como salmones en el río. Uno de los hombres no pudo subir, uno de los muertos lo jaló del pie y lo hundió. Las manos se aferraban a la madera del casco de la galera, arañando e intentando escalar sin éxito.

El Lazo entre el Hielo y el Fuego | GOT fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora